Hace algunas semanas creció el revuelo tanto en el plano local como a nivel internacional con relación al inminente vertido del agua tratada de la planta de Fukushima en el Océano Pacífico.

Para entender el contexto, debemos remontarnos hacia el 11 de marzo de 2011, día en el que un terremoto azotó el este de la ciudad de Sendai. En esa ocasión, hecha la advertencia de las autoridades, los residentes tuvieron 10 minutos para abandonar sus hogares. No obstante, entre la infraestructura inamovible se encontraba la planta nuclear de Fukushima. Si bien los sistemas de la instalación detectaron el seísmo y apagaron automáticamente los reactores nucleares, el escenario escaló en peligro cuando un tsunami de más de 14 metros de altura golpeó a la central, inundando la planta.

En todo esto, aunque los trabajadores hicieron el esfuerzo de restaurar la energía, el combustible nuclear en tres de los reactores se sobrecalentó y derritió los núcleos, produciendo una fusión nuclear. Además, la planta también sufrió una serie de explosiones químicas que destrozaron la infraestructura. Con lo cual, el material radiactivo comenzó a filtrarse al aire y al mar, lo que provocó una evacuación masiva y una zona de exclusión.

A partir de entonces, se ha bombeado agua nueva para enfriar los desechos de combustible en los reactores. Al mismo tiempo, el agua subterránea y de lluvia se ha filtrado, creando más aguas residuales radiactivas que ahora deben almacenarse y tratarse. Ello involucró, por ejemplo, a la empresa eléctrica estatal Tokyo Electric Power Company (TEPCO), que construyó más de 1.000 enormes tanques para contener lo que ahora son 1,32 millones de toneladas métricas de aguas residuales, suficiente para llenar más de 500 piscinas olímpicas.

En paralelo a ello, ha estado en proceso durante todos estos años un plan para liberar aguas residuales tratadas, y el ministro de Medio Ambiente de aquel entonces, Yoshiaki Harada, declaró en 2019 que “no había otras opciones“, ya que se agotó el espacio para contener el material contaminado.

Entrado el año 2021, Japón anunció su política básica para descargar el agua, que será tratada a través de un sistema de filtración conocido como Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS). Las máquinas de tratamiento de alta tecnología pueden eliminar la mayoría de los radionúclidos, excepto el tritio. Como tal, el agua mezclada con tritio se liberará en el mar, y Japón solicitó que la OIEA revise la seguridad del plan.

Por su parte, la empresa TEPCO ha reiterado que aguas residuales radiactivas contienen algunos elementos peligrosos, pero la mayoría de estos pueden eliminarse del agua. Motivo por el cual, todas las miradas se dirigen al isótopo de hidrógeno llamado tritio radiactivo, que no se puede quitar y al que apunta la problemática real. Actualmente, no hay tecnología disponible para hacerlo.

Un respaldo que destapó posiciones contrapuestas

Hace algunos días, tanto la Organización de Naciones Unidas como la Agencia Internacional de Energía Atómica dio un respaldo esencial al controvertido plan de Japón para liberar agua tratada de la planta de energía nuclear número 1 de Fukushima paralizada en el Pacífico, allanando el camino para que sea liberada este verano. En ese sentido, el director general del OIEA, Rafael Grossi, presentó el informe de evaluación de la seguridad de la organización, que concluyó que la descarga del agua tratada en el mar es “conforme con las normas internacionales de seguridad pertinentes“.

En conferencia de prensa luego de reunirse con Fumio Kishida, Grossi añadió refiriéndose al informe: Si el gobierno japonés decide proceder con el plan, tendría un impacto insignificante en el medio ambiente, es decir, agua, peces y sedimentos.” De esta manera, comprometió a la OIEA a implementar un monitoreo exhaustivo sobre el plan japonés.

Entonces, ¿qué sucede con la problemática que ocasiona el tritio? TEPCO, el gobierno de Japón y el OIEA también argumentan que el tritio se encuentra naturalmente en el medio ambiente, desde la lluvia hasta el agua de mar y el agua del grifo, e incluso en el cuerpo humano, por lo que la liberación de pequeñas cantidades en el mar debería ser segura.

Como era de esperar, la comunidad experta en el tema y consciente de los riesgos de este plan se pronunció en diferentes posiciones. Por un lado, la Comisión Canadiense de Seguridad Nuclear dice que “el tritio en sí mismo es demasiado débil para penetrar la piel, pero puede aumentar el riesgo de cáncer si se consume en cantidades extremadamente grandes”.

Por el otro, el director del Laboratorio Marino Kewalo (Universidad de Hawái), Robert H. Richmond, que integra la comunidad científica del Foro de las Islas del Pacífico, vienen llevando adelante una evaluación del plan de liberación de aguas residuales. Después de visitar al sitio de Fukushima y reuniones con TEPCO, las autoridades japonesas y el OIEA, Richmond lo calificó de “desacertado” y prematuro.

La reacción nacional y la reacción internacional

En el plano local, trae a verdadera preocupación a los residentes que la descarga de agua, 12 años después del desastre nuclear, pueda causar otro revés a la imagen de Fukushima y dañar sus negocios y medios de subsistencia.

Y esto adquiere centralidad debido a las graves consecuencias que tuvo el accidente nuclear para los pescadores de Fukushima. Tras la fusión del núcleo, se detectaron niveles de radioactividad en los peces de la zona, lo que derivó en que el gobierno prohibiese la pesca en estas costas. Hace tan solo dos años que la industria pesquera de Fukushima ha vuelto a retomar su actividad y coger un poco de oxígeno. Aun así, tras este tiempo faenando de nuevo, no han recuperado la confianza total en el consumidor y sus números todavía son un 20% más bajo que antes del terremoto.

Sin un océano saludable, no puedo ganarme la vida“. dijo Yukinaga Suzuki, un posadero de 70 años en la playa de Usuiso en Iwaki, a unos 50 kilómetros al sur de la planta. 

Lo cierto es que, además del veto a la pesca interpuesto del 2011 hasta el 2017, los pescadores de Fukushima tienen que pasar, como es lógico, unos estándares de radioactividad más severos que en otras zonas de la isla. Así las cosas, tal como lo demuestra  una encuesta realizada en marzo del 2023 por Asahi Shimbun, las posiciones son mixtas. Mientras que el 51% de los ciudadanos apoya la liberación de aguas residuales, mientras que el 41 % se opone, muchos de ellos argumentando  que eso podría dañar aún más la reputación de Fukushima.

La comunidad pesquera, el turismo y la economía gravemente afectados de Fukushima todavía se están recuperando. El gobierno ha asignado 80.000 millones de yenes (573 millones de dólares) para apoyar la pesca y el procesamiento de productos del mar todavía débiles y combatir el daño potencial a la reputación por la liberación de agua.

En lo que respecta a los apoyos internacionales, Estados Unidos ha respaldado a Japón, y el Departamento de Estado dijo en una declaración de 2021 que Japón había sido “transparente sobre su decisión” y parece estar siguiendo “estándares de seguridad nuclear aceptados mundialmente”. A esta declaración se le suma la del Consejo de Energía Atómica de Taiwán (isla situada al suroeste de Japón), que dijo que se estima que la cantidad de tritio que se libera está “por debajo del límite de detección, y el impacto en Taiwán será mínimo”.

Por su parte, el primer ministro de Corea del Sur, Han Duck-soo, mostró su apoyo al plan en junio y dijo que podía beber las aguas residuales después de haber sido tratadas para cumplir con los estándares internacionales.

Las contundentes posiciones en contra han venido por parte de Hong Kong y China continental, los dos principales destinos de exportación de productos del mar de Japón. En lo que respecta al gigante asiático, su administración de aduanas informó que mantendrá el veto a la importación de varios alimentos provenientes de Japón en respuesta a la iniciativa. Además, el gobierno chino advirtió que implementará pruebas de radiación a los productos provenientes de otras partes de Japón, y no solo de Fukushima. En el último tiempo, se convirtió en el detractor de mayor peso en la región, 

Por su parte, el Secretario General del Foro de las Islas del Pacífico, un grupo intergubernamental de islas del Pacífico que incluye a Australia y Nueva Zelanda, también publicó un artículo de opinión en enero expresando “graves preocupaciones”.

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