Durante el pasado lunes, una bomba suicida explotó en el interior de una mezquita ubicada en la ciudad de Peshawar, al noroeste de Pakistán. Según reportaron fuentes oficiales, el número de muertos aumentó a 100 el martes, marcando uno de los ataques más mortíferos en el país en años, que se enfrenta también a lo que analistas internacionales describen como “una crisis de seguridad nacional”.
En este sentido, Muhammad Asim Khan, portavoz del Hospital Lady Reading en la ciudad, informó que “al menos 100 personas habían muerto tras la explosión del lunes en la mezquita en un recinto policial” y dejó una suma de 217 heridos. Por su parte, el inspector general de la policía de Peshawar, Moazim Jah Ansari, informo que la lineas de investigación apuntan a un “probable ataque suicida” perpetrado por un atacante suicida que utilizó 12 kilogramos (26,5 libras) de explosivos.
Analistas sostienen que la explosión del lunes también representa la última señal del deterioro de la situación de seguridad que atraviesa la ciudad de Peshawar, capital de la provincia de Khyber-Pakhtunkhwa que limita con Afganistán, y que se convirtió en el sitio de frecuentes ataques de los talibanes paquistaníes, conocidos como Tehreek-e-Taliban (TTP) – una organización terrorista extranjera designada por Estados Unidos que opera tanto en Afganistán como en Pakistán -. Situación que también se vio potenciada desde que los talibanes recuperaron el poder en Afganistán en agosto de 2021.
En este contexto, es importante destacar además, que durante el año pasado se produjo la ruptura de un cese al fuego – que estaba previsto por un año – entre el TTP y el gobierno de Pakistán. Lo que amenaza no solo con una escalada de violencia en ese país, sino también con un aumento potencial de las tensiones transfronterizas entre los gobiernos de Afganistán y Pakistán.