El 13 de agosto se inauguró la mesa de diálogo entre representantes del presidente de Venezuela Nicolás Maduro y de la oposición venezolana. En este histórico proceso de construcción, que tendrá lugar en territorio neutral (México), el objetivo principal es lograr salir del estancamiento político que acecha al país. Será el primer intercambio formal en más de dos años y servirá para acordar una agenda de gobierno con el fin de encarar futuras discusiones. 

Los aliados de Maduro y la oposición, liderada por Juan Guaidó, se reunieron en Ciudad de México y firmaron un memorando de entendimiento para las conversaciones facilitadas por el gobierno noruego, en la que Países Bajos y Rusia serán acompañantes del diálogo. En ese sentido, el proceso quedó estipulado en continuar con las reuniones del 3 al 6 de septiembre próximo.

Estados Unidos, cuyas sanciones a la castigada crisis económica de Venezuela ha hecho descarrilar la última ronda de negociaciones, no participa de manera directa en el proceso. Sin embargo, tiene influencia sobre lo que ambas partes acuerden, manteniendo intercambios con los representantes de Noruega. De todos modos, anunció hace algunas semanas que está dispuesto a revisar su política de sanciones si el diálogo entre gobierno y oposición prospera hacia una “negociación integral”.

En suma, se trata del quinto intento de diálogo político en Venezuela desde que asumió la presidencia de Nicolás Maduro en 2013. Este acuerdo lo precede el reciente fracaso de negociaciones anteriores, la última de ella en Barbados hace dos años. De modo que todas las miradas se centran ahora en este nuevo intento para tratar de dar solución a la creciente crisis política, económica y social que azota al país.

Asimismo, hace días la Plataforma Unitaria de Venezuela, que incluye al sector liderado por Guaidó, anunció que presentará candidatos para las próximas elecciones que tendrán lugar el 21 de noviembre de este año. El comunicado pone fin a tres años de boicot y llamados a la abstención por falta de garantías.

Anunciamos a la comunidad nacional e internacional nuestra participación en el proceso de regionales y municipales del 21 de noviembre, con la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática”. De este modo, agrupará a los principales partidos de la oposición.

Diálogo de suma trascendencia

El primer encuentro sucedió en el Museo Nacional de Antropología de la capital mexicana. Estuvieron presentes el ministro de Relaciones Exteriores de México (Marcelo Ebrard), el jefe del equipo facilitador del Reino de Noruega (Dag Nylander), el jefe de la delegación oficialista venezolana, (Jorge Rodríguez) y el representante de la oposición (Gerardo Blyde). De ese modo, ambas partes firmaron un memorando de entendimiento para iniciar de manera formal el diálogo. Además, en el documento se subrayó la necesidad de que sean levantadas las sanciones de la comunidad internacional contra Venezuela.

El presidente de la Asamblea Nacional y representante de la delegación del gobierno expresó que el proceso que inicia en México, opinó, “significa esperanza”.

Por su parte, el emisario de la oposición bajo el paraguas de Plataforma Unitaria de Venezuela reconoció que cada lado “ha tenido que ceder una porción de su narrativa para lograr un término medio de inicio, con la convicción de que el proceso es más que necesario“.

Los cuatro voceros refrendaron una agenda de siete puntos. Entre ellos, se refiere a la necesidad de garantizar que el próximo proceso electoral se celebre bajo un “acuerdo de salvación nacional“. Ello incluye la contemplación de los derechos políticos y un cronograma electoral que facilite la presencia de observadores. 

Hay que tener presente que la oposición llega a este diálogo en México sin el respaldo que disfrutaba cuando Guaidó se proclamó “presidente encargado” del país en 2019. A su vez, la pérdida formal este año de la Asamblea Nacional como su último bastión tras no participar en los comicios legislativos de finales de 2020 devino en otro factor en contra del apoyo.

Un segundo punto se vincula a la petición para que se levanten las sanciones internacionales y, además, se restauren los derechos activos. Esta solicitud se inserta en una crítica situación económica, por lo que se vuelve una prioridad para el gobierno de Nicolás Maduro. Además, se pide la administración de los activos congelados de Venezuela en el exterior. Por último, en el documento el presidente Maduro acudió a que se reconozca la Asamblea Nacional y los poderes del país.

El tercer punto se vincula con la ayuda humanitaria, clave en el diálogo y poniendo el foco en la población venezolana, que padece la peor crisis de su historia reciente. Condicionantes como la recesión, la hiperinflación y la pérdida de poder adquisitivo llevó que millones de personas abandonaran Venezuela en estos años. A esta coyuntura se le sumó el impacto de la pandemia del Covid-19, que agudizó las dificultades de la ciudadanía.

Al respecto, en abril de este año, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU clasificó a Venezuela entre los cuatro países del mundo con mayor inseguridad alimentaria. De este modo, llegó a un acuerdo con el gobierno para mitigar la crisis que tiene especial impacto en los niños. Un gesto que fue celebrado tanto por el gobierno como por la oposición. 

En cuarto lugar, desde las delegaciones se reconoció el papel de México en tanto acogedor de los encuentros. “Queremos agradecer a nuestros anfitriones, cuya gala es una manera de hacer diplomacia que garantiza el respeto al derecho de los demás, a la soberanía y a la autodeterminación“, declaró Jorge Rodríguez.

Al respecto, pese a que el expresidente Enrique Peña Nieto alentó el abandono al apoyo al gobierno de Nicolás Maduro, la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder supuso para México un regreso a la política exterior de no intervención. Mediante dicha postura, AMLO recuperó las bases de la llamada “doctrina Estrada“. Esta práctica fue promulgada en 1930 y consagrada después en la Constitución que colocó los principios de libre autodeterminación de los pueblos y de no injerencia en asuntos internos de otros países como elementos clave de la diplomacia de México.

Por su parte, Noruega, que ya participó en el fallido diálogo de Barbados y en otros procesos de resolución de conflictos internacionales como el celebrado en La Habana entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, vuelve a actuar en su papel de mediador en el nuevo diálogo. Además, su intervención cuenta con el visto bueno de los Estados Unidos.

En este sentido, el jefe del equipo facilitador del Reino de Noruega precisó que el proceso de negociaciones será “integral, intenso e incremental”. Advirtió que se regirá por el principio de que “nada está acordado hasta que todo lo esté”. No obstante, acotó la posibilidad de que puedan suceder “acuerdos parciales tempranos” en temas “discutidos y que su implementación sea urgente, necesaria o verificable”.

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