Muchas naciones ven el vacío de poder creado por la guerra entre Rusia y Ucrania como una oportunidad para deshacerse de los aliados tradicionales y convertirse en actores de pleno derecho en la arena global.

El término “BRIC” fue acuñado por el economista británico Jim O’Neill en 2001 para describir a los mercados emergentes de Brasil, Rusia, India y China. Luego, en 2011, este acrónimo evolucionó a “BRICS” cuando Sudáfrica se sumó al grupo.

Desde entonces, la alianza ha sido objeto de un amplio debate, y con la próxima reunión de estas cinco naciones en Johannesburgo del 22 al 24 de agosto, dicho debate continuará.

Inicialmente, el grupo BRICS, compuesto por mercados en rápido crecimiento, fue concebido como una oportunidad para que los países del G8 (G7 desde que Rusia fue excluida en 2014 después de la anexión de Crimea) exploraran oportunidades de inversión lucrativas, más que como una alianza estratégica contrapuesta.

No obstante, en los últimos años, el grupo ha adquirido un matiz cada vez más político, particularmente debido a las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, así como a las sanciones que Occidente impuso a Rusia tras la anexión de Crimea y la invasión de Ucrania.

Hoy en día, los BRICS postulan ser una fuerza equilibrante en la transición hacia un nuevo orden económico global, más multilateral, que podría debilitar el predominio del dólar estadounidense en el comercio mundial.

Este argumento es especialmente atractivo para naciones en desarrollo y países que buscan una mayor autonomía estratégica. Esto cobra aún más relevancia dado que los Brics han superado al G7 en términos de contribución al PIB mundial y se encuentran en conversaciones para potenciales nuevos miembros.

Más de 15 países han expresado su interés en unirse a este bloque Brics. Entre los candidatos potenciales se encuentran Argentina, México, Turquía, Senegal, Irán e Indonesia, así como Argelia, Arabia Saudita, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Túnez.

Aunque se mencionó previamente que Marruecos podría haber mostrado interés, esta afirmación luego fue negada. Las monarquías del Golfo, antes firmemente alineadas con Estados Unidos aunque actualmente busquen mayor independencia, están redirigiendo sus objetivos.

Destacados ejemplos de este cambio incluyen la restauración de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán, mediada por China, y la decisión de la Liga Árabe de readmitir a Siria, impulsada por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Estas acciones contradicen las posturas occidentales en el conflicto ucraniano.

En este contexto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Egipto buscan aprovechar la situación creada por el conflicto entre Rusia y Ucrania, rompiendo alianzas tradicionales y expandiendo su influencia en el cambiante escenario global.

Marruecos también busca mantener relaciones con Europa y Estados Unidos, al mismo tiempo que establece alianzas comerciales estratégicas con China, Brasil e India.

El llamado a un mundo multipolar liderado por las principales economías de los Brics se alinea con estos objetivos. El Nuevo Banco de Desarrollo Brics (NDB) ha admitido a países como Emiratos Árabes Unidos y Egipto, y Arabia Saudita ahora manifiesta su interés en unirse.

Túnez también ha expresado su interés, aunque su situación económica es compleja. A pesar de la crisis, el presidente Kais Saied busca apoyo en organizaciones alternativas como los Brics y su NDB, desafiando las normas impuestas por los prestamistas tradicionales.

En resumen, diversos países árabes anhelan un rol más prominente en la arena global, y su interés en unirse a los Brics refleja esta ambición. Ahora recae en los Brics definir los criterios para la admisión de nuevos miembros, considerando tanto los aspectos políticos como los económicos.

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Redacción
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