Hubo una época en la que el mundo entero hablaba de un grupo de economías emergentes con gran potencial. Los BRICS están constituidos por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, países que lucharon para transformarse en un actor diplomático y financiero unificado capaz de desafiar a las instituciones internacionales lideradas por Occidente. Las dificultades económicas y los desacuerdos internos han obstaculizado su ambición, pero parece ser que esto por fin está cambiando.

Su creación se da en un contexto en el que el mundo se enfrentaba a las secuelas de la quiebra de las puntocom y los atentados terroristas del 2001 en Estados Unidos. Si bien se esperaba que prosperaran económicamente, pocos creían que formarían una agrupación unida. El motivo detrás de esta opinión se debía a que los Estados miembro representaban una mezcla de democracias inestables y autocracias absolutas, cada una con su propia estructura económica distintiva. Y dos de ellos —China e India— mantienen desde hace tiempo una disputa fronteriza sin visos de solución.

Aun así, los BRIC vieron en su alineación económica una oportunidad para ampliar su influencia mundial creando una alternativa a las instituciones internacionales lideradas por Occidente.

Con la incorporación de Sudáfrica en 2010, la agrupación obtuvo más peso. En 2014, se creó el Banco de Desarrollo de los BRICS como alternativa al Banco Mundial. Al año siguiente, los BRICS crearon el Acuerdo de Reservas Contingentes, con el fin de apoyar a los miembros que experimentaran presiones a corto plazo en su balanza de pagos.

Económicamente, los BRICS siguieron prosperando, al menos en conjunto. El grupo ha superado al G7 en términos de contribución relativa al PIB mundial (basada en la paridad del poder adquisitivo). Además, el comercio bilateral entre sus miembros está aumentando rápidamente. Pero el avance hacia las ambiciones más amplias de los BRICS parecía haberse estancado.

Los últimos acontecimientos sugieren un renovado impulso. Los miembros han estado hablando de “desdolarizar” el comercio, planteando así la posibilidad de que una nueva moneda compartida de los BRICS salga al mundo. Algunos expertos consideran que una moneda BRICS “tiene el potencial de usurpar” el dólar estadounidense, o al menos “sacudir [su] lugar en el trono”.

Asimismo, los BRICS parecen estar resurgiendo como plataforma de cooperación en una serie de cuestiones: el cambio climático, la gobernanza mundial y el desarrollo.

Como las promesas de reforma de Occidente han quedado en la nada, las alternativas potenciales parecen cada vez más atractivas para quienes se sienten excluidos. Los BRICS intentan construir un nuevo orden mundial y el atractivo de su causa entre otros países descontentos es cada vez mayor. De hecho, 19 países —entre ellos Argentina, Turquía y Arabia Saudí— han manifestado su interés por unirse a los BRICS, ofertas que se debatirán en la cumbre que se celebrará en agosto en Sudáfrica.

Para Occidente, la creciente influencia de los BRICS encierra una importante lección. Para que el actual orden internacional siga siendo relevante, las instituciones que lo componen tendrán que cambiar.

Te puede interesar: ¿No se implementa el acuerdo Mercosur-Unión Europea por las duras exigencias?

Redacción
Equipo de redacción de Escenario Mundial. Contacto: info@escenariointernacional.com

Dejá tu comentario