China controla actualmente casi el 70% de la producción total de minas de tierras raras en el mundo. A lo largo de estos meses reforzó su control sobre la industria de tierras raras al introducir nuevas regulaciones que aumentan la supervisión del proceso de minería, refinación y exportación tanto de minerales extraídos en el país como de aquellos importados para su procesamiento local.

A pesar de que los 17 elementos denominados tierras raras (como el neodimio, disprosio, itrio, entre otros) no son escasos en la corteza terrestre, su extracción rentable exige depósitos concentrados, tecnología avanzada y elevados estándares ambientales. En las últimas décadas, China endureció progresivamente las restricciones sobre su producción y exportación como mecanismo para controlar el suministro global, especialmente en respuesta a controles estadounidenses sobre tecnologías sensibles.
En abril de este corriente año, el gigante asiático añadió permisos obligatorios para siete tierras raras adicionales —incluidos samario, gadolinio, disprosio, itrio y otros— argumentando que esas medidas sirven para “proteger intereses nacionales y seguridad internacional”.Lo cierto es que el dominio chino en este sector viene en crecimiento. China produce aproximadamente el 69 % de la minería mundial de tierras raras y procesa casi el 90 % de esos elementos, lo que le da una ventaja estratégica en toda la cadena global de suministro.
No solo extrae grandes cantidades desde sus propias minas, sino que importa concentrados de países como Myanmar para refinarlos y luego exportarlos. Gracias a su dominio tecnológico en separación, fundición y purificación —capacidades que restringe o no exporta— China mantiene un control casi monopólico sobre la industria global.
Este dominio de China amenaza los intereses de EE.UU. y sus aliados
Por otra parte, el impacto de estas políticas se siente con fuerza en Estados Unidos y otras potencias. EE. UU. ha buscado reducir su dependencia de China mediante inversiones en minas nacionales y acuerdos de suministro con países como Australia. Por ejemplo, la minera Lynas (Australia) firmó recientemente un acuerdo con una empresa estadounidense para abastecer imanes de tierras raras para sectores de defensa e industria.

El control masivo de China sobre las minas y la cadena transformadora de las tierras raras le otorga una palanca estratégica decisiva en la competencia tecnológica global. A medida que la demanda de productos avanzados —vehículos eléctricos, redes 5G/6G, sistemas de defensa, inteligencia artificial— siga creciendo, la capacidad de países como EE. UU., Japón o la Unión Europea para diversificar su abastecimiento dependerá en gran medida de su voluntad política, inversión estratégica y capacidad técnica para desafiar el monopolio chino.
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