El 7 de junio de 2025, Colombia entró en una nueva fase en su historia política, luego del atentado al senador opositor y candidato presidencial, Miguel Uribe Turbay, que se encontraba en un acto de campaña en la capital organizado por su partido, Centro Democrático. Hace tres décadas que un hecho de esta magnitud no ocurría en suelo colombiano, pero que remite a los intentos de asesinato a Donald Trump, Jair Bolsonaro y la muerte de Fernando Villavicencio en Ecuador. La coincidencia es que todos, en su momento de ataque, se posicionaban como candidatos a presidente.
Los países de la región que más violencia política padecen son México y Ecuador. En el último ciclo electoral mexicano, al menos 63 políticos fueron asesinados, la cifra más alta de la historia del país, sin contar las más de 1500 agresiones, que incluyeron atentados, amenazas o ataques contra candidatos y funcionarios. El 80% de estos ataques fueron dirigidos contra las autoridades municipales. Pero este fenómeno se extendió hasta llegar a Sudamérica.
Ecuador, que atraviesa el año más sangriento de su historia, tocó fondo cuando el pasado 2023 asesinaron al candidato favorito por las encuestas, Fernando Villavicencio. Su muerte marcó un antes y un después en la historia del país andino, y un patrón similar podría ocurrir en Colombia ahora, tras el atentado a Uribe.

Está claro que la tasa de homicidios en ambos países es poco optimista, pero lo que hay que observar es como la violencia política en el continente más pacífico, porque no tiene guerras, se encuentra en ascenso. No es una cuestión de México y Ecuador como casos aislados, sino de Norte a Sur.
El caso Uribe se suma a la lista de atentados a candidatos presidenciales en los últimos años, donde se encuentra Donald Trump, el caso más reciente y con mayor resonancia; el de Fernando Villavicencio, el hasta ahora único fallecido de la lista; y el brasileño de derecha, Jair Bolsonaro, el caso más antiguo de estos cuatro.
El efecto político de los atentados
A mediados de 2018, un Jair Bolsonaro, diputado, que picaba en punta en las principales encuestas presidenciales en Brasil, fue apuñalado en el abdomen por Adélio Bispo de Oliveira durante un acto de campaña, en Juiz de Fora. Este acto, podría haber terminado con su vida, pero una rápida atención médica lo salvó del desangrado, y le permitió hacerse de la banda presidencial de Brasilia. Tres meses después del atentado, ganó las elecciones.
Año más tarde, Ecuador, hundido en la etapa de mayor crisis institucional de su historia, sufrió uno de sus capítulos más oscuros. El entonces candidato favorito en las encuestas, Fernando Villavicencio, salía de un mitín cuando recibió más de 40 disparos, terminando así con su vida. Villavicencio no corrió la misma suerte que el resto de los candidatos que sufrieron un atentado, y su muerte lo transformó en un mártir de la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Escenario Mundial viajó a Quito durante el mes de abril, y el clima social, de cara a las elecciones, se preguntaba qué hubiese pasado si Villavicencio no era asesinado. Los analistas creen que Daniel Noboa no hubiese ganado las elecciones.

En Argentina, el 1 de septiembre de 2022, la expresidenta y entonces vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner estuvo a centímetros de perder la vida cuando Fernando Sabag Montiel accionó un arma semiautomática en la puerta de su domicilio en Recoleta; el gatillo no se respondió y el hecho, captado en video, desató una fuerte discusión sobre el odio político y la seguridad pública.
El año pasado, específicamente el 13 de julio, el republicano, Donald Trump, se encontraba en Butler, Pennsylvania, en un mitín del partido, cuando un tirador armado le disparó y en cuestión de centésimas, Trump quedó en el suelo. La preocupación inundó el escenario, pero el ahora presidente se levantó, agitó el puño, y apareció con una oreja ensangrentada, porque la bala le rozó. La foto del mandatario de derecha recorrió los medios y muchos indicaron que ese día ganó las elecciones.
El 27 de octubre de 2024, el expresidente boliviano Evo Morales declaró que su convoy fue emboscado y tiroteado durante un trayecto en Cochabamba, resultando su chofer con heridas leves mientras él salió ileso.
Y por último, el caso más reciente ocurrió este fin de semana, cuando el senador y candidato presidencial, Miguel Uribe Turbay, recibió dos disparos durante el cierre de un mitin en el barrio Fontibón en Bogotá. Según informaron las autoridades colombianas, un menor de 15 años le disparó por la espalda. Rápidamente, Uribe fue trasladado de urgencia a la Fundación Santa Fe, que ya comunicó que se encuentra en “estado de gravedad”, aunque estable.
Colombia, un país sacudido durante más de 30 años por el avance del narcotráfico, no había sufrido un atentado de esta magnitud en tres décadas. “Miguel está luchando por su vida”, escribió su esposa, María Claudia Tarazona, en la cuenta X del senador, instando a los colombianos a orar por él.
“Respetar la vida es la línea roja”, dijo el presidente Gustavo Petro en un mensaje publicado en su cuenta X. Poco después de publicarlo, Petro canceló un viaje planeado a Francia “debido a la gravedad de los hechos”, según un comunicado presidencial. “Este acto de violencia no solo es un atentado contra la seguridad personal del senador, sino también contra la democracia, la libertad de pensamiento y el legítimo ejercicio de la política en Colombia”, se lee en el comunicado.
Por otro lado, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, fue “resultado de la violenta retórica izquierdista proveniente de las más altas esferas del gobierno colombiano. El presidente Petro debe moderar su discurso incendiario y proteger a los funcionarios colombianos”, advirtió el funcionario de Trump.
La senadora del partido Pacto Histórico de Petro, María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, candidato asesinado en 1990 durante la campaña electoral, llamó a una reunión urgente entre los partidos de Colombia, con el objetivo de defender la democracia. “Soy hija de un candidato presidencial asesinado en 1990 y la historia no debe repetirse”, escribió en su cuenta de X.
La parte más oscura de la historia, es el pasado familiar de Uribe: hijo de Diana Turbay, periodista asesinada en los años 90, punto más álgido de violencia, tras ser secuestrada por el equipo de Pablo Escobar. Uribe Turbay es de las familias más reconocidas en la coyuntura política de Colombia y los medios de comunicación. También es nieto del expresidente liberal Julio César Turbay Ayala.
A pesar del dramatismo que tuvo cada episodio a lo largo de estos años, muestran que la violencia política puede llegar a impulsar a los candidatos. Ese fue el caso de Bolsonaro y Trump. Aunque Villavicencio no sobrevivió, picaba en punta para ser el presidente ecuatoriano, de todas maneras se convirtió en un símbolo post mortem de la historia del país andino. Ahora los ojos están puestos en qué sucederá con la salud de Uribe en Colombia, ya que concentra la atención nacional, factor clave para poder ganar una elección, y podría fortalecer su liderazgo, a partir de la narrativa de su causa. Igualmente, el hecho es un reflejo del cambio de época en Colombia, que estuvo sumida en un conflicto interno con los grupos guerrilleros en las últimas décadas.
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