En medio de renovadas tensiones nucleares con Estados Unidos y una región convulsionada, Irán ha cerrado un acuerdo de gran envergadura con empresas chinas para la adquisición de miles de toneladas de insumos clave para la fabricación de misiles balísticos, según revelaron fuentes con conocimiento directo de la operación.

El pedido, compuesto principalmente por perclorato de amonio —un poderoso oxidante esencial para los combustibles sólidos utilizados en misiles de corto y mediano alcance— representa un salto significativo en la capacidad productiva del complejo militar-industrial iraní. Estimaciones preliminares sugieren que el volumen adquirido permitiría la producción de hasta 800 misiles balísticos, cifra que renovaría considerablemente el arsenal de la República Islámica.

El contrato, gestionado por la firma iraní Pishgaman Tejarat Rafi Novin Co. con la empresa Lion Commodities Holdings Ltd. con sede en Hong Kong, se habría firmado a principios de este año, en paralelo a las gestiones del expresidente Donald Trump por reactivar negociaciones nucleares con Teherán. Las autoridades chinas, consultadas por The Wall Street Journal, declararon no tener conocimiento directo del acuerdo y enfatizaron su cumplimiento con las regulaciones internacionales de control de exportaciones de bienes de doble uso.

La revelación coincide con una escalada regional marcada por los recientes ataques israelíes sobre Hezbollah y Hamas, el deterioro del régimen sirio de Bashar al-Assad, y los bombardeos estadounidenses e israelíes contra posiciones hutíes en Yemen. En este contexto, Irán busca recomponer el llamado “Eje de la Resistencia”, red de milicias aliadas que actúan como proyección indirecta de su poder en Medio Oriente. Parte del material adquirido en China podría ser destinado a estos grupos, según afirmaron las fuentes citadas por WSJ.

Además, se ha documentado el reciente traspaso de misiles balísticos iraníes a milicias chiitas en Irak, las cuales podrían emplearlos contra objetivos israelíes o estadounidenses en la región, replicando acciones similares ocurridas tras el asesinato del general Qassem Soleimani en 2020.

Las autoridades estadounidenses han respondido con una batería de sanciones. El Departamento del Tesoro impuso en abril y mayo restricciones a empresas e individuos en Irán, China y Hong Kong vinculados al suministro de materiales como el perclorato de sodio, precursor del compuesto ahora adquirido en grandes volúmenes. Washington sostiene que estos materiales son utilizados tanto en programas nucleares como en el desarrollo de vectores de lanzamiento avanzados.

El uso de compuestos altamente combustibles no está exento de riesgos. En abril, una explosión en el puerto iraní de Shahid Rajaee —clave para el comercio marítimo del país— provocó decenas de muertes. Según fuentes oficiales, el incidente fue causado por el manejo inadecuado de materiales peligrosos por parte de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica. Parte del perclorato de sodio importado desde China fue destruido en el siniestro.

Pese a los daños sufridos en octubre pasado, cuando ataques israelíes destruyeron una docena de mezcladoras planetarias utilizadas para la elaboración de propulsantes sólidos, Irán ha comenzado a reparar su infraestructura y sigue adelante con su programa. De acuerdo con Fabian Hinz, analista del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, “Irán necesita importar material para evitar cuellos de botella en su capacidad de producción interna”. El experto también alertó sobre los problemas estructurales del complejo de defensa iraní para garantizar estándares adecuados de seguridad.

El renovado impulso misilístico de Irán, con respaldo logístico chino, se da en un momento de creciente presión diplomática. El presidente Donald Trump advirtió esta semana que “se agota el tiempo para que Irán tome una decisión sobre su programa nuclear”, luego de una conversación con su par ruso, Vladimir Putin.

La nueva etapa en la cooperación entre Irán y China podría redefinir los equilibrios estratégicos en Medio Oriente y entorpecer los esfuerzos internacionales por contener el avance del programa balístico iraní. Con la mira puesta en reconstruir capacidades disuasivas, proyectar poder regional y condicionar el tablero diplomático, Teherán continúa apostando por una ambigüedad estratégica cada vez más sofisticada.

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Redacción
Equipo de redacción de Escenario Mundial. Contacto: info@escenariointernacional.com

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