El dominio informativo en escenarios de guerra se ha convertido en un terreno de disputa tan estratégico como el militar. En este contexto, altos funcionarios del Pentágono de Estados Unidos y expertos en inteligencia espacial alertan sobre el creciente avance de China en el control de imágenes satelitales comerciales, lo que podría permitirle imponer su versión de los hechos en futuros conflictos, particularmente en la región del Indo-Pacífico.

La preocupación se intensificó tras conocerse que el Congreso estadounidense evalúa un recorte presupuestario significativo al programa de adquisición de imágenes comerciales por parte de la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO, por sus siglas en inglés). El recorte, impulsado por la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca, reduciría de 300 a 200 millones de dólares anuales el financiamiento al programa Electro-Optical Commercial Layer (EOCL). Según un informe de Defense One publicado el 4 de junio, esta reducción amenaza la competitividad de empresas clave como Maxar, Planet Labs y BlackSky, y podría debilitar la capacidad estadounidense para responder informativamente ante escenarios de conflicto.

“La narrativa global de un conflicto puede definirse por quién muestra primero y mejor las imágenes satelitales”, advirtió Kari Bingen, directora del Proyecto de Seguridad Aeroespacial del CSIS y exsubsecretaria de Defensa para Inteligencia. “Si las compañías chinas lideran en este sector, se convertirán en el socio preferido a nivel global, imponiendo su versión de los hechos y desplazando a Occidente del control narrativo”, agregó.

La experiencia reciente en Ucrania refuerza esta alerta. Durante los días previos a la invasión rusa de febrero de 2022, la divulgación pública de imágenes satelitales comerciales del despliegue militar ruso—suministradas por firmas estadounidenses como Maxar—fue clave para desacreditar la narrativa del Kremlin y movilizar una respuesta coordinada de los aliados. “Sin ese insumo visual, hubiera sido mucho más difícil persuadir al mundo de las intenciones reales de Moscú”, explicó David Gauthier, exjefe de operaciones comerciales en la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial (NGA).

Sin embargo, la posibilidad de replicar ese efecto en futuras crisis se ve amenazada. El recorte presupuestario no solo limitaría la capacidad del NRO para adquirir nuevas imágenes, sino que debilitaría financieramente a las empresas proveedoras que, en muchos casos, dependen en gran medida de estos contratos para operar. Un asesor legislativo citado por Defense One consideró que un recorte parejo podría ser “catastrófico” para Maxar, y afectaría aún más a firmas emergentes como Planet y BlackSky si el NRO decide priorizar a su principal contratista.

En paralelo, China avanza a paso firme. Su industria espacial, fuertemente subsidiada por el Estado, ya ofrece imágenes satelitales a bajo costo a gobiernos de África, Asia y América Latina. Si bien Europa mantiene vínculos con proveedores occidentales, la creciente demanda global y los menores precios podrían permitir a Beijing consolidar su influencia en el mercado internacional de observación terrestre.

Las restricciones regulatorias también juegan un rol. Las empresas estadounidenses enfrentan limitaciones bajo el régimen de controles de exportación ITAR, lo que las vuelve menos competitivas frente a compañías chinas que no están sujetas a las mismas normas. “Es un doble golpe: recortes internos y obstáculos externos que frenan la expansión”, remarcó Bingen.

Por su parte, Europa intenta acelerar su autonomía satelital. La reciente asociación entre Maxar y Saab apunta a ofrecer capacidades de observación incluso en entornos sin señal GPS, mientras que la Unión Europea incrementa su inversión en inteligencia y defensa. No obstante, según el Instituto Europeo de Política Espacial, el bloque invierte apenas el 0,07% de su PBI en el sector espacial, frente al 0,24% que destina EE.UU.

La confianza entre aliados también se ha visto resentida. La decisión de la Casa Blanca, en marzo pasado, de suspender temporalmente el intercambio de inteligencia con Ucrania y de prohibir la redistribución de datos adquiridos por empresas estadounidenses, generó tensiones con países de la OTAN. “Todas estas relaciones se basan en la confianza, y no se puede ignorar que ha habido una fractura”, reconoció un funcionario europeo en condición de anonimato.

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Redacción
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