Ucrania se ha sacado de encima una atadura más para la conducción de sus operaciones militares, y lo ha hecho justo en uno de los momentos más confusos de la guerra desatada por la invasión de Rusia hace 3 años.

Las frágiles negociaciones de paz, bajo presión del presidente estadounidense Donald Trump, se han reiniciado, pero estas coexisten con una renovada ola de bombardeos rusos sobre ciudades ucranianas, y mientras se sigue combatiendo en el frente de batalla, cada vez más estancado. Por si esto fuera poco, Ucrania acaba de lanzar un ataque con drones contra cuatro bases aéreas en lo profundo del territorio ruso, en un deliberado intento de dañar a la flota de bombarderos estratégicos de Rusia que tanto daño le han hecho.

Crédito: Fuerzas Armadas Ucrania

Esos drones, operados por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), nos han dejado imágenes espectaculares en sus ataques contra bombarderos Tu-95 y Tu-22, entre otras aeronaves rusas. Pero Ucrania sigue dependiendo de armas convencionales -y municiones- para sostener la guerra contra Rusia, y en muchos casos provistas por Occidente.

Al respecto, el canciller de Alemania, Friedrich Merz, aseguró recientemente que, como consecuencia de los renovados ataques de Moscú contra la población civil ucraniana, los aliados europeos habían levantado todas las restricciones en el uso de las armas suministradas a Ucrania, especialmente las de largo alcance. “Ucrania ahora también puede defenderse atacando posiciones militares en Rusia”, dijo el canciller en X.

Desde el inicio mismo de la invasión Rusa, Ucrania ha estado recibiendo equipo militar occidental para hacer frente a las pérdidas y las necesidades emergentes del frente. Primero fue a cuentagotas y con material liviano –armas portátiles antitanque y antiaéreas–, pero luego también se fueron incorporando tanques, artillería, lanzadores de misiles y cohetes e incluso aviones de combate.

Pero la ayuda de Europa y EE.UU. siempre estuvo atada a condiciones sobre su empleo, diseñadas para limitar una posible escalada con Rusia, una de las principales potencias nucleares del mundo, justamente a las puertas de Europa.

Así, al menos inicialmente y solo por dar algunos ejemplos, Ucrania recibió artillería –como los sistemas autopropulsados Caesar francés y Panzehaubitze 2000 alemán, además de obúses de 155 mm de EE.UU.– y misiles y cohetes –entre ellos los HIMARS y diferentes sistemas antiaéreos-, pero sin el permiso para usarlos en forma ofensiva para atacar blancos dentro del territorio ruso.

Crédito: Tony Overman/AP

La restricción se fue flexibilizando con el tiempo y a medida que los frentes mutaban, e incluso pasaban a incorporar territorio ruso desde la invasión ucraniana en Kursk. Y ahora, al parecer, se ha levantado del todo.

Merz fue incluso más allá: anunció que Alemania ayudaría a fabricar misiles de largo alcance dentro del territorio de Ucrania. El canciller declinó comentar si se trataría del poderoso sistema Taurus, un misil de crucero alemán de altas prestaciones y 500 kilómetros de alcance. Pero aunque no fuera ese el equipo, el anuncio supone un cambio importante en la postura de Europa, que ya no parece temer tanto a una escalada militar con Rusia. Y especialmente de Alemania, que bajo el anterior gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz se mostró mucho más cauto a la hora de equipar militarmente a Ucrania.

Como se dijo, todo esto ocurre en medio de renovadas negociaciones de paz entre Kiev y Moscú, mediadas otra vez por Turquía y presionadas por EE.UU., que entre idas y venidas -y las exigencias territoriales de Rusia, que siguen siendo inaceptables para Ucrania- parecen haber comenzado tímidamente: este lunes se inició una segunda ronda en Estambul.

La última vez que Ucrania y Rusia se sentaron a negociar la paz fue a comienzos del conflicto, en marzo de 2022. Desde entonces ha habido numerosas iniciativas pero ningún retorno formal y oficial a la mesa de negociaciones.

Crédito: RT

Así, las negociaciones tienen lugar no solo al calor del ataque ucraniano con drones del fin de semana, sino también bajo la sombra de las renovadas capacidades ofensivas convencionales ucranianas tras el levantamiento de las restricciones europeas en el usos de sus armas. 

Pero hay más preguntas que certezas: ¿Por qué los europeos han elegido este momento para levantar las restricciones? ¿Es un deliberado boicot al endeble proceso buscado por Trump, que parece parcial a Rusia? ¿O un intento de fortalecer la posición de Ucrania de cara a un posible alto al fuego? ¿O tal vez una apuesta, que se suma al ataque con drones, de la propia Ucrania para evitar la firma de un acuerdo de paz leonino y mostrarse fuerte?

El tiempo tendrá la respuesta. Por ahora, nos queda la única certeza de este conflicto que lleva ya tres largos años: la tendencia a escalar.

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Germán Padinger
Politólogo y periodista especializado en política internacional.

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