Representantes de Rusia y Ucrania se reunieron en Estambul para llevar a cabo una nueva ronda de negociaciones directas, la segunda desde el inicio de la invasión a gran escala en 2022. La cumbre diplomática tiene lugar apenas horas después de un ataque masivo de drones ucranianos contra la aviación estratégica rusa, considerado uno de los golpes más significativos a las capacidades aéreas de Moscú desde el inicio del conflicto.
El encuentro, que se desarrolla en el histórico Palacio de Çırağan a orillas del Bósforo, llega en un momento crítico. El domingo por la noche, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) llevó adelante la operación “Pavutyna” (Red), en la que empleó drones FPV de largo alcance para atacar varias bases aéreas rusas, entre ellas Olenya, Belaya, Ivanovo Severny, Dyagilevo y Ukrainka. Según fuentes ucranianas, al menos 41 aeronaves —incluyendo bombarderos estratégicos como los Tu-95MS, Tu-22M3 y Tu-160— fueron destruidas o gravemente dañadas. Aunque las cifras aún no han sido verificadas de manera independiente, las primeras imágenes satelitales podrían confirmar un daño severo para las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia.
El operativo, resultado de 18 meses de preparación encubierta, implicó el ingreso clandestino de drones en territorio ruso, ocultos en camiones con compartimientos móviles activados a distancia. Según informó Ukrainska Pravda, todos los agentes involucrados en la operación regresaron a salvo a Ucrania.

La ofensiva ucraniana se da como respuesta a una escalada de ataques por parte de Rusia, que la noche previa lanzó un total récord de 472 drones Shahed contra territorio ucraniano, en combinación con misiles balísticos Iskander y misiles de crucero. Si bien una parte fue interceptada por la defensa aérea o sistemas de guerra electrónica, el ataque dejó al menos nueve muertos y 49 heridos, incluidos niños, en regiones como Járkov, Dnipropetrovsk, Donetsk, Zaporizhzhia, Jersón y Mykolaiv.
El contexto es tan complejo como volátil. Mientras la delegación ucraniana, encabezada por el ministro de Defensa Rustem Umerov, busca priorizar temas humanitarios como el intercambio de prisioneros y la posibilidad de un cese al fuego temporal, la parte rusa —liderada por Vladimir Medinsky— insiste en imponer condiciones que desde Kyiv son calificadas como intentos de rendición forzada. Moscú aseguró haber recibido un borrador ucraniano de memorando de paz y prometió presentar su propia propuesta durante las conversaciones.
La anterior reunión, celebrada el 16 de mayo también en Estambul, solo alcanzó un acuerdo puntual sobre el mayor intercambio de prisioneros de guerra del conflicto —mil prisioneros liberados por cada parte— sin avances tangibles hacia una desescalada militar.

Mientras tanto, la presión internacional se incrementa. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha advertido que si no hay progresos concretos, Washington podría abandonar su rol como mediador, endureciendo aún más las condiciones geopolíticas que rodean las negociaciones.
Desde Moscú, la atmósfera previa a la cumbre ha sido de hostilidad abierta. Voces influyentes del oficialismo y blogueros militares exigen una respuesta “contundente” a lo que consideran un atentado directo contra la columna vertebral del poder aéreo ruso. Analistas locales, como Vasily Stoyakin, descreen de una resolución inmediata y describen las negociaciones como “un teatro del absurdo”, donde ambas partes llegan con agendas irreconciliables.
Con pérdidas materiales multimillonarias y sin señales claras de voluntad mutua de ceder, el camino hacia una paz negociada parece tan incierto como desde el primer día. No obstante, la magnitud del daño infligido a la fuerza aérea estratégica rusa podría marcar un punto de inflexión operativo que reconfigure las opciones militares y diplomáticas a corto plazo.
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Fuente: Adaptado con información de Reuters, Kyiv Independent y Zona Militar.