La Unión Europea presentó su primera estrategia integral para el Mar Negro. El plan, revelado por la alta representante de política exterior, Kaja Kallas, busca recuperar la influencia regional perdida ante Rusia y posicionarse como un actor clave frente a eventuales escenarios de conflicto. Desde la disolución de la Unión Soviética, Moscú consolidó su hegemonía en el Mar Negro mediante el control del puerto estratégico de Sebastopol en Crimea y la modernización de su flota. La anexión ilegal de Crimea en 2014 reforzó su capacidad de negación de acceso (A2/AD), con misiles antibuque, submarinos y sistemas antiaéreos que limitaron la presencia de la OTAN en la zona.
Sin embargo, el panorama comenzó a cambiar tras la invasión a gran escala de Ucrania en 2022. Con el uso de drones marítimos de fabricación local y misiles de largo alcance proporcionados por Occidente —como los Storm Shadow y los Atacms—, Kyiv logró recuperar puntos estratégicos como la Isla de las Serpientes y forzar a la flota rusa a replegarse a puertos en la costa rusa.

En este contexto de reposicionamiento, Bruselas lanzó una “Estrategia para el Mar Negro” con tres objetivos principales: proteger las rutas comerciales e infraestructuras críticas, reforzar la preparación militar en caso de conflicto, y contener cualquier intento ruso de volver a proyectar poder en la región.
Inversiones en infraestructura estratégica
Uno de los pilares más ambiciosos del plan europeo es la modernización de la infraestructura de transporte en países clave como Bulgaria y Rumania, ambos miembros de la UE y fronterizos con el Mar Negro. Se proyectan inversiones en puertos, ferrocarriles y aeropuertos que permitan acelerar el despliegue de tropas y equipos militares en caso de necesidad operativa.
Según la propia Kallas, estas mejoras no solo fortalecerán la capacidad de disuasión, sino que serán esenciales para apoyar la logística de la OTAN. Las rutas logísticas críticas, como los corredores terrestres entre Bulgaria y Rumania, serán priorizadas para su adecuación al uso dual civil-militar.

Además, se vigilará estrictamente que las inversiones no terminen en manos de actores extranjeros con intereses geopolíticos contrapuestos, como ha ocurrido con compras chinas en puertos de Georgia. Bruselas quiere evitar que terceros estados interfieran en nodos sensibles de conectividad estratégica.
Monitoreo permanente del espacio marítimo
El segundo eje de la estrategia contempla la creación de un centro de monitoreo de seguridad marítima, el Black Sea Maritime Security Hub. Esta instalación dotaría a los estados miembros de la UE de información en tiempo real —desde el espacio hasta el lecho marino— sobre movimientos de buques militares y civiles rusos.
La vigilancia también incluirá alertas tempranas ante posibles sabotajes en infraestructuras submarinas críticas, como los cables eléctricos entre Azerbaiyán y Europa, o en plataformas energéticas frente a las costas de Bulgaria y Rumania. Otro foco será el seguimiento de la llamada “flota fantasma” rusa, integrada por buques petroleros que violan sanciones occidentales.
El monitoreo contribuiría, además, a evitar bloqueos similares al que sufrió Ucrania en sus exportaciones de grano, forzándola a utilizar un corredor protegido costero cerca de Rumania y Bulgaria. La estabilidad de estas rutas es vital para los ingresos ucranianos y para la seguridad alimentaria global.

Cooperación regional y el rol clave de Turquía
El tercer componente apunta a reforzar alianzas en el entorno del Mar Negro, una región estratégica que conecta Europa con el Cáucaso y Asia Central. La UE planea desarrollar corredores energéticos, de transporte y digitales que integren a sus socios con los mercados orientales.
Pero una pieza crítica de este tablero es Turquía. Aunque miembro de la OTAN y candidato a la UE, Ankara mantiene una política exterior autónoma que incluye una relación comercial activa con Moscú y el control del acceso naval al Mar Negro a través del estrecho del Bósforo.
El tratado de Montreux otorga a Turquía la facultad de restringir el ingreso de buques de guerra extranjeros al Mar Negro en tiempos de guerra, limitando así cualquier intento de Bruselas por establecer una presencia naval significativa. Solo los países ribereños pueden tener acceso pleno, lo que complica la proyección marítima europea.
A pesar de estas limitaciones, la UE busca acercar posiciones. “Esta estrategia también es una invitación a una cooperación más estrecha con todos los países del Mar Negro, incluida Turquía”, señaló Kallas, quien subrayó que “la seguridad en esta región es de interés común”.
Con esta estrategia, la Unión Europea da un paso firme hacia la militarización de su política exterior en una región históricamente dominada por Rusia. La decisión marca un cambio significativo en la postura de Bruselas, que por años se limitó a respuestas diplomáticas y sanciones.
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