En línea con su política de “mano dura” contra la inmigración ilegal, Donald Trump confirmó que EE.UU. propuso ampliar sus operaciones militares en su frontera sur con México. El ofrecimiento, según trascendió, fue dirigido directamente a la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, con el fin de abordar el narcotráfico transfronterizo. Tras la negativa a recibir la propuesta de Washington, la tensión entre ambos gobiernos se intensifica, profundizando las diferencias entre los dos líderes norteamericanos.

Cárteles, el enemigo común de Washington y Ciudad de México

Lo que comenzó como un intento de cooperación bilateral en materia de seguridad, continúa generando fricciones diplomáticas entre EE.UU. y su vecino del sur, México. Recientes declaraciones del presidente Trump dieron a entender que su homóloga mexicana no está capacitada para hacer frente al accionar de los cárteles, quienes no dan tregua pese a los esfuerzos del gobierno mexicano. El predecesor de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador, comenzó su gestión con la política de “abrazos, no balazos” para luego virar paulatinamente hacia la militarización de la seguridad interior como consecuencia del espiral de violencia.

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, durante su conferencia matutina en el Palacio Nacional, Ciudad de México, el 2 de abril de 2025. Créditos: Marco Ugarte/AP

A esta escalada se suma una decisión reciente de Washington que promete ahondar las hostilidades: el 20 de febrero de 2025, el Departamento de Estado de EE.UU. designó oficialmente a varios cárteles mexicanos y latinoamericanos como Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTOs) y Terroristas Globales Especialmente Designados (SDGTs). Entre los grupos señalados figuran el Cártel de Sinaloa, el CJNG, el Cártel del Noreste, la Nueva Familia Michoacana, el Cártel del Golfo y Cárteles Unidos. La medida busca desarticular redes financieras y operativas transnacionales.

Soberanía y juego de poder

La calificación de “terroristas” a estos grupos del crimen organizado introduce una narrativa más agresiva desde Washington y podría tensar aún más el vínculo con el gobierno de Claudia Sheinbaum, que se ha mostrado reticente a aceptar cualquier intervención directa de EE.UU. en territorio mexicano. Esta afirmación adquiere más fuerza teniendo en cuenta el argumento que usó la líder mexicana para rehusarse a tomar el ofrecimiento de Trump. En este contexto, Sheinbaum declaró que “la soberanía no se vende, es amada y defendida”.

Migrantes que solicitan asilo en Estados Unidos se agrupan cerca del muro fronterizo tras cruzar una cerca con alambre de púas colocada para impedir su paso, mientras un miembro de la Guardia Nacional de Texas los escolta, visto desde Ciudad Juárez, México, el 19 de diciembre de 2024. Créditos: Jose Luis Gonzalez/Reuters

Pese a su abrumadora capacidad militar y su vasto aparato de inteligencia, EE.UU. no ha logrado detener el problema de raíz: la estructura transnacional del narcotráfico y sus vínculos con la migración forzada. Resulta paradójico que, mientras se destinan enormes recursos a fortalecer la frontera y se ensayan nuevas restricciones a la inmigración, los flujos no cesan y los cárteles siguen operando con impunidad. Cualquier intervención militar unilateral en México sería no solo imprudente, sino peligrosa. Con grandes ciudades estadounidenses a apenas unas horas de la frontera, los grupos criminales tendrían margen para responder con ataques que escalarían rápidamente el conflicto.

Los daños colaterales, incluidos civiles muertos por fuego estadounidense, podrían desatar una crisis interna de gran magnitud en México, un país de 130 millones de habitantes, con la consiguiente ola de refugiados hacia el norte. Por otra parte, presionar económicamente a México mediante aranceles u otras sanciones podría terminar afectando negativamente a la propia economía estadounidense, dada la alta interdependencia comercial entre ambos países. En definitiva, la fuerza sin estrategia solo multiplica los efectos no deseados.

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