Hace tan solo unos días, el jefe del grupo terrorista yemeni, Abdulmalik al Huti, advirtió que todos los buques estadounidenses que pasen por el mar Rojo serán abatidos, a modo de represalia por los ataques que asesinaron a varios líderes insurgentes en Yemen. El grupo terrorista, que es una clara amenaza a la integridad del gobierno yemeni, apoya hace tiempo al grupo terrorista Hamas en el conflicto con Israel y además posee financiamiento de Irán. 

Con los recientes ataques de Israel sobre la franja de Gaza, que dejaron más de 400 víctimas fatales, los hutíes se mostraron mucho más ofensivos en sus declaraciones con claras intenciones de guerra (el propio líder del grupo declaró que comenzará una campaña militar contra Estados Unidos).

Esto llevó a que los propios iraníes instaran al grupo terrorista a calmar las tensiones, aunque el grupo rebelde yemeni argumentó que no recibe órdenes de Teherán, aludiendo que su accionar es totalmente autónomo. Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró que culpará a Irán por cualquier ataque de los hutíes sobre embarcaciones de su país.  

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En este caso, estamos ante una nueva evidencia del rol preponderante que tienen los actores no estatales en el sistema internacional. Es un fenómeno novedoso, en términos históricos, que un grupo terrorista influya en las relaciones entre dos Estados y aún más entre dos grandes poderes, como lo son Estados Unidos e Irán. Por un lado, existe una superpotencia global que se muestra reticente al despliegue de tropas en otras regiones del mundo, pero, al mismo tiempo, no puede abandonar por completo una región donde un aliado estratégico se encuentra en guerra y, menos aún, cuando surgen otros enemigos que atentan contra los intereses norteamericanos. Por otro lado, Irán es la potencia regional que busca contrarrestar la presencia estadounidense en Medio Oriente, apoyando a los enemigos de Estados Unidos, como por ejemplo Hamas, los hutíes, los insurgentes libaneses, entre otros. 

Ante el cese al fuego en el enclave palestino, los hutíes decidieron iniciar ataques contra Israel por el bloqueo que la nación judía ejerce sobre Gaza. Además, los hutíes sostienen que no habrá ningún tipo de diálogo hasta que no se termine el bloqueo, por lo que el único desenlace parece ser la guerra. Los hutíes alegaron colocarse a la defensiva, un recurso que se ha escuchado innumerables veces. Los rebeldes señalaron que el bloqueo que se le aplicaba a Israel en el mar Rojo ahora se extenderá a Estados Unidos porque sus buques abatieron a líderes insurgentes en Yemen, provocando que este accionar de la potencia norteamericana lo colocara como uno de los objetivos a atacar por parte del grupo terrorista yemení. 

En pocas palabras, los hutíes intentan justificar sus represalias responsabilizando a Estados Unidos por sus propias decisiones. El grupo rebelde no quedó satisfecho con ello, pues advirtió que, en caso de seguir los ataques, se tomarán nuevas medidas de escalada, alegando a meros eufemismos como la movilización popular y el apoyo genuino a la causa palestina. 

Para Estados Unidos, desde el punto de vista de su nueva política exterior, la situación parece ser bastante controversial. Al contrario de las medidas que tomó Joe Biden, que reforzaron el despliegue de buques de guerra en conjunto con fuerzas británicas en el mar Rojo, Donald Trump siempre sostuvo el repliegue de las fuerzas militares para evitar intervenciones innecesarias en conflictos ajenos. 

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Este lineamiento podría verse en entredicho cuando existen amenazas a la seguridad tan grandes como los grupos terroristas, que generan ataques indiscriminados contra poblaciones civiles y contra las propias fuerzas norteamericanas. Sin embargo, el presidente Donald Trump fue incisivo: “Usaremos una fuerza letal abrumadora hasta que hayamos logrado nuestro objetivo”.

El terrorismo sigue vigente y no dejará de estarlo, seguira siendo uno de los principales enemigos de Estados Unidos. Las motivaciones políticas de romper con el statu quo al no respetar el alto al fuego en Gaza instaurado desde enero y los intentos reiterados de derrocar al gobierno yemení, convierten a los hutíes en una amenaza para Estados Unidos e Israel. Será interesante analizar de qué manera se podrá apaciguar las tensiones en el mar Rojo: con una contraofensiva militar o bien con un llamado de atención de Irán a los hutíes para evitar una mayor escalada.

En caso de escalar la violencia, cabe preguntarse si Estados Unidos realmente tomará represalias contra Irán y cómo responderá este último ante las mismas. Lo que sí parece seguro es que se ha reanudado un conflicto en Medio Oriente que se mantuvo sin mayores tensiones durante mucho tiempo, pero ahora se ha convertido en una clara señal de desestabilización en la península arábiga.

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Santiago Bruno
Licenciado en Relaciones Internacionales (UCA) y Maestrando en Política y Economía Internacionales (UdeSA) con amplia experiencia en la redacción de artículos académicos y notas de análisis internacional, al igual que en consultoría extranjera sobre relaciones públicas y comunicaciones externas. Miembro adherente del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).

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