Por José Martín Sánchez Vicente miembro del Grupo Jóvenes Investigadores del IRI

El pasado 11 de abril, los peruanos pusieron en manifiesto su rechazo a la clase política y al sistema económico que ha imperado en nuestro país desde 1993. Como resultado, Pedro Castillo y Keiko Fujimori se enfrentarán en las urnas este próximo 6 de junio. Mientras Pedro Castillo (candidato poco conocido y con una aparición galopante en la última semana de las encuestas) propone un cambio radical y por momentos inviable de la constitución y su planteamiento hacia un Estado Socialista, Keiko Fujimori plantea una defensa del sistema económico y régimen constitucional que ha llevado al Perú a reducir la pobreza, aunque aún no ha logrado solucionar las enormes desigualdades sociales, que mantiene a los peruanos en una constante crispación política.

En este escenario que francamente entusiasmó a muchos, así como disgustó a tantos más, se pretendió interpretar los resultados como un voto contestatario del “Perú profundo”, término completamente desencajado de la realidad y expresado por aquellos que inconscientemente o conscientemente siguen viendo, desde Lima, al resto del país como un anexo de la capital; pero que en realidad manifiesta el poco entusiasmo que despertaron estas elecciones, apañadas ante una realidad peruana, que se hunde en desesperación ante la incapacidad de conseguir una cama UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) para sus familiares contagiados por la COVID-19.

A ello se le suma un gobierno de transición, que inició con una disertación poética del presidente Francisco Sagasti, pero que termina en un trágico canto griego de desesperanza y súplicas para que el 28 de julio llegue y pueda soltarse el “mundo” de los hombros, tal cual Atlas busca incipientemente quien pueda reemplazarlo en su condena.

Mirando el precipicio 

El sistema electoral peruano, no dispone de un mecanismo que evite la elección de estos 2 candidatos a segunda vuelta, por lo que la elección de alguno de ellos, es inevitable.

En ese sentido, la campaña electoral durante estas semanas, ha girado en torno a las declaraciones y propuestas del candidato Pedro Castillo, quien no ha sido muy abierto a dar entrevistas o declaraciones a la prensa, incluso, recientemente, ha azuzado a sus simpatizantes a realizar actos de violencia en contra de la prensa capitalina que se encuentra cubriendo sus actividades proselitistas.

Por el otro lado, la candidata Keiko Fujimori se ha volcado en una estrategia de confrontación contra Pedro Castillo y Vladimir Cerrón (dueño del partido por el cual Pedro Castillo postula a la presidencia), intentando relacionar sus propuestas con las del fallido sistema venezolano, basándose principalmente en el “Ideario Programa” que ellos presentaron al Jurado Nacional de Elecciones como su plan de gobierno para el Perú y del cual buscan alejarse, puesto que en los sondeos electorales, el candidato Pedro Castillo, no logra superar el 50% por ciento de intención de voto, mientras que Keiko Fujimori ha tenido un avance enorme en las encuestas, de haber iniciado con un 20%, ahora oscila entre un 40% de intención de voto, lo que supone unos resultados en los que cada voto cuenta.

Recientemente, el 23 de mayo, se realizó el debate técnico entre los partidos que postulan a la presidencia, un evento que duro aproximadamente 3 horas, y que enfocó la atención de los analistas y la ciudadanía, principalmente en el equipo técnico de Pedro Castillo, puesto este último decidió no revelarlos hasta pocos días antes del debate, siendo un completo misterio suponer cual era el equipo de trabajo del candidato. Por el otro lado, la estrategia de Keiko Fujimori, se centró en entrelazar alianzas políticas con antiguos adversarios políticos, sumándolos a su equipo técnico y buscando un consenso entre los grupos partidarios más afines a su plan de gobierno, reiterando constantemente la poca preparación del otro candidato. Dando como resultado un debate más político que técnico, en la cual se mostraron falencias y fortalezas, sin un claro ganador, por lo que el debate presidencial del 30 de mayo, puede definir las elecciones.

En ese sentido, la contraposición entre ambos candidatos requiere de una mirada sin sesgos políticos, analizando directamente aquello que promulgan más no analizar a la persona misma, puesto que ambos no representan el perfil ideal que muchos peruanos desearían tener en una segunda vuelta electoral; sin embargo, la realidad es esta, por un lado tenemos un partido político que nos recuerda a planteamientos propios de los años 80’ con un planteamiento que ya ha sido probado en el país, y que no solo fracasó, sino que trajo mucha pobreza y endeudamiento; por el otro lado tenemos a un partido político que se enfrenta a su tercera segunda vuelta presidencial, habiendo tenido una constante participación política en los últimos años, con un desgaste notorio y una percepción negativa de la población, que pretende continuar con el sistema que impera en el país desde la promulgación de la constitución de 1993, realizando algunos cambios, pero acercándose a personajes políticos de antaño, que no le suman a su postulación, solo la hacen acercarse aún más al gobierno autoritario de Alberto Fujimori.

Así mismo, la situación electoral ha polarizado al país al punto de politizar un reciente (24 de mayo) ataque terrorista en el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), en el que al menos 16 personas murieron, entre ellas 2 menores de edad, en la cual los perpetradores llamaban a no votar por la candidata Fujimori, un hecho que debe ser investigado sin sesgos partidarios y seguir llamando la atención a la lucha que aún se mantiene en esa zona contra el narcotráfico y los grupos terroristas que se mantienen activos.

Finalmente, la elección entre alguno de los candidatos no debe significar una carta abierta para la realización de sus planes de gobierno, definitivamente, quien sea elegido este 6 de junio, tendrá frente a él o ella, a una población sumamente fiscalizadora que no permitirá un abuso de poder ni una destrucción de las instituciones en el país.

José Martín Sánchez Vicente: Licenciado en Derecho

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