El presidente ruso Vladímir Putin encabezó este viernes una nueva edición de su tradicional maratón anual de preguntas y respuestas con la ciudadanía, en un contexto marcado por el desgaste de la guerra en Ucrania, las presiones económicas internas y las negociaciones diplomáticas impulsadas por Estados Unidos para intentar un acuerdo. El evento, conocido como Resultados del año y transmitido a nivel nacional, volvió a funcionar como una instancia cuidadosamente controlada para medir el clima social y fijar la narrativa oficial del Kremlin.

Según encuestas previas del Centro Levada, un instituto independiente, las dos principales inquietudes de la población rusa giran desde hace tres años en torno a los mismos ejes: cuándo terminará la guerra y cómo enfrentar el deterioro del nivel de vida. En la antesala del evento, el 21 % de los consultados señaló que preguntaría por el final del conflicto en Ucrania, mientras que el 16 % mencionó salarios, pensiones y beneficios sociales como su mayor preocupación.
Guerra prolongada y posiciones inamovibles
Durante su intervención, Putin reafirmó la postura dura del Kremlin respecto a Ucrania y descartó cualquier negociación que implique concesiones territoriales por parte de Rusia. El mandatario sostuvo que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, “no está dispuesto a discutir la cuestión territorial”, y volvió a insistir en que Moscú considera como propias las regiones ocupadas, además de Crimea, anexada en 2014.
En ese marco, Putin afirmó que las Fuerzas Armadas rusas mantienen la iniciativa estratégica a lo largo del frente y anticipó nuevos avances antes de fin de año. Estas declaraciones se producen mientras Washington intensifica contactos diplomáticos para explorar un acuerdo que ponga fin a casi cuatro años de guerra, aunque las demandas rusas y ucranianas siguen siendo abiertamente incompatibles.

El líder ruso también cuestionó a los gobiernos europeos y a la OTAN, acusándolos de preparar a sus sociedades para un conflicto con Rusia y de utilizar a Ucrania como instrumento para encubrir sus propios fracasos políticos y económicos. En esa línea, criticó la retórica del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y advirtió que cualquier amenaza directa contra territorios rusos, como Kaliningrado, recibiría una respuesta contundente.
Economía bajo presión y malestar social
Más allá del frente militar, el evento volvió a exponer las tensiones internas de la economía rusa, sometida a sanciones, inflación persistente y un elevado gasto en defensa. Aunque el Kremlin sostiene que el país logró adaptarse a un esquema de “economía de guerra”, los indicadores sociales muestran señales de desgaste. En los sondeos del Centro Levada, uno de cada cuatro rusos afirmó que su situación personal empeoró en el último año.
Putin reconoció que la inflación sigue siendo un problema, pero volvió a repartir responsabilidades entre el Banco Central y el gobierno federal. Al mismo tiempo, defendió el aumento del gasto militar como una necesidad estratégica y evitó anunciar medidas concretas de alivio económico, más allá de reiterar promesas de estabilidad a mediano plazo.

Las preguntas filtradas durante el evento incluyeron reclamos por bajos salarios en sectores clave como salud y educación, problemas de infraestructura y acceso a servicios básicos, además de restricciones en plataformas digitales occidentales. Sin embargo, como en ediciones anteriores, los temas más sensibles quedaron acotados por el formato altamente controlado del encuentro.
Activos congelados y choque con Occidente
Otro eje central del discurso fue la respuesta de Putin a los planes europeos de utilizar activos rusos congelados para financiar a Ucrania. El presidente calificó estas iniciativas como un “robo” y aseguró que Moscú recurrirá a tribunales internacionales para reclamar su devolución. Advirtió, además, que estas medidas tendrán consecuencias a largo plazo para la confianza en el sistema financiero occidental.
Las declaraciones se produjeron en simultáneo con debates en la Unión Europea sobre un préstamo de gran escala para sostener el esfuerzo bélico ucraniano, en un momento en que Kiev enfrenta crecientes dificultades para financiar su defensa.

El maratón anual, que combina una conferencia de prensa con llamadas y mensajes de ciudadanos, sigue siendo una herramienta central de control político y comunicación para el Kremlin. Este año, el evento recibió más de dos millones de preguntas, procesadas con sistemas de inteligencia artificial para identificar temas recurrentes, lo que refuerza su carácter de termómetro social, pero también de filtro informativo.
Aunque la aprobación de Putin se mantiene alta según encuestas oficiales, los datos independientes muestran un creciente cansancio social con la guerra. Más del 65 % de los consultados por Levada considera que es momento de avanzar hacia negociaciones de paz, incluso cuando el discurso oficial insiste en la continuidad de las operaciones militares.
En ese equilibrio entre firmeza externa y contención interna, la nueva edición del maratón anual dejó en claro que el Kremlin no prepara a la sociedad para un giro inmediato, sino para una guerra prolongada y un escenario económico restrictivo, mientras busca preservar el control del relato y evitar que el desgaste se traduzca en inestabilidad política.
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