Ucrania confirmó por primera vez un ataque con drones aéreos contra un petrolero vinculado a la “flota fantasma” rusa en el mar Mediterráneo, marcando una expansión geográfica y operativa significativa de su campaña contra la infraestructura energética que sostiene el esfuerzo bélico de Moscú. El blanco fue el Qendil, un buque de bandera omaní que, según Kiev, forma parte de la red utilizada por Rusia para evadir sanciones y exportar petróleo.



De acuerdo con una fuente del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) citada por Reuters, el ataque se produjo en aguas neutrales, a más de 2.000 kilómetros del territorio ucraniano, y dejó al buque con daños considerados críticos. Al momento del impacto, el petrolero se encontraba vacío, lo que redujo el riesgo ambiental inmediato, aunque el episodio eleva la preocupación por la seguridad marítima en una zona clave para el comercio energético global.
Un salto operativo más allá del mar Negro
Hasta ahora, la ofensiva ucraniana contra activos energéticos rusos se había concentrado en refinerías, plataformas offshore y buques en el mar Negro y el mar Caspio. En las últimas semanas, Kiev reconoció ataques con drones navales contra al menos tres petroleros en el mar Negro y operaciones contra infraestructuras petroleras estratégicas. El ataque al Qendil representa, sin embargo, el primer uso confirmado de drones aéreos contra un objetivo marítimo ruso en el Mediterráneo, ampliando el teatro de operaciones.
Datos de seguimiento marítimo situaron al Qendil navegando frente a la costa de Libia y posteriormente cerca de Creta, aunque las autoridades ucranianas evitaron precisar el punto exacto del ataque. Imágenes difundidas por la fuente muestran una explosión localizada sobre la cubierta del buque, compatible con el empleo de drones de corto alcance tipo “bomber drone”, lo que sugiere una operación planificada en múltiples fases.

La flota fantasma como objetivo estratégico
El Qendil integra la denominada “flota fantasma”, un conjunto de buques antiguos, con estructuras de propiedad opacas y cambios frecuentes de bandera, utilizados por Rusia —y también por Irán y Venezuela— para eludir los regímenes de sanciones occidentales. Esta red ha sido clave para sostener los ingresos por exportaciones de crudo, fundamentales para el financiamiento del esfuerzo militar ruso.
Según estimaciones occidentales, esta flota supera el millar de embarcaciones y opera con escasos controles regulatorios. Tanto la Unión Europea como el Reino Unido sancionaron al Qendil, señalándolo como parte de ese entramado. Desde la perspectiva ucraniana, estos buques constituyen objetivos legítimos, al ser considerados instrumentos directos de la economía de guerra rusa.

Analistas de seguridad marítima, como la firma británica Vanguard, advirtieron que el ataque refleja una expansión clara del uso de sistemas no tripulados aéreos contra activos navales asociados al comercio energético ruso. A diferencia de los drones navales empleados en el mar Negro, el uso de drones aéreos sugiere nuevas capacidades de proyección y posibles plataformas de lanzamiento cercanas al objetivo.
El SBU describió la operación como “multietapa”, sin detallar cómo se desplegaron los drones ni desde qué punto fueron lanzados. No obstante, fuentes del sector marítimo señalan que este tipo de ataques recuerda a las campañas encubiertas contra buques comerciales vistas en otros conflictos recientes, y plantea interrogantes sobre la vulnerabilidad de la navegación comercial en el Mediterráneo oriental y central.
Reacción rusa y riesgos de escalada
Hasta el momento, Moscú no emitió una respuesta oficial inmediata sobre el ataque al Qendil. Sin embargo, el presidente Vladimir Putin ha advertido en reiteradas ocasiones que los ataques ucranianos contra petroleros rusos podrían llevar a represalias, incluyendo amenazas de restringir el acceso ucraniano al mar Negro, al que ya calificó como escenario de “piratería”.
El episodio se produce en un contexto de endurecimiento del pulso energético y marítimo entre ambos países. Esta semana, dos tripulantes de un petrolero ruso murieron en un ataque con drones en el puerto de Rostov del Don, mientras continúan registrándose explosiones no esclarecidas en buques que operaron previamente en puertos rusos.
La ofensiva contra la flota fantasma apunta directamente al corazón financiero de la guerra rusa, al buscar encarecer, interrumpir o disuadir el transporte de petróleo. Al mismo tiempo, introduce nuevos riesgos para la estabilidad marítima en un espacio que hasta ahora había quedado relativamente al margen del conflicto directo.
La posibilidad de que Ucrania extienda este tipo de operaciones a otras rutas energéticas o aguas europeas no puede descartarse. Más allá del daño puntual al Qendil, el mensaje estratégico es claro: la red logística que sostiene las exportaciones energéticas rusas ya no está a salvo, incluso lejos del frente tradicional.
Te puede interesar: Europa aprueba un préstamo multimillonario a Ucrania, pero no toca los fondos congelados de Rusia












