La semana dejó en evidencia un escenario internacional atravesado por movimientos militares y definiciones estratégicas en múltiples frentes. En el Indo-Pacífico, Estados Unidos reforzó su presencia con bombarderos B-52 junto a Japón, mientras China avanzó con una señal de poder naval al hacer transitar por primera vez al portaaviones Fujian por el Estrecho de Taiwán. La presión también se trasladó al mar Meridional, con incidentes entre buques chinos y filipinos y un repliegue táctico de fuerzas navales cerca de Japón.

En Europa, la guerra en Ucrania volvió a tensionar el equilibrio regional: Kiev denunció ataques a embarcaciones rusas vinculadas al eje Moscú-Teherán, mientras el conflicto se acerca a su cuarto año con negociaciones estancadas y nuevas sanciones en evaluación. En paralelo, el Atlántico Sur y América Latina sumaron fricción, con señales de proyección británica desde Malvinas, advertencias sobre el impacto militar de los F-16 argentinos y cruces entre Venezuela y Estados Unidos por el frente energético y cibernético.

Con estos movimientos, el tablero global confirma una dinámica de competencia sostenida, donde la disuasión, el control de espacios estratégicos y los alineamientos políticos marcan el ritmo de una transición internacional todavía abierta.
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