Las refinerías turcas comenzaron a disminuir sus compras de petróleo ruso tras el anuncio de nuevas sanciones estadounidenses contra Rosneft y Lukoil, las dos principales compañías petroleras de Rusia. La medida, que busca presionar los ingresos energéticos del Kremlin, está reconfigurando el mapa de abastecimiento de Ankara y sus vínculos con Moscú.

Según informó Reuters, la refinería STAR, propiedad de la estatal azerí SOCAR, firmó nuevos contratos para importar crudo desde Irak, Kazajistán y otros países productores, mientras que Tüpraş, el mayor operador de refinación turco, aumentó la compra de crudos no rusos de características similares al Urals, el principal blend exportado por Rusia.
Fuentes consultadas señalaron que Tüpraş podría suspender por completo las importaciones rusas en una de sus dos plantas con el objetivo de mantener la exportación de combustibles hacia Europa, donde rigen restricciones más estrictas sobre el petróleo ruso. No obstante, en su otra instalación —orientada al consumo interno— la refinación de crudo ruso continuaría al menos parcialmente.
Un giro bajo presión
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, Turquía se convirtió en uno de los principales destinos del petróleo ruso, aprovechando los descuentos del mercado secundario y su posición como país no adherente a las sanciones occidentales. Según Deutsche Welle, en 2024 el 66 % del crudo importado por Turquía provenía de Rusia, un nivel récord de dependencia energética.

Sin embargo, las presiones de Washington se intensificaron en los últimos meses. En septiembre, durante una reunión en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump instó a Recep Tayyip Erdoğan a reducir las compras de crudo ruso, ofreciendo incluso reanudar las ventas de aviones de combate F-35 si Ankara aceptaba el pedido.
Impacto de las sanciones globales
Las sanciones anunciadas a fines de octubre contra Rosneft y Lukoil —pilares de la industria energética rusa— ya han tenido repercusiones inmediatas. De acuerdo con el medio independiente ruso The Bell, varias refinerías en India suspendieron temporalmente la compra de crudo ruso para evitar sanciones secundarias, mientras que Turquía comenzó a buscar fuentes alternativas.
El endurecimiento de las restricciones busca limitar la capacidad de Moscú de canalizar divisas hacia su esfuerzo militar, afectando el principal flujo de ingresos del Estado ruso. Pero la medida también reordena el tablero energético regional, donde Turquía intenta equilibrar su papel de aliado estratégico de la OTAN con su cooperación energética con Rusia y Azerbaiyán.
Un equilibrio cada vez más frágil
El cambio en el suministro de crudo refleja la vulnerabilidad de la política energética turca, que depende tanto de la estabilidad de sus relaciones con Moscú como de la flexibilidad diplomática ante Washington y Bruselas. Con los nuevos contratos de SOCAR y Tüpraş, Ankara busca diversificar su matriz de importaciones y mantener el acceso a los mercados europeos, sin comprometer su relación con el Kremlin, que sigue siendo su principal proveedor de gas natural y socio en proyectos como la planta nuclear de Akkuyu.
A medida que Estados Unidos extiende la red de sanciones energéticas y Rusia intenta redirigir sus exportaciones hacia Asia, Turquía emerge nuevamente como actor bisagra, enfrentando el desafío de sostener su autonomía estratégica en medio de un sistema energético global cada vez más fragmentado.
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