En Corea del Sur, el servicio militar obligatorio para los jóvenes de entre 19 y 28 años, se ha convertido gradualmente en un símbolo de identidad y parte integral de la sociedad coreana. A pesar de no estar en conflicto activo con su contraparte coreana, nunca llegaron a un acuerdo que estableciera la paz, por lo que el servicio militar obligatorio sigue siendo percibido como una herramienta de entrenamiento y preparación para una posible guerra, Es decir, que ir en contra de dicha obligación o incluso fabricar pretextos para poder escapar de él es visto como una deshonra bajo los ojos coreanos.
Este tema, aunque siempre ha sido un punto controversial de debates, toma especial relevancia con la salida de los miembros del grupo de K-pop BTS, quienes se enfrentaron a un intenso debate público que derivó en la justicia sobre si deberían ser eximidos del servicio militar, argumentando que ya han hecho suficiente por el bienestar del país, contribuyendo a la economía coreana al generar casi USD 4 mil millones por año, cumpliendo un rol de “embajadores culturales”. Sin embargo, la decisión inicial se mantuvo y todos los miembros se alistaron, siendo esta acción percibida tanto local como internacionalmente como un símbolo de reafirmación con la identidad coreana y su compromiso con la defensa de su patria.

Esta iniciativa mostró que hasta las figuras más emblemáticas de Corea del Sur quedan sometidas a las exigencias de su Estado, ayudando a reforzar el relato que las autoridades tanto se han esforzado por promover: su poder de fortaleza frente a amenazas externas, en especial bajo un contexto regional ampliamente marcado por su competencia con China.
La posición geopolítica de Corea del Sur, aliada de Estados Unidos, se encuentra cada vez más presionada por el ascenso de China en el plano económico y militar, generando una reconfiguración del equilibrio de poder asiático que obliga a mantener su importancia estratégica. Si bien Pekín se mantiene como uno de los socios comerciales más importantes de Seúl, la creciente alineación del último con Washington ha comenzado a generar distancias entre ellos, poniendo a Corea del Sur en el punto medio de esta encrucijada.
En este contexto, la militarización coreana queda estrechamente atada a su alianza con Washington. Desde el fin de la guerra entre las Coreas, Estados Unidos ha mantenido un amplio despliegue de oficiales militares en el territorio, la cual ha sido cuestionada por muchos. Sin embargo, en una reciente entrevista, el presidente surcoreano afirmó que “las fuerzas militares estadounidenses en el país son necesarias para contener a China”, argumentando incluso que una posible alianza entre Rusia y EE.UU. también podría ofrecerles ventajas estratégicas.

En medio de este complejo escenario se suma la novedad de que documentos filtrados de la seguridad rusa declaran a China como un enemigo directo que amenaza contra su seguridad nacional, argumentando que la inteligencia china continúa aumentando su presencia en el territorio ruso, a pesar de la narrativa fabricada de la alianza entre Moscú y Pekín. Para Corea del Sur, quien mantiene acciones diplomáticas con ambos países por motivos estratégicos distintos, las tensiones emergentes entre ambos sectores abren un mapa de oportunidades que podría posicionar a Seúl como un nuevo actor clave dentro del orden mundial actual.
En este sentido, el caso surcoreano representa un claro ejemplo de dualidad política, la cual les permite mantener su soft power a nivel global sin dejar de reforzar su postura militar y alianzas estratégicas, manteniendo su identidad propia.
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