El gobierno ruso aseguró que su capacidad de disuasión nuclear estratégica frente a Estados Unidos y otras potencias no ha sido “significativamente afectada” tras el ataque coordinado con drones llevado a cabo por Ucrania contra varias bases aéreas rusas. Así lo declaró el viceministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Riabkov, el 11 de junio, en declaraciones difundidas por la agencia estatal RIA Novosti.
Sus comentarios se produjeron luego de la ejecución de la llamada Operación Telaraña, una ofensiva planificada durante más de 18 meses por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU). La operación apuntó a al menos cuatro bases militares rusas clave, y según Kiev, logró dañar o destruir una parte considerable de la flota aérea estratégica del Kremlin, incluidos bombarderos pesados y aeronaves de alerta temprana.

“Nuestro potencial de disuasión nuclear frente a Estados Unidos y cualquier otro adversario potencial no ha sufrido daños significativos”, aseguró Riabkov, minimizando el alcance del ataque ucraniano.
Disputa de relatos sobre el alcance del ataque
De acuerdo con las autoridades ucranianas, la Operación Telaraña afectó gravemente a 41 aeronaves, entre ellas los bombarderos Tupolev Tu-95MS y Tu-22M3, así como sistemas de radar aéreos tipo A-50. Algunas de las instalaciones más impactadas incluyen la base aérea de Belaya, en Siberia, donde imágenes satelitales difundidas por analistas independientes confirman daños severos en múltiples aparatos estratégicos.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, afirmó el 4 de junio que casi la mitad de los aviones alcanzados son irreparables, en lo que podría representar un duro golpe a las capacidades ofensivas de largo alcance de Moscú. La OTAN, por su parte, estima que entre 10 y 13 aeronaves fueron completamente destruidas durante la operación.

Riabkov reconoció públicamente que algunas unidades aéreas sufrieron daños, pero sostuvo que todas podrán ser restauradas y reincorporadas al servicio activo. Para el Kremlin, los reportes sobre la magnitud de los efectos de la operación han sido “inflados” y forman parte de una campaña de desinformación.
La disuasión en juego: entre la retórica nuclear y la guerra de desgaste
Desde el inicio de la invasión a gran escala en febrero de 2022, el Kremlin ha apelado reiteradamente a amenazas nucleares como herramienta para disuadir el involucramiento occidental en apoyo a Ucrania. No obstante, esas amenazas no se han concretado, mientras que el conflicto evoluciona hacia una guerra de desgaste marcada por el uso creciente de tecnologías asimétricas.

La Operación Telaraña representa un salto cualitativo en la estrategia ucraniana, demostrando su capacidad para penetrar profundamente en territorio ruso y atacar infraestructura militar crítica. Más allá de los daños materiales, el impacto simbólico y psicológico de la ofensiva pone en entredicho la supuesta invulnerabilidad del aparato militar ruso.
El uso extensivo de drones en este contexto refleja una tendencia creciente en los conflictos contemporáneos, donde el acceso a tecnologías relativamente baratas, pero efectivas, puede alterar significativamente el equilibrio estratégico. Pese a los intentos del Kremlin de mostrar fortaleza, el ataque dejó al descubierto vulnerabilidades importantes en la defensa aérea rusa y plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de su poder de proyección en un escenario prolongado de guerra.
Te puede interesar: Estados Unidos reducirá la ayuda militar a Ucrania en el presupuesto de defensa de 2026