A cien días del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la relación bilateral entre el presidente de Estados Unidos y su homólogo de Argentina, Javier Milei, experimentó un giro que apunta a profundizar y alinear las políticas de ambos países. La afinidad ideológica entre los líderes se expresó en gestos simbólicos, como el encuentro en Mar-a-Lago, y en una estrategia diplomática que busca alinear a Buenos Aires con Washington de forma explícita.

“Cada vez que se encuentra con el presidente Trump, siempre repite: ‘Me cae bien este tipo’”, afirmó recientemente Gerardo Werthein, actual ministro de Asuntos Exteriores argentino. “Suele decir: ‘Es MAGA como yo: Make Argentina Great Again’”. Trump también manifestó admiración por los esfuerzos de Javier Milei para encauzar la economía argentina, destacando su capacidad para contener la inflación, reactivar el crecimiento y equilibrar las cuentas públicas.
Un aspecto clave que alimenta el interés estratégico de Estados Unidos en Argentina es su riqueza en minerales críticos, especialmente el litio, fundamental para las baterías de tecnologías renovables. Tanto empresas estadounidenses como chinas tienen inversiones significativas en las minas de litio argentinas, actualmente en expansión. Incluso Tesla, la automotriz de Elon Musk, obtiene litio argentino para sus vehículos eléctricos.
En este contexto, diplomáticos estadounidenses presionaron discretamente al Gobierno de Milei para que limite el acceso chino a estos recursos estratégicos, incluidas las tierras raras. Así lo señalaron tanto un exfuncionario del Ejecutivo argentino como un diplomático de alto nivel de Estados Unidos, quienes hablaron bajo condición de anonimato con The New York Times por tratarse de negociaciones reservadas.
Para Trump, Argentina sigue siendo un socio incómodo
No obstante, algunos analistas consideran que, para Estados Unidos, Argentina sigue representando un socio estratégico con desafíos. Con una población de 46 millones, el país sudamericano continúa enfrentando una geografía periférica y décadas de inestabilidad económica. A esto se suma una competencia estructural: ambas naciones exportan productos similares, como granos, carne y aceites, lo que limita las oportunidades de complementariedad comercial.

El comercio bilateral entre ambos países retrocedió un 8,6 % el año pasado, situándose en 16.300 millones de dólares, y Argentina figura en el puesto 36 entre los mayores compradores de productos estadounidenses, según datos del Observatorio de Complejidad Económica. Además, Washington impuso a Buenos Aires un arancel mínimo del 10 %, alineado con lo que aplica a la mayoría de los países, lo que representa un obstáculo más en la relación comercial.
Aun así, Milei es leal a Trump
A pesar de esta medida, Milei —quien se autodefine como libertario radical— optó por destacar el aspecto político del vínculo. En redes sociales, reaccionó con un tono optimista: “Los amigos serán amigos”, escribió citando a Queen, y acompañó su publicación con argumentos que sugerían que Argentina salía relativamente favorecida frente a otras naciones sujetas a tarifas aún más altas.
Desde el inicio de su gestión, el presidente argentino tomó decisiones clave en sintonía con la administración republicana. Argentina se retiró de la Organización Mundial de la Salud, cuestionó abiertamente el Acuerdo de París y comenzó a revisar sus compromisos multilaterales en temas como salud pública y cambio climático. Esta orientación puede ser interpretada como un intento por consolidar una “relación especial” con Trump, aunque también suscitó preocupación por el posible aislamiento argentino en foros internacionales.

El respaldo político de Trump también tuvo efectos inmediatos en el plano financiero. Con apoyo decisivo de la Casa Blanca, Argentina logró un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por 20.000 millones de dólares, a pesar de las objeciones técnicas planteadas por varios países miembros del directorio. Según reveló el diario El País, la presión estadounidense fue clave para destrabar el crédito, lo que refuerza la idea de una alianza basada en beneficios recíprocos, aunque con asimetrías notables.
¿Este acercamiento se tradujo en resultados concretos?
Pero lo cierto es que esta cercanía aún no se tradujo en resultados concretos en el plano comercial. La administración Trump mantiene barreras arancelarias sobre productos clave para la economía argentina, como el biodiésel, los cítricos y la carne. El gobierno de Milei busca avanzar en un tratado de libre comercio bilateral, pero hasta el momento no existieron señales firmes desde Washington sobre un cambio en esa política proteccionista, que fue una constante del trumpismo.

El vínculo entre ambos presidentes también plantea interrogantes sobre la estabilidad de la política exterior argentina. En un escenario global cada vez más fragmentado, con tensiones crecientes entre China y Estados Unidos, el alineamiento automático con una sola potencia podría tener costos geopolíticos a largo plazo. Mientras Brasil y México buscan mantener márgenes de maniobra con múltiples actores globales, Argentina parece apostar todo a la relación con la Casa Blanca.
A cien días del inicio de esta alianza, es posible afirmar que el saldo es mixto: Milei logró consolidar una relación cercana con Trump, capitalizando afinidades ideológicas y obteniendo apoyo en organismos financieros. Pero los resultados en materia comercial, de inversiones y posicionamiento internacional aún no son tangibles. La apuesta por una alianza estratégica con Washington podría fortalecer a Milei en el corto plazo, pero también lo deja expuesto a los vaivenes de la política estadounidense y a las propias limitaciones del trumpismo en el escenario global, particularmente por la competencia que enfrenta Trump con el mandatario chino, Xi Jinping.
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