El Fondo Monetario Internacional (FMI) encendió una señal de alarma global al advertir que la escalada arancelaria impulsada por el presidente estadounidense Donald Trump está deteriorando las perspectivas de crecimiento de la economía mundial.
En su reciente Informe de Perspectivas de la Economía Mundial (WEO), el organismo multilateral recortó drásticamente su previsión de expansión global para 2025, ubicándola en 2,8%, una baja considerable respecto al 3,3% estimado en enero.

Estados Unidos, el principal perjudicado por su propia política arancelaria
La lógica proteccionista de Trump, sintetizada en un agresivo paquete de aranceles a las importaciones anunciado el pasado 2 de abril, ha elevado la tasa arancelaria efectiva de Estados Unidos por encima de los niveles observados durante la Gran Depresión. Esta medida no solo encarece los productos importados, sino que ha generado un entorno de incertidumbre que comienza a reflejarse en los indicadores de confianza de consumidores e inversores.
El FMI recortó en casi un punto porcentual su proyección de crecimiento para Estados Unidos, ubicándola en 1,8%, por debajo del 2,8% estimado a principios de año. Esta revisión a la baja supera con creces la aplicada a otras economías como China o Canadá (ambas -0,6%) e incluso a la zona euro (-0,2%).

Los analistas del FMI sostienen que el mayor impacto recae sobre EE. UU. porque los aranceles se aplican de forma indiscriminada a casi todas las importaciones, mientras que los países afectados han optado por represalias más selectivas, resultando en una pérdida de competitividad interna y una erosión del consumo, en un contexto de alta sensibilidad financiera.
Riesgos de inestabilidad financiera en ascenso
Según el informe del FMI, los mercados financieros globales operan actualmente en niveles históricamente altos, tanto en acciones como en bonos, y esta combinación de sobrevaluación y volatilidad crea el caldo de cultivo para un ajuste abrupto.

Esta estrategia, apalancada con niveles de endeudamiento que superan el capital propio de los bancos, expone al sistema a movimientos bruscos que podrían desatar una crisis de liquidez. En ese marco, el FMI llamó a reforzar la preparación institucional para contener eventuales episodios de tensión financiera.
La vulnerabilidad no es exclusiva de Estados Unidos. En los mercados emergentes, la combinación entre altos niveles de deuda y fuga de capitales ante un dólar fortalecido está debilitando las monedas locales, como se ha visto recientemente en países como China e Indonesia, pero, a medida que los bancos centrales recortan tasas para sostener la actividad, las divisas pierden atractivo y se acentúa la presión sobre los flujos financieros.
Argentina, una excepción en un mundo en desaceleración
Sorprendentemente, la Argentina aparece como una de las pocas economías que logra sortear la tendencia negativa, donde el FMI mantuvo su previsión de crecimiento para 2025 en 5,5%, una cifra destacada frente al enfriamiento generalizado.

La inflación, aunque elevada en términos absolutos, se encamina hacia una fuerte desaceleración: el promedio anual proyectado es del 35,9%, pero la variación interanual caería a entre 18 y 23%. El desempleo también se moderará, bajando al 6,6% este año y al 6% en 2026.
La mejora en las proyecciones fue atribuida por el Fondo al impacto del nuevo programa de ajuste fiscal y desregulación impulsado por el gobierno argentino, que recibió elogios públicos de la directora gerente, Kristalina Georgieva.
El precio de desmantelar el orden económico internacional
Las conclusiones del FMI son sumamente claras: el proteccionismo como instrumento de política económica está minando las bases del crecimiento global, a pesar de lo que muchos teóricos de nuestra región opinen.
El organismo advierte que, en ausencia de una respuesta coordinada y multilateral, las tensiones comerciales podrían erosionar los avances logrados en integración económica global desde la posguerra, donde es clave que los países restauren reglas predecibles, fortalezcan la cooperación internacional y adopten políticas que apunten a la estabilidad macroeconómica como piedra angular fundamental, más allá de intereses coyunturales o electorales.

El caso argentino, si bien es aislado y hasta excepcional, demostró, independientemente del color político que ocupa la Casa Rosada, que con reformas estructurales coherentes y un compromiso sostenido en materia fiscal y monetaria, es posible recuperar la confianza y reinsertarse en el circuito del crecimiento, incluso en un escenario global adverso, siendo este país muy vulnerable a los shocks externos.
La pregunta es si la principal economía del mundo estará dispuesta a asumir el costo político de corregir el rumbo antes de que las consecuencias sean irreversibles.
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