El mundo despide hoy al Papa Francisco. El Vaticano confirmó su fallecimiento a las 7:35 de la mañana, hora local, tras una recaída por una neumonía que lo había afectado en las últimas semanas. A sus 88 años, Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa argentino, cierra un ciclo de más de una década en el cual ocupó un rol de significativa proyección política y diplomática, tanto dentro como fuera de la Iglesia Católica. Su papado será recordado como un proceso de reformas institucionales, reconfiguración del mapa de poder eclesial y una estrategia diplomática enfocada en el multilateralismo y el diálogo global.

Transformaciones institucionales y disputas intraeclesiales

Francisco asumió el pontificado con un mandato de reforma, en un contexto de deslegitimación de la curia romana y escándalos financieros y de abusos. Uno de sus primeros movimientos fue la restructuración de la curia mediante la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, que introdujo una lógica funcional orientada a la evangelización, la descentralización administrativa y la inclusión de laicos y mujeres en puestos directivos. La creación del Consejo de Cardenales y el refuerzo de órganos de control financiero y transparencia presupuestaria buscaron disputar el poder tradicional de la Secretaría de Estado y limitar las redes clientelares internas.

Estas reformas provocaron resistencias notorias en sectores conservadores del clero, que vieron en las decisiones de Francisco una amenaza a la continuidad doctrinal y al modelo verticalista de gobierno eclesial. La disputa se hizo pública a través de cuestionamientos doctrinales (como las “Dubia”) y tensiones con otros cardenales, a quienes el papa fue desplazando progresivamente de la toma de decisiones institucionales.

Estrategia diplomática y redes multilaterales

Uno de los pilares más significativos del pontificado de Francisco fue la redefinición del rol diplomático de la Iglesia Católica en el escenario internacional. Desde el inicio de su gestión, optó por una diplomacia activa, caracterizada por el multilateralismo, la mediación en conflictos y una insistente apelación a la paz global como eje vertebrador de su política exterior.

Su mensaje se expresó en múltiples dimensiones: desde intervenciones simbólicas como la oración interreligiosa en los Jardines Vaticanos con Shimon Peres y Mahmoud Abbas (2014), hasta acciones diplomáticas concretas como la facilitación del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba en 2015. El Papa consolidó una agenda centrada en el respeto a los derechos humanos, la denuncia del comercio de armas y la crítica a los sistemas que perpetúan desigualdades.

Durante su papado, realizó más de 45 viajes internacionales. Particularmente, su visita a Sudán del Sur en 2023 junto al Arzobispo de Canterbury y al Moderador de la Iglesia de Escocia representó un gesto ecuménico de alto valor político, en un contexto de posguerra civil. En Irak (2021) se encontró con el ayatolá Al-Sistani, marcando un hito en el diálogo entre cristianismo e islam chiita.

En múltiples oportunidades, denunció la proliferación de conflictos armados, los intereses detrás de la industria bélica y exigió el desarme nuclear. En Nagasaki e Hiroshima, durante su visita a Japón en 2019, pronunció uno de sus discursos más duros contra la tenencia y uso de armas atómicas. En 2015, ante el Congreso de EE.UU., preguntó: “¿Por qué se venden armas a quienes planean causar sufrimiento incalculable?”

Durante los últimos meses, Francisco reforzó sus llamados al cese del fuego en Gaza, especialmente luego de la escalada iniciada en octubre de 2023. Su última bendición Urbi et Orbi, leída por un asistente mientras observaba desde el balcón, reiteró esa demanda humanitaria. Incluso en sus últimos días, desde el hospital, mantuvo videollamadas con líderes de la Iglesia local en Palestina.

Una Iglesia hacia el Sur Global

Francisco promovió una descentralización efectiva en la representación institucional de la Iglesia. A través de nueve consistorios, nombró cardenales provenientes de regiones históricamente marginadas: Asia, África, Oceanía y América Latina. Esta estrategia no solo modificó la composición del Colegio Cardenalicio, sino que consolidó un nuevo mapa de poder dentro del Vaticano.

Su enfoque también integró temáticas estructurales: pobreza, exclusión, migraciones forzadas y degradación ambiental. La encíclica Laudato Si’ (2015) introdujo un enfoque ecológico integral, denunciando el modelo económico extractivista y articulando el clamor de los pobres con el de la Tierra. Esta visión se profundizó con Laudate Deum (2023), donde volvió a exigir compromisos climáticos concretos a los líderes del G20 y la COP.

Francisco vinculó esta orientación con un respaldo explícito a los movimientos populares, a quienes convocó al Vaticano en tres encuentros. Desde allí, propuso una agenda centrada en las “Tres T” (tierra, techo y trabajo) como ejes para una economía solidaria.

Respuesta al abuso clerical y reconfiguración del poder judicial eclesial

Uno de los desafíos más sensibles de su pontificado fue la gestión de las denuncias de abusos sexuales por parte del clero. A partir de 2018, tras el escándalo en Chile, Francisco adoptó una postura más activa: derogó el secreto pontificio para casos de abuso, creó protocolos de responsabilidad para obispos y puso en marcha auditorías internas.

El caso del excardenal Theodore McCarrick, destituido en 2019, representó un punto de inflexión. Francisco autorizó la publicación de un informe institucional sin precedentes sobre su conducta, involucrando también a papas anteriores. A pesar de estos avances, organizaciones de víctimas consideraron insuficientes las medidas, reclamando mayor celeridad y transparencia procesal.

El legado del Papa Francisco

Francisco dejó una impronta que redefinió las coordenadas de poder dentro de la Iglesia y reposicionó al Vaticano como actor internacional con capacidad diplomática. A través de una estrategia de inserción en los debates globales —cambio climático, paz, derechos humanos— buscó vincular la misión pastoral con el escenario internacional contemporáneo.

Con más del 70% del actual Colegio Cardenalicio compuesto por cardenales designados durante su pontificado, la elección de su sucesor definirá el rumbo institucional de la Iglesia en las próximas décadas. La sostenibilidad de su legado dependerá de la voluntad de continuidad o de ruptura frente a una reforma que buscó anclar a la Iglesia ante las demandas del siglo XXI, sin abandonar su dimensión universal.

Francisco lideró una reforma en tiempos tumultuosos. A contramano de las tendencias de repliegue institucional y conservadurismo doctrinal, desplegó una agenda que priorizó la presencia internacional activa del Vaticano, el multilateralismo y el acompañamiento a los conflictos sociales más urgentes del siglo. Inició una nueva época para la Iglesia, con una proyección geopolítica renovada y anclada en principios de justicia, paz y equidad. El desafío de su legado radica ahora en su continuidad: si la Iglesia podrá sostener este giro pastoral y político-diplomático o si, por el contrario, retrocederá. Esa será, quizás, la primera gran pregunta del cónclave por venir.

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*Análisis elaborado con base en reportes de agencias internacionales y fuentes oficiales del Vaticano

Alejo Sanchez Piccat
Licenciado en Gobierno y Relaciones Internacionales UADE Maestrando en Defensa Nacional UNDEF Interesado en Seguridad Nuclear y Medio Oriente Contacto directo: asanchezpiccat@esceneariomundial.com

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