El pasado miércoles 19 de marzo fue arrestado y encarcelado el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, candidato presidencial del Partido Republicano del Pueblo (CHP) y rival de Recep Tayyip Erdogan, actual presidente de Turquía del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Imamoglu fue detenido por cargos de corrupción y terrorismo en un claro acto de represión política, justo en el día en que se esperaban los resultados de las primarias presidenciales. Esto hizo que no solo quedase impedido de aspirar a un cargo presidencial, sino que también fue removido como alcalde de la ciudad Estambul.
La decisión de detener al principal líder opositor del gobierno turco fue dada luego de que el martes 18 de marzo la Universidad de Estambul le haya revocado el diploma (un requisito necesario para ser candidato presidencial) por irregularidades.
Desde su ascenso al poder a principios del 2003, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, ha logrado subvertir la democracia turca, eliminando controles sobre su poder y manipulando instituciones tanto para perseguir a la oposición, como para obtener ventajas electorales para su partido. No obstante, la oposición se ha mantenido viable a nivel electoral; Imamoglu se presentaba como un candidato con un gran porcentaje de posibilidades de ganar las elecciones, logrando, finalmente, destituir a Erdoğan del cargo. A través de su detención, el gobierno ha alcanzado un grado de autocracia superior, colocando a Turquía en el camino de constituirse como un régimen autoritario absoluto.
Durante sus más de veinte años en el poder, el presidente turco ha monopolizado los medios de comunicación, generando un control tenaz de la opinión pública, y, además, ha configurado un plan de hostigamiento judicial contra las disidencias dentro de las áreas del arte, literatura, periodismo; Erdoğan ha logrado consolidar un sistema de gobierno unipersonal desarticulando las instituciones turcas. Es por esto que, a pesar de que en el país continúan llevándose a cabo elecciones, las mismas son claramente manipuladas en favor del partido gobernante.

Luego del encarcelamiento de Imamoglu, el derecho a la manifestación ciudadana había sido suspendida en la ciudad de Estambul hasta el 23 de marzo por decisión del gobierno con el objetivo de “mantener el orden público”. Fue aquel domingo cuando miles de ciudadanos se movilizaron contra el presidente turco en las principales ciudades del país. Frente a este suceso, el gobierno ha prohibido las reuniones públicas y ha detenido a más de 1100 personas. Sectores de la población, como la juventud turca, se encuentran extremadamente decepcionados.
El líder del principal partido de la oposición denominó el arresto de Imamoglu como “un intento de golpe de Estado contra nuestro próximo presidente”. Mientras, el alcalde de Ankara, Mansur Yavas, expresó su solidaridad con Imamoglu y renunció a disputarle la candidatura del CHP.
Economía turca, ¿en camino a una crisis?
La medida implementada por el gobierno turco el pasado 19 de marzo ha generado repercusiones económicas en todo el país. Turquía, a diferencia de Venezuela o Rusia, no cuenta con una gran riqueza en recursos naturales, sino que la economía del país depende de la inversión extranjera, por lo que la huida de los inversores a medida que el mismo se vuelve cada vez más autoritario terminaría por desatar una crisis económica a gran escala de la que Turquía, muy difícilmente, podría recuperarse. En efecto, la escalada autoritaria ha producido, casi de forma automática, costos financieros serios. El índice bursátil del país se desplomó un 16,3% en los tres días posteriores al arresto, y la moneda turca perdió un 10% de su valor en un plazo de horas. Esto obligó al Banco Central, a elevar los tipos de interés para los préstamos a corto plazo, vendiendo miles de millones de dólares estadounidenses para mantener el tipo de cambio a flote.

El rumbo autocrático que ha tomado Turquía bajo su líder Recep Tayyip Erdogan plantea desafíos serios para la democracia en el país. El debilitamiento de las instituciones democráticas y la concentración del poder en una sola figura generan preocupación tanto dentro como fuera de sus fronteras. De hecho, el caso turco se ha convertido en un claro ejemplo de cómo una democracia puede retroceder gradualmente hacia formas de autoritarismo bajo una disfrazada apariencia de legalidad.
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