La Fuerza Aérea israelí lanzó esta semana una serie de ataques contra instalaciones militares en Siria, centrando su ofensiva en la base aérea T4, ubicada en el centro del país. El objetivo declarado: impedir que Turquía consolide una presencia militar permanente que podría amenazar la libertad de acción de Israel sobre territorio sirio.
Según lo informado por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a través de su canal oficial en Telegram, los ataques se dirigieron contra “capacidades militares remanentes en las bases de Hama y T4”, así como otros puntos de infraestructura estratégica en la periferia de Damasco. La operación forma parte de una política sostenida de disuasión frente a cualquier intento de consolidación militar que Israel perciba como amenaza directa a su seguridad nacional.
La base T4, localizada a unos 225 kilómetros al sur de la frontera con Turquía y a medio camino entre Ankara y Jerusalén, se ha convertido en un punto neurálgico de disputa. Ankara evalúa convertirla en una plataforma para drones, y según reportes de medios como The Jerusalem Post y Middle East Eye, contempla incluso el despliegue temporal de sistemas de defensa aérea S-400, previa autorización rusa. La iniciativa forma parte de un eventual acuerdo de cooperación con el nuevo gobierno sirio post-Assad, respaldado por el grupo Hay’at Tahrir al-Sham (HTS).

Imágenes satelitales recientes muestran que los bombardeos israelíes han dejado dos enormes cráteres en la pista principal de la base T4, inutilizándola para operaciones con aviones de carga pesada. Además, la calle de rodaje principal quedó seccionada en tres partes, dificultando cualquier intento de reactivación operativa inmediata.
Desde una perspectiva geoestratégica, Israel busca mantener su superioridad operativa en los cielos de Siria, un país donde regularmente realiza incursiones aéreas para destruir cargamentos de armas dirigidos a grupos aliados de Irán, como Hezbollah. La posible instalación de defensas aéreas avanzadas operadas por Turquía —miembro de la OTAN pero con crecientes vínculos con Rusia y el eje antiisraelí— representa un cambio de escenario que Jerusalén intenta evitar a toda costa.
“El establecimiento de una base aérea turca en Palmyra podría escalar las tensiones regionales y aumentar el riesgo de un conflicto directo con Israel”, advirtió un alto funcionario de las FDI en declaraciones a The War Zone. La advertencia llega en un momento en que tanto Israel como Turquía buscan ampliar su influencia en el escenario post-Asad, en medio del vacío de poder generado por la caída del régimen.

Los analistas consideran que los recientes bombardeos constituyen un claro mensaje político y militar. “No instalen una base militar en Siria ni interfieran con la actividad aérea israelí”, resumió una fuente citada por The Jerusalem Post. Desde el Centro Alma de Israel, Boaz Shapira añadió: “Es muy probable que veamos más incidentes similares en el futuro, conforme Turquía intensifique su presencia en Siria”.
El trasfondo de este enfrentamiento indirecto es más amplio que la disputa por una base aérea. En juego está la redefinición del equilibrio regional de poder tras años de guerra civil siria. Israel intenta preservar su libertad de acción operativa en territorio sirio, mientras Turquía busca asegurar su influencia en el norte del país y proyectar poder más allá de su frontera.
Así, la base T4 se convierte en un símbolo de una disputa estratégica mayor: el control del espacio aéreo sirio y la configuración del nuevo mapa de alianzas en Medio Oriente. Los recientes ataques israelíes son una señal clara de que Jerusalén no tolerará competidores en un teatro que considera vital para su seguridad nacional.
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