El primer ministro de Groenlandia, Mute Egede, reaccionó con firmeza ante las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la posible anexión de la isla y la posibilidad de enviar tropas para consolidar la influencia de Washington en la región.

Una propuesta que resurge y un rechazo unánime
Las afirmaciones de Trump volvieron a poner en la agenda un tema que había generado tensiones internacionales durante su primer mandato, asegurando que “Estados Unidos necesita Groenlandia por motivos de seguridad nacional” y dejó entrever la posibilidad de un despliegue militar para garantizar su control sobre el territorio autónomo danés.
Jens-Frederik Nielsen, líder del partido Demokraatit (de fuerte tendencia nacionalista) y próximo primer ministro tras su victoria en las elecciones parlamentarias, también criticó las declaraciones de Trump.

Argumentos estratégicos y el rol de la OTAN
Durante una reunión en el Despacho Oval con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, Trump insistió en la importancia geopolítica de Groenlandia. “Creo que se hará realidad”, afirmó en referencia a una posible anexión, sugiriendo que la Alianza Atlántica podría desempeñar un papel en la cuestión.

Estados Unidos ya opera en Groenlandia a través de la Base Espacial Pituffik, una instalación estratégica utilizada para el monitoreo de misiles y vigilancia espacial, donde Trump recordó esta presencia militar y advirtió que “quizás vean cada vez más soldados yendo allí”, en una aparente amenaza de intensificar la presencia estadounidense en el territorio.
Además de su ubicación clave en el Atlántico Norte, Groenlandia posee importantes recursos naturales, incluyendo minerales estratégicos, gas natural y posibles reservas de petróleo, por lo tanto, es esperable que Washington busque imponer su control a través de la fuerza a través de Donald Trump.

Con una población de apenas 56.000 habitantes, Groenlandia es la isla más grande del mundo y ha sido parte de Dinamarca por casi 300 años, aunque obtuvo autonomía en 1979, Copenhague sigue garantizando su defensa y el acceso a servicios clave como pasaportes y atención médica, pero no obstante, el sentimiento independentista sigue en ascenso y Estados Unidos tendrá que sortear este obstáculo si busca hacerse con el control de este territorio.
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