Estados Unidos le ha soltado la mano a Ucrania, por lo menos, es lo que la última reunión entre el presidente estadounidense Donald Trump y su homólogo ucraniano Volodímir Zelenski nos ha dado a entender. A raíz de ello, es evidente que la administración Trump busca darle también un mensaje a Europa en su conjunto: que deje de iniciar tensiones geopolíticas con dinero estadounidense.
Esto marca una clara ruptura en la tendencia histórica del apoyo transatlántico entre el gigante norteamericano y el Viejo Continente, iniciado tras el final de la Segunda Guerra Mundial y que continuó, con altibajos, hasta la actualidad.
Pero, ¿a que se debe esta brusca ruptura de relaciones cordiales entre Estados Unidos y Europa? Para empezar, el pueblo estadounidense le otorgó el mandato popular a Trump con el objetivo de, entre otras cosas, ponerle fin a la guerra en Ucrania y frenar la sangría de financiamiento con los aportes de los contribuyentes.

Es evidente que Zelenski se vió acorralado dentro de la Casa Blanca, sentado junto a los dos hombres más poderosos del mundo en la actualidad, frente al flash de las cámaras y millones de personas al tanto de sus declaraciones. Quiso mostrar fuerza en un entorno para nada favorable, y pagó caras las consecuencias.
Hoy en día, el acuerdo por los minerales raros está caído, y con ello, la posibilidad de reconstruir a Ucrania mediante financiamiento conjunto entre la Unión Europea y Estados Unidos, brindándole la posibilidad de repagar el apoyo brindado con un porcentaje de la venta de sus recursos naturales, tan codiciados por la industria estadounidense.
Europa no puede por sí sola, al menos no por ahora
La Unión Europea, en conjunto con la OTAN, ha descansado plácidamente en el colchón del Artículo 5 y el poderío militar de los Estados Unidos, que indudablemente saldrían a defender a Europa si la situación lo demandara, pero se ha topado con un impredecible: Donald Trump, quien también descansa en su poderío militar y financiamiento a sabiendas de que Europa no puede enfrentarse con Rusia por si sola.
Recientemente, en una reunión en el Salón Oval entre el presidente estadounidense y el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, Trump fue irónico cuando se le preguntó si Estados Unidos apoyaría a las tropas británicas que pudieran ser enviadas a Ucrania. Al principio, Trump elogió a las tropas británicas y dijo que los británicos podían “cuidarse muy bien”, seguido de una promesa diciendo “siempre estaré con los británicos, siempre estaré con ellos” si se necesitaba ayuda.


Pero luego, la interacción tomó un giro extraño. Trump le preguntó al primer ministro británico si el Reino Unido podría “enfrentarse a Rusia por sí solo”, antes de reírse, incomodando a Starmer.
Si los europeos se salen con la suya, estas tropas deberían ser aseguradas por los Estados Unidos, que intervendrán en caso de emergencia, pero Donald Trump no hizo ninguna promesa en ese sentido, al menos públicamente.
Donald Trump, “El Padrino” de la Casa Blanca
Al analizar con detenimiento la reciente confrontación entre Donald Trump, J.D. Vance y Volodímir Zelenski, no pude evitar la manera en la que evoca de forma sorprendente la icónica escena inicial de El Padrino, en la que Vito Corleone se impone frente a Bonasera, un viejo amigo que se presenta a su casa tras un largo tiempo sin verlo con intenciones de pedirle un favor.
En la película, Bonasera acude al Don en busca de justicia y protección, donde este, en una clara posición de fortaleza, le recuerda que el favor a recibir no es gratuito, sino que implica una obligación de lealtad. De modo similar, en la reunión, Zelenski, a pesar de su condición de presidente en plena guerra, se ve en una posición de vulnerabilidad y dependencia, requiriendo indudablemente el respaldo estadounidense para contrarrestar la agresión.
Trump, al estilo intransigente de Vito Corleone, insiste en que la ayuda brindada debe ser reconocida públicamente, recordándole a Zelenski que, sin ese soporte, su posición contra Rusia sería insostenible. Este requerimiento de gratitud se erige como una declaración de poder, en la que la dependencia se transforma en una relación asimétrica y obligatoria.


La puesta en escena es otro aspecto que une ambas situaciones. La negociación con Vito Corleone se desarrolla en un ambiente cargado de solemnidad, donde cada palabra adquiere un peso simbólico, estableciendo un ritual de sumisión y reconocimiento. De forma paralela, la conversación en Washington se da en presencia de los medios, lo que amplifica el mensaje político: cada intervención es cuidadosamente calculada para demostrar fuerza y consolidar la imagen de una ayuda indispensable.
Finalmente, Bonasera cede frente a la presión de Corleone, besando su mano y llamándolo “padrino”, en un claro gesto de sumisión y declaración de lealtad. ¿Hará Zelenski lo mismo?
En definitiva, la estrategia de Estados Unidos no solo redefine el papel del gigante norteamericano en el conflicto ucraniano, sino que también marca un quiebre en la histórica relación transatlántica. Al condicionar su apoyo a un reconocimiento explícito y público, la Casa Blanca envía un mensaje claro a Europa: es momento de asumir mayores responsabilidades y afrontar sus consecuencias con dinero propio.
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