La creciente amenaza de Rusia, la disminución de la confianza en Estados Unidos y la falta de preparación en Europa plantean un problema significativo. Los acuerdos de seguridad basados en la OTAN, surgidos después de la Segunda Guerra Mundial, son fundamentales en la estructura europea. Rehacer estos acuerdos se presenta como una tarea inmensa.
Los líderes europeos deben superar su complacencia postsoviética, lo que implica aumentar drásticamente el gasto en defensa, revitalizar las tradiciones militares europeas, reestructurar las industrias de armamento y prepararse para una eventual guerra.
El reciente asesinato de Alexei Navalny, líder opositor ruso, destaca la crueldad y violencia de Vladimir Putin. A medida que el conflicto en Ucrania entra en su tercer año, Rusia está ganando terreno. Putin, gastando el 7,1% del PIB en defensa, podría estar listo para enfrentarse a la OTAN en tres a cinco años. La debilitación de la disuasión occidental se debe al vacilante apoyo estadounidense a Ucrania y a la duda de Donald Trump sobre unirse a Europa en caso de un ataque ruso. Incluso si Joe Biden es reelegido, la orientación de Estados Unidos hacia Europa está en cuestión.
La dependencia europea de la OTAN para su seguridad es vulnerable, ya que muchos de sus ejércitos enfrentan dificultades para desplegar fuerzas significativas. Europa debe aumentar su capacidad militar, pero la fragmentación y la escasez de inversiones en equipamiento han debilitado a la OTAN. Europa necesita un programa masivo de contratación y adquisiciones para mejorar rápidamente su poder militar. Sin embargo, los altos costos y la resistencia a recaudar fondos pueden obstaculizar estos esfuerzos.