A medida que la confrontación entre Hamás e Israel avanza a su tercer semana, la posible ofensiva terrestre israelí en Gaza sigue siendo una preocupación. Aunque todavía no se determinó el momento preciso de la ofensiva, se espera que sea prolongada y con un alto costo en vidas humanas.

Asimismo, este conflicto también refleja las tensiones más amplias que existen entre Irán e Israel, particularmente con el respaldo de Teherán a Hezbolá y otras milicias afiliadas en la región. Esto desata la posibilidad de un “segundo frente” en la frontera entre Líbano e Israel, añadiendo un riesgo significativo a la situación.

Sin embargo, a pesar de las amenazas de una escalada, las líneas rojas de Irán y Hezbolá siguen siendo ambiguas. Mientras Estados Unidos trata de disuadir una confrontación, la posibilidad de un ataque preventivo por parte de Israel no se descarta lo que generaría más incertidumbre en la región. Tal y como advirtió recientemente el Ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant.

Lo que es seguro es que la diplomacia de Estados Unidos en Medio Oriente se ve eclipsada por la actual necesidad de contener los agudos efectos negativos de un conflicto prolongado en el tiempo. Esto repercutió en la opinión pública en el mundo árabe y musulmán, y la región se encuentra en una encrucijada con posibles repercusiones en las relaciones internacionales.

A pesar de que Irán, Rusia y China podrían encontrar beneficios políticos en el conflicto, la situación plantea riesgos significativos para la región. La posible expansión de las tensiones al Golfo podría tener un impacto devastador en los mercados internacionales y la economía global, similar al efecto que tuvo la guerra rusa en Ucrania desde el año 2022.

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Redacción
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