Dos décadas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, su influencia sigue siendo igual de duradera que la sombra que alguna vez proyectaron las Torres Gemelas. Estos ataques en Nueva York y Washington dejaron una impresión indeleble en la memoria del pueblo estadounidense y del mundo entero.

Sin embargo, la influencia de los ataques del 11 de septiembre trascendió las fronteras nacionales. En respuesta a la destrucción de las Torres Gemelas, el gobierno de Estados Unidos anunció una nueva forma de guerra, caracterizada por la ausencia de un enemigo definido como un estado-nación y límites borrosos, una guerra contra aquel fenómeno novedoso, el terrorismo

Una semana más tarde, en un discurso dirigido a una sesión conjunta del Congreso, Bush expuso lo que denomina como una “lucha global e interminable contra el terrorismo” y anuncia la creación de una Oficina de Seguridad Nacional con el propósito de proteger a Estados Unidos de futuros ataques.

Él demandó que el gobierno talibán de Afganistán entregue a todos los miembros de Al Qaeda en su territorio, incluyendo a Bin Laden, y advierte al mundo que deben tomar partido, ya sea apoyando a Estados Unidos o respaldando a los terroristas. El gobierno de Estados Unidos empleó la frase “guerra global contra el terrorismo” para describir su respuesta militar extensa a los ataques del 11 de septiembre, junto con sus medidas internas radicales antiterroristas.

How the 'Global War on Terror' Failed Afghanistan | The National Interest
El Presidente de los Estados Unidos en 2001, George W. Bush (h), dirigiéndose al Congreso de los Estados Unidos.

Tras la invocación por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de su mecanismo de autodefensa colectiva, las fuerzas estadounidenses y británicas comienzan a llevar a cabo ataques aéreos en territorio afgano. Poco después, se despliegan fuerzas terrestres. La invasión, liderada por Estados Unidos bajo el nombre de Operación Libertad Duradera, recibió el respaldo de fuerzas y tropas locales antitalibán de veintisiete países aliados. En diciembre, el gobierno talibán colapsa, aunque Bin Laden logra evitar su captura. En 2003, la OTAN asume el control de las operaciones de seguridad internacionales, y la misión de ocupación y contrainsurgencia en Afganistán se extiende por casi dos décadas.

En una alocución ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bush lanzó un ultimátum al gobierno de Saddam Hussein, al cual describe como una “amenaza seria y en constante aumento”. Acusa a Irak de incumplir una serie de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que datan desde 1991, incluyendo sus responsabilidades de eliminar todas las armas de destrucción masiva (ADM) y permitir el acceso irrestricto de inspectores de armas a sus instalaciones.

También alegó que Irak se niega a poner fin a su apoyo a grupos terroristas, incluyendo a Al Qaeda, cuyos miembros, según Bush, se cree que están en Irak, a pesar de las dudas de la inteligencia estadounidense. Advierte que Bagdad está desarrollando armas químicas, biológicas y nucleares que podrían caer en manos de grupos terroristas, una afirmación que es objeto de controversia entre muchos aliados de Estados Unidos, y declara que Estados Unidos actuará unilateralmente si es necesario.

Esta “guerra global contra el terrorismo” fue seguida por la política de ataques preventivos contra potenciales amenazas, incluso cuando no se tenía certeza de cuándo o dónde podrían surgir. Esta respuesta militar marcó un cambio significativo en la forma en que las naciones respondían a las amenazas terroristas, y se centraba en la eliminación de organizaciones terroristas en lugar de simplemente en la prevención de ataques individuales.

Un conflicto lejos de acabarse

Aunque la guerra en Irak y la retirada de Afganistán pueden dar la impresión de que la “guerra contra el terrorismo” ha concluido, los datos revelan una realidad diferente. En las dos últimas décadas, las fuerzas estadounidenses han participado en operaciones de combate en más de 24 países, además de realizar ataques aéreos y de drones en otros siete países. También han estado involucradas en actividades antiterroristas en 85 países.

Si bien el terrorismo siempre había sido una preocupación, el 11 de septiembre llevó a una mayor atención hacia las amenazas cibernéticas, la proliferación de armas de destrucción masiva, la inestabilidad en Oriente Medio y otras regiones, y la seguridad energética. Estas amenazas se convirtieron en focos clave de la política de seguridad, y los gobiernos comenzaron a adoptar medidas específicas para abordarlas. Si bien algunas alianzas se fortalecieron, otras se vieron tensas debido a desacuerdos sobre la estrategia y la legitimidad de la Guerra contra el Terrorismo. Esto condujo a cambios significativos en la diplomacia y la cooperación internacional en materia de seguridad, según Ángel Bermudéz en BBC Mundo.

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Último avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos despegando de Afganistán tras la Caída de Kabul.

Bermudéz tambien menciona que, a pesar de los esfuerzos por combatir el extremismo yihadista, grupos como Al-Qaeda y el autodenominado Estado Islámico han continuado propagando su influencia en todo el mundo. Resalta a su vez que, entre 2019 y 2020, Al-Qaeda y sus afiliados estaban presentes en aproximadamente 15 países y contaban con más de 25,000 militantes. La guerra en Irak propició el surgimiento del Estado Islámico, que no solo controló vastas áreas en Irak y Siria, sino que también llevó a cabo numerosos ataques en todo el mundo.

A lo largo de estas dos décadas, se han visto aún más ataques terroristas, guerras posteriores al 11 de septiembre, insurrecciones, la guerra en Siria, el surgimiento y caída del EI, pero estas organizaciones sobreviven y planean resurgir.

El aumento de la islamofobia, no solo en Estados Unidos, sino también en otros países, fue también un efecto inmediato tras los atentados. Los musulmanes en Estados Unidos han enfrentado crímenes de odio y discriminación, y en Europa, la percepción negativa hacia los musulmanes se ha mantenido alta en algunos países. Además, las políticas de seguridad posteriores a los ataques han erosionado las protecciones de la privacidad y han permitido la vigilancia masiva en muchos países, lo que ha planteado preocupaciones sobre el equilibrio entre seguridad y privacidad. A su vez, la defensa de los derechos humanos ha sufrido un retroceso, ya que el miedo a ataques terroristas llevó a la justificación de métodos de interrogatorio cuestionables y al debilitamiento de las protecciones legales. 

¿Una justificación de Estados Unidos para expandir su poderío militar?

Complementariamente, en 2003 se argumentó que el régimen de Saddam Hussein en Irak poseía armas de destrucción masiva y representaba una amenaza para la seguridad global. La presencia estadounidense en Irak continuó durante varios años, enfrentando desafíos significativos en la reconstrucción del país y la lucha contra la insurgencia. Las tropas estadounidenses se retiraron de Irak en 2011, pero algunas fuerzas fueron desplegadas más tarde para combatir al Estado Islámico (ISIS).

Evidentemente, Estados Unidos ha mantenido una presencia militar y de seguridad en varios países de Oriente Medio, incluyendo bases militares en países como Qatar, Kuwait y Bahrein. Estas bases han sido utilizadas para operaciones militares en la región y como parte de la estrategia de seguridad de Estados Unidos en el Medio Oriente.

Fuente: Statista.

Por su parte, en África, Estados Unidos ha incrementado su presencia en el continente como respuesta a las amenazas terroristas, particularmente en el Sahel y el Cuerno de África. Ha llevado a cabo operaciones de contraterrorismo y ha proporcionado apoyo a gobiernos locales para combatir grupos extremistas como Al-Shabaab en Somalia y grupos afiliados a Al-Qaeda y el Estado Islámico en el Sahel.

En la región del Asia-Pacífico, Estados Unidos ha mantenido una presencia militar significativa en la región de Asia-Pacífico, en parte como parte de su estrategia de contener la expansión de China y garantizar la estabilidad en la región. Esto incluye fuerzas estacionadas en Japón, Corea del Sur y la presencia de la Quinta Flota de la Armada de los Estados Unidos en Bahrein, que es responsable de la seguridad marítima en el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo.

En términos financieros, el proyecto Costs Of War de la Universidad de Brown calcula un gasto directo de ocho mil millones de dólares para Estados Unidos desde 2001 hasta 2019. Esto incluye gastos militares, seguridad interna y gastos médicos y de pensiones de invalidez, con muy poco dedicado a esfuerzos diplomáticos y lucha contra el extremismo.

En términos de vidas humanas, se estima que ha habido 800,000 muertes en las “guerras estadounidenses” contra el terrorismo, aunque esto no incluye regiones como Nigeria o Somalia, donde operan grupos afiliados a Al-Qaeda o EI.

A pesar de la fatiga de la guerra, Occidente está tratando de reducir su presencia en los teatros de conflicto, mientras enfrenta nuevos desafíos geopolíticos. La guerra contra el terrorismo entra en su tercera década, y la pregunta que todos se hacen es cuándo finalmente terminará.

La reorganización geopolítica mundial está en marcha después del retiro apresurado de Estados Unidos y la toma de Kabul por los talibanes. Estados Unidos ha optado por centrarse en sí mismo, debilitando la relación que lo unía a Europa y Occidente durante tres generaciones.

Un futuro incierto

A pesar del desmembramiento y la descentralización de las células terroristas imperantes, la tarea que se propusieron las naciones occidentales en 2001 está lejos de ser concluida. 

Los apoyos indirectos de grupos insurgentes nacionalistas a quienes se encargan de propagar el terror por el mundo han dificultado el seguimiento tanto de sus líderes como de la ruta del dinero por el cual logran financiarse.

Con una OTAN abocada principalmente al conflicto ruso-ucraniano, es difícil que se observen avances en el horizonte cercano, dando espacio a los bandos fundamentalistas que pregonan la violencia para alcanzar sus objetivos, la capacidad de reorganizarse para lograr penetrar mejor en las defensas estatales de occidente, y así dar comienzo a una nueva guerra contra el mismo.

Mientras tanto, Medio Oriente y África están cediendo más frente a las presiones de estos actores no-tradicionales, que han adquirido un papel protagónico en comandar por sí mismos las tareas de las cuales las organizaciones estatales no pueden llevar a cabo.

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Juan Ignacio Máscolo
Estudiante de Relaciones Internacionales (USAL). Coordinador del Observatorio de Política Internacional en el Centro de Estudios Estratégicos en Relaciones Internacionales (CEERI). Disertante para la Asociación de Estudios en Relaciones Internacionales Argentina (AERIA). Interesado en África, Estados Unidos y la economía internacional.

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