En un marco de profundización de las relaciones bilaterales, Argentina está buscando poder “realinear” su comercio con China, el cual ha mostrado un déficit comercial de 9.5 millones de dólares que había crecido con los años. Cabe destacar que Beijing se ha convertido en el segundo socio comercial de Buenos Aires y ha aumentado su presencia en la economía del país sudamericano, pasando de 2.300 millones de dólares en 2001 a 26.000 millones de dólares en 2022. En este contexto, la suscripción de la Argentina a la Ruta de la Seda del gigante asiático podría repuntar los lazos entre ambos países.
Durante las últimas dos décadas, ambos países fueron cimentando su asociación en diversos sectores, promoviendo una mejora en los flujos comerciales y de inversión a través de proyectos de empresas conjuntas en múltiples tópicos, como el sector ferroviario, la energía, la minería, las obras públicas, entre otros. También Argentina también ha recibido numerosos préstamos e inversiones chinas en petróleo y gas, energía hidroeléctrica y nuclear, energía solar, telecomunicaciones y electrónica. Así, bajo la Iniciativa de la Ruta de la Seda, Argentina apunta a recibir 23 mil millones en inversiones chinas.
Pero para muchos, aunque China se ha convertido en uno de los principales socios comerciales de Argentina, la relación bilateral marca la creación de una balanza comercial que inicialmente fue favorable para Argentina pero que terminó convirtiéndose en deficitaria. En enero, el Canciller argentino, Santiago Cafiero, buscó “abordar el desequilibrio comercial y encontrar formas de estar en igualdad de condiciones” con China al conversar con su homólogo chino Qin Gang. En esta línea, Cafiero reafirmó la relación estratégica de las dos naciones y destacó que para su país es fundamental “construir juntos un comercio bilateral más equilibrado y diversificado, y acelerar los procesos de apertura de mercados para los productos argentinos”.
Y aunque la Nueva Ruta de la Seda ofrece oportunidades de financiamiento para proyectos de infraestructura que muchas naciones latinoamericanas no pueden realizar por su cuenta, no existe una verdadera garantía de que China podrá “sacar a flote” a esos países suscriptos. Lo que sí puede notarse, por el momento, es que China no busca intervenir en cuestiones de asuntos internos de los países en los que invierte, como suele suceder con organismos prestamistas internacionales tradicionales (como el FMI, que suele condicionar la ayuda si se realizan ciertas reformas políticas y económicas).