El día post elecciones en Brasil trajo mucho de qué hablar, el silencio de Bolsonaro, las protestas masivas pidiendo la intervención de las Fuerzas Armadas y una sociedad altamente polarizada configuran un escenario altamente complejo para Lula, que vuelve a la presidencia. 

Brasil se encuentra atravesado por sus días más desafiantes en la actualidad y es importante comprender la importancia de dichos sucesos y cómo estos afectan a Argentina y a la región. 

Desde Escenario Mundial tuvimos el honor de charlar con Facundo Cruz, especialista en elecciones en todo el mundo, que nos cuenta su perspectiva sobre el contexto postelectoral en el país vecino. 

A continuación, la entrevista completa: 

Escenario Mundial: ¿Cuáles son tus reflexiones posteriores a la segunda vuelta en Brasil? 

Facundo Cruz: Considero tres cuestiones principales. La primera es que Brasil es un caso más de elecciones que se están dando a nivel regional, sobre todo, pero también a nivel mundial, extremadamente polarizadas entre espacios identificados con propuestas progresistas de defensa y cuidado de los valores democráticos, y propuestas que están enfrente que no necesariamente cuentan con las credenciales democráticas mínimas y necesarias. No está pasando esto en todas partes del mundo, pero sí lo sucedido en Brasil es un ejemplo más, una situación más en donde de un lado se forman coaliciones más apoyadas en actores progresistas entre izquierda y centro e incluso incorporando actores de centro-derecha, y enfrente hay propuestas de una derecha más extremista con componentes populistas y que socavan en cierta medida y contribuyen a reducir la calidad del debate democrático. 

Brasil también fue un ejemplo más de una derecha que no necesariamente es nueva, porque hay un montón de ejemplos en el mundo en los últimos años, pero que se ha asentado, que es más agresiva, más cuestionadora y que levanta la bandera de que el consenso democrático no es necesariamente el vigente. 

Pero Brasil también es una elección profundamente polarizada, y esa polarización se expresa en el segundo elemento, que fue una elección extremadamente peleada, en donde se discutieron dos alternativas que se construyeron por oposición al otro: la coalición en torno a Lula fue una que se sustentó sobre la idea de defender y salvar a la democracia por oposición a Bolsonaro, y la coalición de Bolsonaro construyó un espacio político como fuerte oposición al retorno de Lula y con un fuerte elemento de anti petismo. 

En este sentido, uno puede pensar que la elección en el balotaje terminó primando el anti-bolsonarismo por muy pocos puntos, porque hubo una capacidad de recuperación de Bolsonaro respecto a la primera vuelta que fue muy sorprendente. En todos los estados ganó entre 3 y 8 puntos y fue variando esa proporción, pero en el rango de esos puntos creció en los 27 estados. Lula creció menos, entre 0,4 y 3 puntos en los estados con distintas distribuciones e incluso hubo 4 donde perdió votos nominales, lo cual muestra que llegó a su techo donde casi gana en la primera vuelta, pero que después no tuvo muchos votos por donde rascar, mientras que Bolsonaro tuvo una capacidad de recuperación y crecimiento superior a la de Lula. 

Esto nos muestra que el anti-bolsonarismo terminó siendo más fuerte que el anti-lulismo o el anti-petismo porque ganó, pero también que el anti-lulismo fue un activador muy potente en el último mes de campaña que casi permite que Bolsonaro se mantenga en la presidencia. 

El tercer punto nos dice que Brasil es peligroso por cómo reacciona esta derecha más agresiva frente a perder las elecciones. Bolsonaro tardó dos días en salir a dar una conferencia de prensa, se plantearon dudas sobre si iba a reconocer o no los resultados. Para mí los semi reconoció porque dijo que se iba a apegar a la Constitución, pero en ningún momento felicitó al ganador ni aceptó el resultado; agradeció a sus votantes y se retiró. Al día siguiente no condenó enfáticamente las manifestaciones que se estaban dando, pero intentó justificarlas y pedirles que no escalaran. Esto nos muestra cierto peligro que hay cuando esta derecha más agresiva está gobernando y pierde el poder, convencida de que iba a ganar. Esto es algo que creo que nos marca la pauta de qué puede llegar a pasar a futuro con otras experiencias similares. 

EM: ¿En qué cosas desde Argentina tenemos que poner mayor atención? 

FC: ¿Qué aprendizajes tenemos de esto en Argentina? Que no tenemos que seguir estos pasos. Argentina ha sido un país testigo en la región que después del 2001, en estos 20 años, ha habido una reestabilización del sistema político, y en los momentos en donde ha habido disputas políticas, tensiones y ausencias de consensos, en ningún momento la polarización política derivó en violencia política hasta el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner. Eso creo que es una alerta muy importante de que es un camino por el que no tenemos que continuar y que nos acerca peligrosamente a lo vivido en Brasil, el país de la región con mayores situaciones de violencia política. 

De hecho, hubo tres asesinatos de militantes del PT a manos de militantes o adherentes de Bolsonaro; adicionalmente el sábado antes de la elección, una diputada bolsonarista persiguió a un adherente del PT con un arma a plena luz del día por las calles. De ese tipo de situaciones tenemos que aprender para no seguir por ese camino. El intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner es una alerta relevante, porque si la polarización política deriva en violencia política, entonces todo el aprendizaje post 2001 y sobre todo post 1983 habrá sido en vano. 

En este sentido me parece que tenemos que estar conformes, contentos y entusiasmados con el funcionamiento que tienen nuestras instituciones políticas, porque si nos espejamos con la situación en Brasil o en otros países podemos hablar de que tenemos sólidas instituciones democráticas. Sí es cierto que la polarización política, la grieta entre las dos coaliciones principales en la Argentina, al nivel de hoy, es alta. No estamos en situaciones de extrema tensión en las calles o tensión social que nos acerque peligrosamente a un momento que vivió Brasil este último mes, donde cualquier chispa podría haber detonado una situación de muchísima más conflictividad social como otros países han vivido en la región en los últimos dos o tres años, y me refiero a Perú, Colombia, Ecuador, Chile, Bolivia, por ejemplo. 

EM: ¿Cómo se puede interpretar el “silencio” de Bolsonaro post derrota electoral y en que afecta al mismo la transición pactada? 

FC: Parte de la respuesta la di en la primera. El silencio de Bolsonaro nos llama la atención a todos y todas los que seguimos estos temas, y nos asombra. Puede indignar, puede sorprender, pero es un comportamiento más que calcado y testigo del tipo de liderazgo que ejerce y ha ejercido en estos años en la presidencia. 

Es un personaje que no sostiene ni defiende ni promueve los valores democráticos, ni la búsqueda de consenso, ni la defensa de las instituciones democráticas. Cuando el resultado de alguna decisión es contrario a sus intereses, deseos y previsiones, la reacción suele ser completamente contraria a lo que se suele esperar de alguien que ejerce la presidencia de un país. Pero no tendría que sorprendernos porque es un momento más de un tipo de liderazgo que ha ejercido en Brasil en los cuatro años que ocupó el Palacio del Planalto. 

FILE PHOTO: Brazil’s President Jair Bolsonaro reacts during the launching ceremony of the National Green Growth Program, at the Planalto Palace in Brasilia, Brazil October 25, 2021. REUTERS/Adriano Machado/File Photo

Ese silencio, creo también, fue una especie de cálculo estratégico para ver qué ocurría del clamor popular en torno a su derrota. Si ese clamor popular escalaba y se agrandaba, entonces Bolsonaro iba a tener los recursos políticos para sentarse a negociar y eventualmente plantear una duda sobre el reconocimiento de los resultados y sobre quedarse en el poder. Entiendo que la reacción que tuvo posteriormente frente a lo que estaba sucediendo, desde las manifestaciones y sobre todo con sus negociaciones con los actores de poder que lo están sosteniendo, una amplia gama de actores plantearon la necesidad de no modificar las reglas de la transición del poder político en Brasil y, frente a una reacción más bien medida concentrada y enfocada en pocos Estados, quedó sin capital político para forzar una situación poco democrática, por decirlo de alguna manera. 

Pero sí me parece que ese silencio fue, de vuelta, un momento más característico de él, de su propio liderazgo, y un cálculo estratégico para ver si podía tirar sobre la mesa una situación que le terminara resultando favorable de alguna manera. 

EM: ¿Qué país hereda Lula de la administración Bolsonaro en los aspectos políticos, económicos y sociales? 

FC: Lula sin dudas recibe un país muy dividido, mucho más dividido que el que recibió en el año 2002, porque en ese año la primera vez que gana también era uno dividido, pero no tenía el nivel de polarización política que tiene Brasil hoy, incentivada mayormente por la victoria de Bolsonaro en 2018 y el ejercicio de su presidencia. Entonces recibe un país igual de dividido, pero la intensidad de esa división es mucho más profunda hoy en día. Los dos polos están muchísimo más distanciados en torno a consensos mínimos que lo que estaban en el 2002. Va a tener que trabajar para acercar posiciones, porque siempre el presidente tiene ese desafío: es electo por una parcialidad, pero tiene que gobernar para la totalidad. 

En el caso de sociedades fragmentadas, divididas y muy distanciadas, los presidentes suelen tener que trabajar en el discurso, en el convencimiento, en la promoción de valores que acerquen y encuentren puntos en común entre los diferentes estamentos y sectores de la sociedad. En términos sociales, recibe un país más pobre, con un retorno de Brasil al mapa del hambre, un país más desigual, un país con menos redistribución que el de él y los gobiernos de Dilma dejaron, y un país más inequitativo. Mirando los términos económicos, recibe un país con deflación, lo cual es una buena noticia porque es una situación, por lo menos en términos inflacionarios, controlado. Pero, devuelta, con una economía que volvió a ciertos niveles de concentración en los grandes sectores económicos como había algunas décadas atrás. 

Ahí es donde va a tener un choque, tal vez, porque en términos de volver a reconectar a los sectores de la sociedad y lograr una agenda económica más redistributiva equitativa son objetivos que pueden ser contradictorios, porque justamente parte de las divisiones tienen que ver con el factor económico: a quién se le saca un poco para distribuir algo a los que no tienen, que suelen ser una mayoría importante. Ahí va a tener que utilizar toda su muñeca y experiencia política para lograr esos consensos en donde la redistribución sea leída no como una dádiva a los sectores más empobrecidos, sino como una oportunidad de mejora y crecimiento en la pirámide social. 

EM: Poniendo énfasis en el plano regional, ¿cómo afecta y qué se puede esperar de Lula para Argentina y para los países vecinos? 

FC: En términos regionales, Lula sin duda es una excelente noticia para América Latina y también para el mundo. Ha sido un claro promotor de espacios de integración regional, política, económica y socialmente hablando. Ha tendido puentes con los países del BRICS, de hecho hay un impulso para que BRICS pase a ser BRICSA y que se sume Argentina, que sería una buena noticia para nosotros. Creo que fue parte de su discurso de campaña: que Brasil vuelva al mundo, a conectarse de la manera en que se estaba conectando antes. En donde se empiezan a mirar muchos países y no solamente los Estados Unidos de Trump. 

Entonces, en términos regionales, vemos un actor que sin dudas va a mantener los roles que tiene Brasil en las instituciones regionales internacionales, a las cuales Bolsonaro claramente les dio muy poca importancia durante su mandato. Hay muchos ejemplos en los cuales tenía que participar de reuniones internacionales de jefes de Estado y no asistió, por ejemplo la del Mercosur. En ese sentido, es una buena y excelente situación. 

Sin embargo, hay un límite, y es que Lula, que está volviendo ahora, vuelve a un mundo que no es el del 2002. Ese mundo era uno que demandaba commodities, comercio, intercambios, crecimiento económico, y el mundo del 2022 es uno que está en recesión, en crisis económica, donde las cadenas de valores no se han activado completamente, donde la guerra entre Rusia y Ucrania ha puesto un freno en el crecimiento económico que estaba volviendo pospandemia, un mundo donde Estados Unidos está en recesión y China no termina de ser la locomotora. 

Eso, al mismo tiempo, está reforzado por una guerra comercial y una disputa geopolítica que genera más bipolaridad. El de ahora es un mundo más complejo, donde no necesariamente, Brasil puede terminar siendo la locomotora económica de la región. Creo que para que la región y Argentina estén bien necesitan más que un Biden que gane o le vaya bien en las mid-term junto con Lula, antes que un Lula solo. 

EM: ¿Se puede hablar de un nuevo giro a gobiernos de izquierda en la región? 

FC: Sí, creo que estamos ante un nuevo giro a la izquierda en América Latina con algunas salvedades en este segundo giro. La primera salvedad es que este giro a la izquierda viene después de un ciclo de derecha o centro-derecha mucho más corto que el de la década del 90. El giro a la izquierda a comienzos del 2000 se hizo después de un ciclo de derecha/centro-derecha que duró 10 años, que fue el del Consenso de Washington. Este segundo ciclo que tuvo gobiernos de derecha o centro-derecha fue un ciclo que duró entre cuatro y seis años, casi la mitad del tiempo. No hubo una consolidación del giro hacia la centro-derecha después del giro a la izquierda, con lo cual eso puede significar también que este nuevo giro a la izquierda o centro-izquierda no sea tan largo como el primero.

Si tuvimos un ciclo de derecha largo en la década del 90, un giro a la izquierda o centroizquierda largo en el 2000 y un ciclo de derecha corto, posiblemente estemos ahora en un nuevo giro a la izquierda que sea corto y no necesariamente dure los 15 años que duró en el primero. Este ese escenario prospectivo se debe a un segundo matiz: este nuevo giro a la izquierda se da en un momento, como decía antes, de crisis económica internacional, y para que el giro a la izquierda se consolide necesita, además de un discurso progresista y redistribucionista, condiciones favorables para la exportación de commodities. 

(FILES) In this file photo taken on March 06, 2020 Former Brazilian president Luiz Inacio Lula da Silva gives a thumb up during an event titled: “Dialogue about inequality with global unions and general public” at the Geneva Press Club in Geneva. – A Brazilian Supreme Court judge overturned the graft convictions against former president Luiz Inacio Lula da Silva on March 8, 2021, clearing the way for the left-wing leader to run in the 2022 presidential election. (Photo by Fabrice COFFRINI / AFP)

El mundo hoy está con un freno de mano para la demanda de commodities, no están dadas las demás condiciones que estaban dadas al comienzo del 2000. Con lo cual es un escenario complejo, porque además estos gobiernos de izquierda/centro-izquierda están volviendo con escenarios de déficit fiscal, de alta inflación, de alta pobreza, y sin el ingreso de divisas extranjeras, es difícil revertir los déficits fiscales, lograr bajar la pobreza y la indigencia y es difícil lograr una mayor redistribución o políticas redistributivas efectivas. Para que el giro a la izquierda más que discursivo sea político y económico, se necesitan recursos, y ahí es donde este nuevo ciclo que comienza tiene un límite. 

Facundo Cruz: Politólogo especializado en elecciones, partidos políticos, instituciones y democracia. Dedicado a la consultoría política y a la investigación aplicada. Investigador Asociado en Directorio Legislativo, integrante del Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD) y Consultor Externo en Red Innovación-NDI. Dicta clases de grado y posgrado en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Torcuato Di Tella (Argentina). Autor de «La Gente Vota«, un newsletter quincenal sobre política y procesos electorales. Autor de “Socios pero no tanto”, (Editorial Eudeba) y “Después del terremoto”, (China Editora).

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Alejo Sanchez Piccat
Licenciado en Gobierno y Relaciones Internacionales UADE Maestrando en Defensa Nacional UNDEF Interesado en Seguridad Nuclear y Medio Oriente Contacto directo: asanchezpiccat@esceneariomundial.com

2 COMENTARIOS

  1. El señor Facundo Cruz habla como si el Brasil de Bolsonaro hubiera estado aislado del mundo y ahora llega el “salvador” San Lula para rescatar al país…

  2. Que fácil es demonizar a Bolsonaro. Se ve que piensan que eso los convierte en progres…
    Asco de artículo.

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