En esta segunda entrega trataremos sobre un área geográfica y tema en particular que concierne a la Diplomacia Científica, que es el agua, particularmente los océanos. ¿Por qué? Primero, porque su relevancia natural es producto de que cubren más del 70% de la superficie del planeta, lo que también implica en que produce la mitad del oxígeno y alberga la mayor parte de la biodiversidad de la tierra.
A ello se le suma que, año tras año, crece la importancia de los océanos para un amplio abanico de actividades de cuáles los autores principales son los humanos, lo que necesariamente redunda en su inclusión en la agenda de la comunidad internacional. De este modo, exploración, explotación y sostenibilidad se convirtieron en dimensiones que rigen el compromiso de los países para la construcción de políticas públicas que incorpore el conocimiento basado en investigación científica.
La mención en el párrafo anterior adquiere más relevancia si tomamos en cuenta dos cuestiones; por un lado, que la gran mayoría de los océanos siguen sin cartografiar, observar o explorar; por el otro lado, dichas actividades conllevan un alto costo y riesgo. En ese sentido, la gobernanza del océano ocupa y preocupa cada vez más a la agenda de la comunidad internacional. Esto se debe que está asumido el hecho de que no se puede actuar unilateralmente para llenar los vacíos existentes en el conocimiento científico acerca de los océanos.
Al respecto, se puede decir que la Conferencia sobre los Océanos (cuya primera edición fue en 2017) se presenta como el punto de partida para que desde la universidad se explorase el asesoramiento científico y la diplomacia científica, centrándose en proporcionar a los responsables de políticas los conocimientos basados en la investigación sobre el ODS 14.
El ODS 14 refiere puntualmente a la conservación y utilización sostenible de los océanos, mares y recursos marinos para el desarrollo sostenible. En ese sentido, entre sus metas destaca prevenir y reducir la contaminación marina, gestionar y proteger los ecosistemas marinos y costeros y abordar los efectos de la acidificación de los océanos, entre otros.
Y con ello se pone de manifiesto que desde la ONU se haya establecido en diciembre del 2017 el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible de 2021 a 2030, con el propósito de establecer un marco común capaz de garantizar que la ciencia apoye plenamente los esfuerzos de los países por alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Entre sus retos a enfrentar se encuentra el impulso de soluciones transformadoras de las ciencias oceánicas para el desarrollo sostenible, cumpliendo en conectar a las personas y al océano por medio de la cooperación en investigación e innovación marina en el mundo.
Pero, sobre todo, el Decenio es una oportunidad considerable para que la política y la ciencia generen nuevas bases de fortalecimiento para la gestión de, entre otras cuestiones, los océanos y costas. De más está considerar el impacto beneficioso que traería para enfrentar el cambio climático, la pérdida de especies marinas y la degradación de los medios marinos y costeros. Es por ello que urge la determinación y voluntad política para que se elaboren políticas públicas basadas en conocimiento científico y consenso político.
De lo comentado se desprende la relevancia de los resultados del Informe mundial sobre las ciencias Oceánicas 2020. En el surgen, entre otras, tres menciones que es conveniente destacar: en primer lugar, los beneficios que traen para la sociedad las políticas de desarrollo sostenible; en segundo lugar, se alude a la insuficiente financiación para las ciencias oceánicas, lo que limita su capacidad para contribuir como suministro de servicios; en tercer lugar, reconocer que la capacidad técnica de las ciencias oceánicas sigue estando distribuida de manera desigual entre los países y las regiones.
Un caso concreto tuvo lugar este año, en el que se creó la Alianza de Investigación e Innovación de Todo el Océano Atlántico (All-Atlantic Ocean Research and Innovation Alliance, por sus siglas en inglés) en el marco del Foro de Investigación del Océano Atlántico 2022. Suscribieron a esta iniciativa representantes de la Argentina, Brasil, Sudáfrica, Canadá, Estados Unidos, Cabo Verde, Marruecos y la Unión Europea.
De acuerdo al comunicado oficial, su propósito es lograr una visión global de su funcionamiento y dinámica, potenciando el conocimiento y la gestión de los bienes marinos con una perspectiva sustentable. Asimismo, su lema nos permite tener en cuenta la incidencia de la diplomacia científica, siendo que es “Conectar-Cooperar-Actuar”.
En dicha ocasión, el Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Argentina, Daniel Filmus, manifestó: “Para nuestro país la investigación oceánica es un tema central y estratégico, tanto en el ámbito nacional como internacional. Es prioridad para el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación aumentar el conocimiento del ambiente marino y garantizar el uso sostenible de sus recursos, así como también implementar innovaciones tecnológicas para el desarrollo de las industrias marítimas.”.
Una mención ulterior sobre la naturaleza de esta Alianza tiene que ver con su impulso a partir de dos acuerdos de cooperación. Uno de ellos es la Declaración de Galway sobre la Cooperación en el Océano Atlántico, firmada por la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá en 2013. El segundo documento es la Declaración de Belem sobre Cooperación en Investigación e Innovación del Océano Atlántico, que fue firmada por la Unión Europea, Brasil y Sudáfrica en 2017. Esta refleja un avance significativo hacia un enfoque integrado y conjunto para la investigación y el desarrollo en todo el Océano Atlántico y sus países limítrofes.
Y lo citado es importante de traer a colación, ya que demuestra que por medio de Iniciativas como Pampa Azul, que el mar cumple un rol importante en la agenda doméstica y externa del país. Desde el 2014 el gobierno argentino la implementó, consistiendo en un programa interministerial que articula acciones de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación para proporcionar las bases científicas a las políticas oceánicas nacionales.
Argentina y su compromiso con el mar mediante la Diplomacia Científica
El compromiso argentino con el mar escaló significativamente desde lo normativo en los últimos años, así como también con proyectos como Pampa Azul. Su primera instancia de cooperación científica internacional se produjo en el año 2013, cuando se dio lugar a un acuerdo marco entre el Instituto de Ciencias del Mar de Rimouski/Universidad de Quebec, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y la Provincia de Chubut.
Sobre la base sentada en el acuerdo, en el año 2014 el buque de investigación CORIOLIS II realizó una campaña de investigación oceanográfica, geofísica y geoquímica en el Golfo San Jorge. ¿Qué resultó de esta campaña, que incluyo investigadores de ambos países? Permitió establecer un comité de coordinación permanente entre las instituciones participantes. Asimismo, la ejecución del acuerdo continúa con la formación de 15 estudiantes argentinos que cursan estudios de maestría y doctorado en Canadá apoyados por el programa BecAr.
En ese año, la Argentina también institucionalizó la cooperación bilateral con Estados Unidos mediante la realización de la II Comisión Mixta en Ciencia y Tecnología. En el programa de colaboración ambos países acordaron dar a las ciencias del mar la máxima prioridad. Ello dio lugar a que en el año 2016 se desarrolló en Mar del Plata la Reunión Argentina- Estadounidense en Ciencias Oceánicas organizada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero de Argentina, el United States Department of State y la United States National Oceanic and Atmospheric Administration de Estados Unidos.
Ahora bien, también hubo cooperación en el Cono Sur. Chile y Brasil son los dos socios estratégicos para el desarrollo de proyectos de investigación básica y de innovación tecnológica. Un claro ejemplo de esta cooperación es el desarrollo del proyecto SABIA-Mar entre la CONAE y la Agencia Espacial Brasileña (AEB).
En 2015, tuvo lugar en Buenos Aires un encuentro de instituciones argentinas y chilenas en el que se trazaron las principales líneas de trabajo en esta área. Como consecuencia, se han establecido contactos con la Universidad de Concepción y con la Universidad Austral de Chile con el fin de concertar investigaciones conjuntas y formar recursos humanos.
Europa tampoco está exenta del plano. Con parte de los miembros de la Unión Europea se han producido avances. Por ejemplo, en el 2014, se firmó con Italia un acuerdo entre el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y el Consiglio Nazionale delle Ricerche dirigido a la creación de un centro binacional de investigación marítima y oceánica que se apoyará en instituciones ya existentes.
Respecto de la cooperación con España, cabe destacar los acuerdos firmados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva con las Universidades de Cádiz y de Vigo con el objeto de promover la movilidad de investigadores y estudiantes de maestría y doctorado, la transferencia tecnológica y la capacitación de recursos humanos en ambos países. En cuanto a Alemania, cabe destacar que en 2015 el CONICET adquirió el buque oceanográfico alemán ″Sonne″ (actualmente ″Austral″), lo que permitió fortalecer la flota argentina de investigación.
Es de remarcar los encuentros de entendimiento realizados con la Unión Europea para intercambiar información sobre las iniciativas Pampa Azul y Blue Growth. A partir de los mismos, surgieron múltiples propuestas para proyectos de investigación y desarrollo tecnológico que se concretarán a través de acuerdos específicos.
En ese sentido, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva adhirió al programa “ERA-NET Cofund on Maritime/Marine Technologies” del programa ″Horizonte 2020″, liderada por el Forschungszentrum Jülich GmbH de Alemania, que contará con la participación de instituciones del Reino Unido, Irlanda, Noruega, España, Malta, Países Bajos, Turquía, Portugal, Rumania, Francia, Bélgica, Finlandia, Polonia y Dinamarca. Argentina es el único país único país latinoamericano participante en la iniciativa.
Luego de haber mencionado las relaciones con Europa, resta mencionar otros países del hemisferio sur como Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia, cuya geografía les imparte un carácter estratégico para los intereses sobre el mar. Respecto de los dos primeros, se ha incorporado la investigación oceánica a las agendas de cooperación binacional a través del Departamento de Ciencia y Tecnología de Sudáfrica y del National Institute of Water and Atmospheric Research de Nueva Zelanda.
Por último, en el mes de septiembre fue reconocido a nivel internacional por Naciones Unidas el proyecto Pronosticando el Mar Argentino (PronoMAr). PronoMAr es financiado por la Iniciativa Pampa Azul a través de su convocatoria “Proyectos de Investigación y Desarrollo Tecnológico”. A nivel internacional, PronoMAr se enmarca en un Programa de la Década de gran envergadura, denominado Coast Predict, del que es parte y al que contribuye.
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