Luego del colapso de la URSS, el orden bipolar en el mundo se transformó en un orden unipolar con Estados Unidos a la cabeza. Pero este orden unipolar ya hace tiempo empezó a cambiar y el ascenso de la República Popular China como potencia mundial mantiene preocupados a los beneficiarios del viejo orden.

Estados Unidos ya ha dejado de ser la única nación destinada a mandar en el mundo, ya no se preocupa demasiado por ser el garante del orden democrático en otros países, tampoco se preocupa por actuar como la policía del mundo. En cambio, se retrae sobre sí misma impulsando el nacionalismo proteccionista de Trump. Actualmente, la política de Joe Biden no ha demostrado la capacidad de retomar el protagonismo mundial como única potencia. En este sentido, la retirada de las tropas de Afganistán no hace más que demostrar que sigue perdiendo el control de la escena internacional. Sin embargo, busca aliados y estrategias para contener al gigante asiático.

Los cambios que surgieron en el mundo con el atentado a las torres gemelas han llegado a su agotamiento y ahora el mundo comienza a padecer las consecuencias de la pandemia Covid19. Esta ha causado disrupciones en las cadenas logísticas acrecentado las diferencias entre los países desarrollados y subdesarrollados. El mundo comienza a reordenarse de manera multipolar con una gran expectativa en China. Sin embargo, son muchos los desafíos y obstáculos que todavía debe lenta y paulatinamente ir superando.

En este nuevo orden multipolar, las naciones buscan tener un peso estratégico y ocupar un lugar preponderante, ya sea mediante alianzas, fuerzas armadas competentes, producción de recursos estratégicos, control de áreas claves y control de las nuevas rutas del comercio internacional.

La estrategia política de bajo perfil fijada por Den Xiaoping para desarrollar China ha dado grandes resultados, haciéndola crecer económicamente a niveles extraordinarios. Pero desde la llegada al poder de Xi Jimping en 2013, la estrategia de los 24 caracteres comienza a ser insuficiente. Es por esto que la RPCH levanta la cabeza y reclama su posición en el mundo para continuar con su plan de desarrollo hacia el 2050 y el cumplimiento del “sueño chino”. El mega proyecto de la ruta y la franja, de desarrollarse, consolidaría firmemente la economía de China como primera potencia económica. Pero a este proyecto se le oponen las alianzas encabezadas por Estados Unidos que toman el nombre de AUKUS como alianza militar, integrada también por Australia y Reino Unido. A su vez, como alianza político-económica el QUAD (diálogo de seguridad cuadrilateral), conformado por EEUU, India, Japón y Australia busca ser el contrapeso de influencia necesario en el Indo-pacífico para contrarrestar el poder chino.

La lucha por contener a China se centra en la región estratégica del Indo pacífico dada la confluencia en esta zona del comercio marítimo mundial. Allí se encuentra el estrecho de Malaca y sus vías alternativas, Sonda y Lombok, por donde transita el 40% del comercio marítimo mundial. 

La estrategia para dominar el indo pacífico de China llamada “collar de perlas” tiene una perla principal que es Taiwán. Considerada una provincia en rebeldía por parte de la República Popular China, amenaza con independizarse y obtener reconocimiento internacional. Si bien sus fuerzas militares son insignificantes frente al poder militar de la RPCH, el apoyo de EEUU y otras potencias como Japón hacen que una acción militar sobre la isla sea impensable. Además, la estrategia del “escudo de silicio” que consiste en la producción y comercialización de semiconductores a las grandes potencias hacen que cualquier intervención en la isla produzca el desabastecimiento de estos materiales difícilmente reemplazables en las industrias de alta tecnología y de defensa. De esta manera se da un equilibrio de fuerzas donde las naciones implicadas utilizan la diplomacia o reclamos internacionales para amortiguar cualquier desenlace bélico.

El gran aliado histórico de la RPCH es Rusia. Durante el período de la URSS, la alianza era de carácter ideológico, con un enemigo en común, el capitalismo occidental, o para los chinos, el imperialismo. En materia militar, la RPCH fue dependiente de la provisión de armamento soviético hasta el año 1989 donde se vio obligada a desarrollar la industria militar propia. 

Actualmente, la alianza entre Rusia y China tiene su fundamento en la mutua conveniencia. Por un lado, Rusia necesita de un aliado potente, que le dé el respaldo político y económico necesario a la hora de negociar sus intereses con occidente. Además, tiene vastas zonas despobladas en su extensión hacia el este y en el límite de la superpoblada China. Por otro lado, la RPCH está interesada en la ruta marítima del ártico, dominada por Rusia, que acortaría los tiempos y los costos del comercio marítimo hacia Europa y América, siendo además una vía alternativa a un posible bloqueo del Indo-pacífico. El eje principal de esta alianza estratégica es desplazar la influencia estadounidense de Asia y ocupar ese lugar.

Es cierto que cuando una potencia decae y una asciende, el conflicto es inevitable, y si trasladamos esta afirmación a la situación actual, donde China asciende y Estados Unidos decrece en poder, podemos decir que el conflicto se está dando mediante el comercio, la información, la diplomacia, pero no existen posibilidades de una guerra convencional. Desde la invención del arma nuclear, las potencias mundiales no han tenido el margen de maniobra para iniciar una guerra directa, ya que esta llevaría a la destrucción mutua asegurada. Es por esto que la guerra convencional entre potencias nucleares resulta impracticable, no así un posible escenario de carrera armamentista entre EEUU y la RPCH. En este aspecto, EEUU lleva sin dudas la delantera. Pero China avanza a paso firme modernizando sus fuerzas armadas, priorizando el componente naval que le permitirá aumentar la presencia y el control del Indo-pacífico y sus estrechos.

Pasemos ahora a la perspectiva argentina desde donde podemos preguntarnos ¿cómo podemos aprovechar la situación mundial para nuestro provecho? Pero, para respondernos, primero debimos conocer y estudiar a los países en ascenso, cuáles son sus proyecciones, planes y estrategias, cuáles son sus problemas y cuales sus soluciones. Cuáles son sus aliados y cuáles sus adversarios. Y a partir de ese análisis encontrar cuáles son nuestras oportunidades. Debemos luego, hacernos las preguntas: ¿cuáles son las industrias que debemos desarrollar?, ¿qué debemos producir?, ¿qué territorios debemos proteger?, ¿qué fuerzas armadas necesitamos?, ¿qué estrategias adoptaremos? 

Sin dudas, debemos desarrollar la industria nacional, principalmente en materia de defensa, y esto se logra únicamente con un adecuado impulso estatal que defina las prioridades en función de la misión de las fuerzas armadas. En este sentido, tener fuerzas armadas capaces de actuar efectivamente será el respaldo coercitivo que apoye a la diplomacia para conseguir los objetivos nacionales. Si bien, es sabido que el desarrollo y producción de armamento bélico de última tecnología es lento y costoso, a largo plazo tiene ventajas respecto a la adquisición de armamento extranjero. Ya tenemos la experiencia del “veto británico” cada vez que Argentina tiene intenciones de comprar aviones caza supersónicos, y sabemos que la tecnología militar, sobre todo estadounidense, nunca es de transferencia completa y no ofrece una libertad total de uso en todas sus capacidades.

Debemos ocuparnos por continuar y acrecentar el control sobre los territorios antárticos que consideramos propios y que ocupan un lugar de importancia geopolítica.  El sur debe ser para los argentinos el foco de interés estratégico si queremos que Argentina sea un país bicontinental y bioceánico. 

La Antártida puede ofrecernos importantes beneficios a futuro. En este sentido, aprovechar y cuidar los recursos de las aguas oceánicas siendo garantes de su buen uso y cuidado ante el mundo, como lo hace Brasil con la Amazonia, nos daría una posición de relevancia internacional. En un mismo sentido, el paso bioceánico entre el Atlántico y el Pacífico es un lugar de importancia que nos favorece controlar. También somos el país más austral, lo que nos da la posibilidad de brindar apoyo logístico a los países que tienen o que en el futuro tendrán presencia en el continente blanco.

Finalmente, debemos continuar con los reclamos sobre nuestras irredentas Islas Malvinas que ya no solo son un lugar ocupado por interés estratégico que se contrapone a nuestros intereses nacionales, es además un sentimiento nacional y representa una causa común que une a todos los argentinos. 

Hasta aquí el trabajo es sencillo, el verdadero desafío es que la política no se agote en los problemas internos y que tome un lugar protagónico en la escena internacional. Con estrategias claras y con el consenso de todos los partidos políticos, debemos fijar un rumbo propio en ejes clave como defensa, industria, y sobre todo en política internacional. 

Te puede interesar: Se ha despertado un gigante dormido

Matías González
Primer Teniente Matías Ariel González, Oficial de Fuerza Aérea Argentina egresado de la Escuela de Aviación Militar, licenciado en Conducción de Recursos Aeroespaciales para la Defensa, especializado en Vigilancia y Control Aeroespacial. Actualmente Instructor Militar en Liceo Aeronáutico Militar.

1 COMENTARIO

  1. “…, el verdadero desafío es que la política no se agote en los problemas internos y que tome un lugar protagónico en la escena internacional.”

    La política interior debe subordinarse a la política exterior: la verdadera política.

Dejá tu comentario