Los legisladores italianos fracasaron el martes por segundo día consecutivo en la elección de un nuevo jefe de Estado, con los líderes de los partidos luchando por encontrar un candidato de consenso.

Aunque el Primer Ministro Mario Draghi sigue siendo uno de los favoritos, la preocupación de que su ascenso a presidente pueda provocar la desintegración de su gobierno de coalición y desencadenar unas elecciones nacionales anticipadas ha empañado sus perspectivas.

Hay mucho en juego. La presidencia italiana tiene un mandato de siete años y un poder considerable -incluyendo el nombramiento de primeros ministros y la disolución del parlamento- para resolver las crisis políticas que golpean regularmente al país.

Tras días de reuniones entre bastidores, los partidos de centro-derecha nombraron a tres posibles candidatos de las filas conservadoras que, según ellos, merecían ser tenidos en cuenta: un ex presidente del Senado, un ex alcalde de Milán y un magistrado retirado.

El bloque de centro-izquierda descartó rápidamente al trío y pidió el miércoles conversaciones con el centro-derecha para resolver la disputa, que corre el riesgo de desestabilizar a Italia en su lucha por superar la crisis del COVID-19 y reconstruir su tambaleante economía.

“Nuestra propuesta es encerrarnos en una habitación y tirar las llaves, con sólo pan y agua a mano hasta que lleguemos a una solución definitiva”, dijo Enrico Letta, jefe del cogobernante Partido Democrático (PD).

A diferencia de Estados Unidos o Francia, donde los presidentes son elegidos por votación popular, en Italia, unos 1.009 parlamentarios y representantes regionales eligen al nuevo presidente por votación secreta, que a veces los líderes de los partidos se esfuerzan por controlar.

El centro-derecha tiene más electores que el bloque de centro-izquierda, pero ninguno de los dos bandos tiene suficientes votos para imponer su candidato, lo que significa que será necesario algún tipo de acuerdo.

¿Posible estancamiento?

Tras la votación inconclusa del lunes, la mayoría de los legisladores volvieron a votar en blanco el martes, una forma de ganar tiempo mientras sus líderes deciden qué hacer.

Un candidato que triunfe necesita una mayoría de dos tercios en cualquiera de las tres primeras rondas de votación, y sólo se requiere la mayoría absoluta en las siguientes. La votación del miércoles parece que volverá a fracasar, y la carrera no se pondrá seria hasta el jueves, cuando se reduzca el umbral de la victoria.

Hasta hace poco, parecía casi seguro que Draghi se convertiría en presidente. Pero sus posibilidades se han debilitado recientemente, ya que algunos políticos sostienen que debe permanecer en su puesto para evitar que se produzca una tregua en la batalla contra el resurgimiento del COVID-19 y para garantizar que Italia reciba miles de millones de euros de los fondos de ayuda de la UE para la pandemia.

Si Draghi -ex presidente del Banco Central Europeo- es ascendido, los partidos querrán llegar a un acuerdo de antemano sobre quién debe sustituirle al frente de la coalición de unidad.

Incluso si sigue siendo primer ministro, el propio Draghi ha advertido que su gobierno podría no obstante colapsar si la miríada de socios de la coalición no se ponen de acuerdo sobre un candidato a la presidencia.

Aunque se esperaba que el centro-izquierda rechazara las propuestas iniciales del centro-derecha, en los medios de comunicación han surgido nombres alternativos que podrían resultar más aceptables para ambas partes. Entre ellos figuran la presidenta del Senado, Elisabetta Casellati, el ex presidente de la Cámara Baja, Pier Ferdinando Casini, y el ex primer ministro Giuliano Amato.

Algunos políticos también han dicho que quieren que el Presidente saliente, Sergio Mattarella, acepte un segundo mandato. Hasta ahora, él ha descartado esta posibilidad.

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Redacción
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