La siguiente nota corresponde a un análisis y/o posicionamiento del Grupo de Jóvenes Investigadores (IRI). No necesariamente representa la postura del grupo editorial.

Por Ana Laura Banega Villarruel, miembro del Grupo de Jóvenes Investigadores.

José Carlos Mariátegui, pensador marxista y latinoamericano, dijo alguna vez que “el dogma no es un itinerario sino una brújula en el viaje”, y que “para pensar con libertad, la primera condición es abandonar la preocupación de la libertad absoluta”.

Los hechos que apremian hoy a la nación cubana, y que nos hacen nacer el miedo a una nueva Primavera Negra como la de los 2000, nos muestran como nunca antes que el polo geográfico de la tierra nada tiene que ver con su polo magnético.

Adherida a un discurso de Castro de diciembre de 1961, donde se declarase marxista-leninista hasta el último día de su vida, la brújula del régimen cubano quedó magnetizada a un pensamiento anacrónico que hiere de gravedad a su pueblo cada vez que busca mantenerlo en un cauce que no conduce a ninguna parte.

Como el polo magnético de la tierra, que se aleja unos 125 metros diarios del polo norte geográfico, el régimen cubano se aleja -y a su pueblo con el- cada día más del respeto a las libertades básicas y a los Derechos Humanos.

Recordemos siempre que la revolución era cubana, no marxista-leninista. El alineamiento práctico con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas respondió a la coyuntura de la Guerra Fría. Como una suerte de patrimonio histórico, se siguieron sumando ladrillos a la fachada del socialismo comunista sin mirar las casas habaneras de colorida pintura descascarada que la han sostenido hasta ahora.

Recordemos que la revolución sigue siendo cubana. El pueblo cubano sabe mejor que cualquier otro que la respuesta no es entregarse ciegamente a los brazos abiertos de un capitalismo inescrupuloso. El batistismo ha quedado enterrado en la historia de este pueblo tan profundo como quedará el comunismo.

Los mejores médicos y médicas del mundo, el cien por ciento de alfabetización y la tasa cero de mortalidad materno-infantil, todos ellos también logros del pueblo. Se puede tener un sistema rígido y ordenado, pero sin la fortaleza espiritual del cubano que soporta racionamientos mensuales de jabón y azúcar o numerosos cortes diarios de luz, no se tiene nada.

En su admiración a Sorel, Mariátegui felicita su apego a la lucha de clases como sentido originario del marxismo y su desprecio por el “aburguesamiento parlamentario y pacifista del socialismo”. Como reflejo pasado del presente, sus palabras vuelven a nosotros en cada uno de los 152 presos políticos que el régimen mantiene en clausura por manifestarse en su otredad.

Entre esos presos se encuentra Carolina Barrero, detenida por ilustrar a Martí con una camisa negra llena de estrellas, en alusión a su poema “Dos patrias”. “No bien retira / su majestad el sol, con largos velos / y un clavel en la mano, silenciosa / Cuba cual viuda triste me aparece.”

Cuba, la viuda, no deambula ni holgazanea. El pueblo ya tiene su brújula que cual “clavel sangriento que en la mano le tiembla” le muestra el rumbo hacia un nuevo día que toda Latinoamérica abraza. Y abrazará, probablemente, sabiendo que en la fortaleza silenciosa -pero no silenciada- del pueblo cubano se encuentra la respuesta a un ¿Y ahora qué? 

No hay preocupación por la libertad absoluta, Cuba siempre tuvo a Martí. La pregunta está hecha; dejen, entonces, al pueblo responder.

Esta nota corresponde a un análisis y/o posicionamiento del Grupo de Jóvenes Investigadores (IRI). No necesariamente representa la postura del grupo editorial.

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