Por María Solana Ledesma de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales IRI – UNLP

Cuando Cuba se independizó de España, se convirtió prácticamente en un protectorado norteamericano. En los años 50, Fulgencio Batista, su presidente, era el dueño de la isla y la pobreza y el analfabetismo consumían al campesinado. En ese contexto, se da la revolución de Fidel Castro, que ni doctrinario ni comunista, había obtenido inicialmente el reconocimiento de los EEUU a su gobierno. Todo esto cambió con las primeras medidas económicas: las reformas agrarias, que se dirigieron contra el régimen de grandes propietarios terratenientes y las compañías azucareras en propiedad mayoritariamente norteamericana. 

Las relaciones entre ambos países, a partir de ese punto, no hicieron más que deteriorarse.  Castro expulsó compañías norteamericanas y acentuó el proceso de socialización además de acercarse más a la URSS- Por su parte, Eisenhower ordenó el embargo de las exportaciones norteamericanas hacia Cuba. La ruptura definitiva de las relaciones fue el 2 de enero de 1961 cuando el bloqueo económico a la isla acabó siendo total. 

Tras el punto de máxima tensión marcado por la Crisis de los Misiles, las relaciones Cuba-EEUU se sucedieron, aunque sin cambios significativos, teniendo periodos de mayor cordialidad y periodos de distanciamiento y reforzamiento de los embargos directamente asociados a las tendencias y posturas políticas de los gobernantes (siendo lo primero más propio de las gestiones demócratas y lo segundo de las republicanas). Basta con mencionar, para terminar de entender la hostilidad que existía entre ambas naciones, que el simple apretón de manos entre Bill Clinton y Fidel Castro fue considerado como un “logro simbólico importante” por el entonces Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan.

De ahí que el diálogo entre Barack Obama y Raúl Castro en 2014, con mediación del Vaticano, marcó un hito, sí en la historia de la diplomacia entre ambos países, pero también como señal de enfriamiento de un conflicto entre dos Estados que, nacido en la Guerra Fría, prevalecía aún cuando la Guerra Fría ya había visto su fin hace tiempo. Implicaba un verdadero intento por restablecer las relaciones diplomáticas que habían estado interrumpidas durante más de medio siglo.

De ese diálogo resultaron mutuas concesiones, liberaciones de prisioneros y la primera visita de un presidente norteamericano a Cuba tras 88 años. Con el tweet “¿Qué bolá Cuba?”, una expresión coloquial cubana para preguntar “¿Cómo está Cuba?” Obama anunciaba su llegada al país y sus intenciones de “reunirse y escuchar a la gente cubana de forma directa”. Fue, si se quiere, el puntapié inicial para avances futuros y finalmente, aunque el embargo persiste porque su eliminación requería de la aprobación del Congreso, las restricciones ya no eran las mismas. 

La situación actual de las relaciones de ambos Estados es incierta en tanto, durante la gestión Trump, el presidente anunció un cambio de política hacia Cuba “con efecto inmediato” dando marcha atrás al restablecimiento de las relaciones diplomáticas y haciendo énfasis en mantener el embargo económico contra la isla y, finalmente, poco días antes del cambio de gobierno, su secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció la reincorporación de Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo de Estados Unidos.

Biden afirmó querer reestablecer el compromiso de Obama con Cuba. Sin embargo, quitarla de la lista de Estados patrocinadores de terrorismo que implica, para quienes pertenecen a ella, desventajas tales como no poder acceder a préstamos del FMI y otras instituciones globales, requiere análisis y revisiones formales. Además, Trump realizó una campaña exitosa conectando Cuba con Venezuela por lo que podría haber presión de los congresistas para agregar a Venezuela a la lista en lugar de quitar a Cuba. 

El futuro de las relaciones está por verse y estará ligada, como lo estuvo desde sus orígenes, a la volatilidad y negociaciones propias de la política estadounidense.

María Solana Ledesma: Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales

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