Enero comenzó con un nuevo capítulo de la epopeya del Brexit. Con la retirada formal de los parlamentarios y las banderas del Reino Unido de las instituciones de la UE, solo quedaba acordar los términos finales del desacople, precisamente lo más difícil. El proceso de negociaciones estuvo y está plagado de marchas, contramarchas y amenazas de retirarse sin acuerdo, lo que supondría un duro golpe para ambas economías. En este marco, la decisión de Boris Jonson de llevar al parlamento un proyecto que afectaría las normas aduaneras desencadenó una ola de críticas y preocupación.

En la actual etapa del proceso de divorcio, deben alcanzarse consenso sobre los detalles de la convivencia en términos de seguridad y terrorismo, aranceles, aduanas, pesca y sistemas de regulación de productos, entre otros. Si no alcanzan un marco común para el 15 de octubre, el salto del Reino Unido fuera de la UE sería catastrófico.

El acuerdo que involucra a los distintos Estados con la Unión, involucra un complejo nodo de cláusulas y obligaciones, muy difíciles de desanudar para quien pretenda dar marcha atrás. Para el caso, Bruselas se muestra reticente a que el Reino Unido otorgue subvenciones a empresas locales que exporten al mercado común, ya que dicha práctica se consideraría competencia desleal.

La pesca es otro bache, no tanto por el peso económico del sector, sino porque se convirtió en una bandera para los partidarios del brexit, a quienes, desde el 10 de Downing Street, pretenden satisfacer. Es importante considerar la dimensión simbólica, ya que se ha creado toda una narrativa en torno a una expresión intensa de la nacionalidad británica, en cierta medida reflejada en otros movimientos similares en el mundo en general y en Europa en particular (Pose, 2019). Pero sobre los nacionalismos volveré más adelante.

Un operario coloca las banderas del Reino Unido y la Unión Europea, en vistas a las negociaciones sobre el Brexit en la Comisión Europea. YVES HERMANREUTERS

Sin duda, uno de los focos potenciales de incendio está en la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. El acuerdo de Viernes Santo de 1998 puso punto final al sangriento conflicto que desgarró la isla, reconociendo la autodeterminación de los norteños e instaurando las actuales fronteras que existían entre ellos. El sistema de Common Travel Area, suscripto entre Dublín y Londres, permitió la libre circulación de personas y posteriores tratados terminaron por diluir cualquier restricción en la circulación. Hay que recalcar que ninguna de las partes es miembro del Espacio Schengen, ya que prefirieron reservarse para si la capacidad de establecer limitaciones legales para recibir extranjeros, y solo participan en algunas de sus disposiciones en materia jurídica y policial.

Desde un principio, la gran incógnita, que pendía como un espada de Damocles, era que hacer con esa frontera, cuya discordia había generado tanta violencia hace no tanto tiempo.

El acuerdo preliminar, ratificado tanto por Westminster como por Bruselas y cuyos detalles más finos todavía son parte de las negociaciones, encontró una solución beneficiosa para Irlanda del Norte, donde sus habitantes aún muestran reticentes a dar un portazo a la UE.

En primer lugar, se comprometían a mantener a este territorio dentro del espacio comercial europeo, evitando el restablecimiento de las fronteras y manteniendo las regulaciones y aranceles comunes por aquel establecidos. Pero, al mismo tiempo, no dejaría de ser parte del Reino Unido, por lo que su acceso al mercado interno británico permanecería inalterado. Con un arreglo de estas características, Irlanda del Norte conservaría lo mejor de los dos mundos, impulsaría su competitividad, podría compensar la suspicacia de sus habitantes a la salida, además de dejar atrás sus fantasmas.

El nuevo volantazo de Jonson, con el proyecto de ley que estipula la colocación preventiva de puntos de control en esta disputada zona, levantó numerosas críticas, a la vez que diluyó la esperanza de alcanzar un convenio antes de la fecha límite. El restablecimiento de los controles fronterizos traería serios inconvenientes para la economía local, pero este no es el único problema.

Un hombre en Londonderry (Irlanda del Norte) junto a un mural que exalta al Nuevo IRA. AFP

El 18 de abril de 2019 en la ciudad fronteriza de Derry, se desarrollaba una manifestación, cuando una bala alcanzó a la periodista Lyra McKee, quien resultó mortalmente herida. Este evento llevo a los titulares de todo el mundo al Nuevo IRA, organización paramilitar, de perfil nacionalista. Al momento, este grupo no disfruta del apoyo y recursos de los que gozó el Ejercito Revolucionario Irlandés, pero es representativo de muchos de sus principios.

En un mundo donde las identidades tienden a cerrarse cada vez más en lo propio, un constructo identitario nacionalista puede tener mucho que ganar. El Nuevo IRA tampoco está solo. La agrupación Saoradh (termino que significa “liberación” en gaélico irlandés), es entendido como el ala política del primero, que adicionalmente cuentan con apoyo desde establecimientos penitenciarios locales (Emma Vardy 2019).

Los remanentes del sentimiento nacional irlandés son una creciente fuente de preocupación, si bien la representación actual de estos grupos es más bien marginal, una mala resolución de las negociaciones entre Londres y Bruselas podría acarrear serias consecuencias en este punto.

Cartel contra la frontera en Irlanda, en Londonderry (Norte). Foto: Reuters.

Sin embargo, puede considerarse al proyecto de ley promovido en el parlamento como una maniobra estratégica de Boris Jonson, destinada a forzar a la UE para destrabar las negociaciones en materia comercial, en donde las partes aún están lejos de un acuerdo. Si a algo nos tiene acostumbrados el brexit, es a los arreglos de último minuto.

Por otro lado, acciones de este perfil pueden parecer irresponsables, ya que pueden terminar fogoneando las tensiones al interior de la sociedad irlandesa. Después de todo, no parece resultar conveniente para los principales jugadores poner en riesgo la estabilidad política y económica de la región en un Brexit sin acuerdo, pero, por otro lado, tampoco lo era llevar a cabo la salida en primer lugar. ¿Podría ser el nacionalismo irlandés la respuesta local al nacionalismo británico que llevó a la ruptura con la UE?

Referencias

Lazaro, A. (8 de septiembre de 2020). Euronews. Obtenido de https://es.euronews.com/2020/09/07/bruselas-rechaza-de-plano-los-cambios-que-londres-propone-para-el-brexit

Office, C. (22 de febrero de 2019). Obtenido de https://www.gov.uk/government/publications/common-travel-area-guidance

Outrive, L. V. (s.f.). Historia del Acuerdo y del Convenio de Schengen. Afers Internacionals, 43-61.

Pose, N. (2019). Algunos elementos para comprender el Brexit y su impacto en las teorías del regionalismo. Perspectivas Revista de Ciencias Sociales, 116-138.

Telam. (8 de septiembre de 2020). Obtenido de https://www.telam.com.ar/notas/202009/511635-londres-empantana-la-negociacion-por-el-brexit-con-un-proyecto-para-revisar-parte-del-acuerdo.html

Vardy, E. (31 de julio de 2019). BBC news. Obtenido de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49173693

Ventura, V. (20 de enero de 2020). El Economista. Obtenido de https://www.eleconomista.es/internacional/noticias/10304946/01/20/El-Brexit-reinventa-Irlanda-del-Norte-un-puente-entre-Reino-Unido-y-la-UE-para-las-empresas.html

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