Enclavado en África austral, Malaui es considerado uno de los países más desfavorecidos del planeta. Más de la mitad de sus cerca de 18 millones de habitantes sobrevive bajo el umbral de la pobreza.
Tradicionalmente se degusta como un tentempié, pero la pandemia de coronavirus lo ha convertido en un plato de resistencia: los ratones en Malaui han pasado a ser un ingrediente esencial en la dieta de la población más pobre, amenazada por el hambre.

A lo largo de los 320 kilómetros de carretera que separan Blantyre y Lilongwe, las dos principales ciudades del país, decenas de vendedores proponen a los viajeros brochetas de carne de roedor. A medio camino, en el distrito de Ntcheu (centro), Bernard Simeon se ha convertido en uno de estos chefs informales.

“Cazamos al ratón para vivir. Lo utilizamos como complemento de nuestra dieta diaria y lo vendemos a los viajeros para conseguir ingresos”, explica un agricultor. “Ya era difícil antes del coronavirus, ahora se ha vuelto mucho más difícil”.
Autoridades sanitarias recomiendan el consumo de ratón

Desde hace unos meses, las autoridades sanitarias recomiendan el consumo de ratón, una alternativa a la carne que se ha vuelto inaccesible. “Es una valiosa fuente de proteínas”, sostiene Sylvester Kathumba, nutricionista jefe del Ministerio de Salud.

Y como la epidemia afecta en especial “a gente con baja resistencia inmunitaria, recomendamos una dieta rica”, aboga Francis Nthalika, a cargo de la alimentación en la unidad de salud del distrito de Balaka.

Inseguridad alimentaria

Como en el resto del continente, las medidas sanitarias adoptadas para frenar la propagación del COVID-19 –más de 5.400 casos y cerca de 170 muertos oficialmente, según el último balance– afectaron duramente a su economía, ampliamente informal y rural, así como a su población. El Banco Mundial anticipa una caída del 3,5% de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2020.

El Gobierno del expresidente Peter Mutharika, que perdió en las elecciones de mayo, había prometido un programa de ayuda urgente a los más pobres que nunca vio la luz. Su sucesor, Lazarus Chakwera, aún trabaja en su propio plan de ayuda.

Mientras, la crisis sanitaria y económica acrecentó la inseguridad alimentaria de numerosos malauíes, obligados a ingeniárselas para saciar el hambre.

Redacción
Equipo de redacción de Escenario Mundial. Contacto: info@escenariointernacional.com

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