El presidente estadounidense Donald Trump recibió a su contraparte sirio, Ahmed Al-Sharaa, esta semana en Washington, para continuar las coordinaciones en la integración de Siria a una coalición antiterrorista que operaría en el Medio Oriente. Esta reunión es la tercera que se lleva a cabo entre ambos líderes en el marco de la reanudación de sus relaciones bilaterales, pese al previo vínculo de Al-Sharaa con el grupo yihadista Al-Qaeda.

Según declaró el enviado especial de EE. UU. Tom Barrack a AP News, “la integración de Siria a la coalición es un gran paso y un hecho destacable en la lucha antiterrorista regional” Esta apertura de Washington refleja un enfoque pragmático, donde se prioriza la contención del avance iraní en la región, sobre la condena al régimen sirio por el estado de los derechos humanos de sus nacionales.
Washington levanta sanciones y abre la puerta al diálogo con Damasco
Ahmed Al-Sharaa ha proyectado la intención de llevar un gobierno transitorio que restaure el estatus internacional del país. Sin embargo, es conocido por haber sido comandante del grupo armado Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), previamente vinculado a Al-Qaeda. En ese sentido, su reconocimiento internacional ha sido progresivamente exitoso: tras la revocación de su estatus en la lista de promotores del terrorismo por parte del Departamento de Estado estadounidense el 7 de julio, se han sentado las bases para la reanudación de la cooperación con la comunidad internacional.
El diálogo se aceleró en noviembre, en el ámbito económico y financiero. Este proceso en particular ya había sido anticipado por la propuesta de acuerdo de paz entre Israel y Siria. El 6 de noviembre, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el levantamiento de las sanciones que pesaban sobre Al-Sharaa. Asimismo, al día siguiente, Estados Unidos y el Reino Unido siguieron este camino y anunciaron la eliminación de sus respectivas sanciones económicas al presidente sirio.

La reinserción de Siria en el escenario internacional tiene como objetivo principal la reconstrucción nacional. Según estimaciones del Banco Mundial en octubre, el proceso total de recuperación de infraestructura y residencias requerirá aproximadamente 216 mil millones de dólares. A esta carga económica se suma la resolución de la fragmentación territorial y securitaria. Por un lado, el gobierno mantiene tensiones con las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) por el control de territorio nacional en el Norte y el Este, a pesar de la firma en marzo de un acuerdo de integración progresiva.
Por otro lado, las intervenciones militares israelíes en territorio sirio durante los últimos meses, justificadas por el primer ministro, Benjamin Netanyahu, como protección de las minorías drusas, perpetúa otro problema de seguridad para el gobierno sirio. En una entrevista con la periodista Erin Molan, realizada poco después de la reunión en Washington, Netanyahu declaró que ponderará la cooperación con Al-Sharaa basándose en sus “acciones sobre el terreno”, más allá de sus labores diplomáticas. Además, destacó que “en tanto se garantice una protección permanente para los drusos en el suroeste sirio”, ambos países podrían “seguir adelante” en temas de cooperación.
La compleja reinserción internacional de Siria
Para Washington, la apertura al diálogo formal con Al-Sharaa implica, más que el alto al fuego en los conflictos internos sirios, un cierre de los numerosos vacíos de poder que existen fuera de sus fronteras. Según un reporte de Reuters de esta semana, estos espacios son activamente explotados por grupos terroristas como Hezbollah, aún respaldados por el gobierno iraní, cuyo conflicto con Israel en el Líbano mantiene en alerta a la región. Asimismo, la presencia de otras potencias en la región supone un obstáculo para EE.UU: Moscú, que ya tiene bases permanentes en la costa siria, reafirmó tras una visita oficial de Al-Sharaa al Kremlin el pasado octubre que sus dos bases militares en Siria seguirán en funcionamiento.
Ante este escenario, la prioridad de EE. UU. es asegurar la adhesión de Siria a una coalición internacional para enfrentar a las fuerzas restantes del Estado Islámico. En ese sentido, Reteurs ha informado que Washington estaría preparando la instalación de su propia base militar en Damasco, proyectando una relación estratégica a largo plazo en Siria. No obstante, según declaraciones del ministro de Información sirio, Hamza Al-Mustafa, Siria habría firmado una declaración de cooperación política para enfrentar a ISIS, pero negó que el acuerdo contenga aún algún componente militar.
La aproximación pragmática de Estados Unidos supone un complejo dilema para Siria. Si bien la Coalición podría proveer el apoyo económico y militar necesario para Al-Sharaa, la dependencia de sus términos expone a Siria a la reorientación de sus prioridades internas en favor de los intereses de sus aliados. Ante este panorama, el desafío del gobierno sirio será equilibrar su proceso de reconstrucción con las exigencias de una coalición liderada por Estados Unidos, en un escenario donde las prioridades de seguridad podrían subordinar sus objetivos nacionales.
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