La ONU atraviesa un punto de inflexión en materia de asistencia humanitaria. Los recortes de Estados Unidos, que también alcanzaron este segmento, desencadenan un ajuste simultáneo del mantenimiento de la paz. Con una reducción del 25% en efectivos de cascos azules y un presupuesto recortado, el sistema multilateral acelera reformas mientras enfrenta un déficit de financiamiento sin precedentes y crecientes riesgos operacionales en varios frentes.
Un repliegue inédito de cascos azules
La ONU confirmó un recorte del 25% en su mantenimiento de la paz, vinculado a la contracción del aporte de Estados Unidos bajo la impronta America First. Entre 13.000 y 14.000 militares y policías, de un total superior a 50.000 desplegados, regresarán a sus países en los próximos meses. El ajuste incluye una retracción de alrededor del 15% del presupuesto anual y afecta misiones en Congo, República Centroafricana, Sudán del Sur, Líbano, Chipre y Kosovo, además de impactos operativos en la oficina de apoyo en Somalia.

El redimensionamiento llega tras reuniones entre António Guterres y donantes clave, y se alinea con la revisión que Washington exige sobre la eficacia de agencias y programas. Pese a defender que el peacekeeping representa una fracción del gasto militar mundial y es una herramienta coste-efectiva, la Secretaría General deberá priorizar, concentrar y, en algunos casos, replegar capacidades en terreno. Este escenario plantea, entonces, menos botas azules, más selectividad, y foco en misiones de mayor interés estratégico para los principales contribuyentes.
La edad de la indiferencia humanitaria
En paralelo, el jefe humanitario de la ONU advirtió sobre la llegada de la “edad de la indiferencia” marcada por recortes severos. La ayuda humanitaria global está financiada apenas al 19%, un 40% menos que el año previo. El sector, según la OCHA, ya se achicó un tercio, con cierres de programas y recortes que golpean a mujeres y niñas, mientras se disparan los ataques contra personal. Agencias describen impactos inmediatos: WFP llega a 1 de cada 3 afganos en necesidad; UNHCR alerta por 11 millones de refugiados sin cobertura adecuada; y múltiples crisis acumulan demandas que superan por lejos la oferta de financiamiento.

Ante este panorama, la OCHA impulsa un reset humanitario: adelgazar capas burocráticas, descentralizar decisiones, localizar la respuesta (más fondos a actores locales), simplificar llamamientos y ampliar transferencias en efectivo. El objetivo intermedio es salvar 114 millones de vidas con 29 mil millones de dólares, apenas el 1% del gasto mundial en defensa, mientras se cimienta una renovación hacia 2030: respuestas más verdes, anticipatorias, preventivas y eficientes, con la ONU intentando sostener legitimidad y resultados en un entorno crecientemente hostil.
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