La primera semana de octubre dejó una nueva serie de señales de alarma en el tablero internacional. En Europa, Dinamarca encendió las alertas tras advertir un “alto riesgo de sabotaje” por parte de Rusia en el mar Báltico, reeditando las tensiones por amenazas híbridas sobre infraestructuras estratégicas. Al mismo tiempo, Washington reforzó su estrategia en el Indo-Pacífico: impulsa una ley de sanciones para disuadir un ataque chino a Taiwán y mantiene activo el pacto AUKUS junto a Australia y el Reino Unido, consolidando un eje de poder naval frente a Pekín.

En el continente americano, el pulso político y económico no dio respiro. Estados Unidos atraviesa un “shutdown” que paraliza agencias federales mientras senadores republicanos y demócratas frenan el rescate financiero de 20.000 millones de dólares para Argentina. Venezuela, por su parte, cuestionó en foros internacionales los ataques de la Marina estadounidense contra embarcaciones presuntamente vinculadas al narcotráfico.
En el Atlántico Sur, el Reino Unido intensificó ejercicios con fuego real en Malvinas, mientras un legislador isleño declaró estar “dispuesto a defenderse militarmente”. En paralelo, el G77+China reiteró su apoyo a la Argentina en la ONU, subrayando que el reclamo de soberanía sigue vigente en la agenda global.
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