La guerra en Ucrania dejó de ser un conflicto exclusivamente entre dos ejércitos nacionales. Desde 2022, miles de combatientes extranjeros se incorporaron a las filas de Kiev y Moscú, transformando el escenario en un laboratorio de guerra globalizada. En este entramado, la presencia de argentinos en la Legión Internacional de Ucrania volvió a poner en agenda un fenómeno que combina motivaciones ideológicas, incentivos económicos y vacíos legales todavía sin resolver.
Un conflicto con banderas múltiples
El gobierno ucraniano creó la Legión Internacional de Defensa Territorial al inicio de la invasión rusa para canalizar el ingreso de voluntarios extranjeros. A través de contratos formales con el Ministerio de Defensa, combatientes de decenas de países cumplen funciones de infantería, reconocimiento, guerra antitanque o drones.

Del otro lado, Rusia también ha echado mano a extranjeros: desde latinoamericanos hasta ciudadanos de Asia y África. La escala varía según las fuentes: informes apuntan al reclutamiento de miles de cubanos y a la participación activa de tropas norcoreanas enviadas por Pyongyang, además de nepalíes, esrilanqueses o ciudadanos de Asia Central. Kiev denuncia que Moscú utiliza a muchos de ellos como “carne de cañón” en frentes de alta intensidad, reduciendo el costo político interno de sus bajas.
Argentina en el frente de Ucrania
Aunque sin cifras oficiales, diversos testimonios y reportes confirman la presencia de argentinos en la Legión Internacional. El caso más conocido es el de Emmanuel “Coca” Vilte, fallecido en combate en 2024, cuya muerte fue reconocida por su familia y círculos de excombatientes.

En 2025, medios ucranianos difundieron la experiencia de otro argentino desplegado en Pokrovsk, que relató ataques sufridos por drones rusos mientras operaba junto a brasileños y europeos en el frente de Donetsk.
La falta de datos consolidados es una constante. Estimaciones rusas hablaron de más de una decena de argentinos muertos, aunque estas cifras no pudieron ser verificadas. Lo cierto es que la participación nacional —aunque limitada— refleja un fenómeno global: ciudadanos de distintos países que, por motivaciones políticas, vínculos culturales o búsqueda de ingresos, terminan en uno de los conflictos más letales del siglo XXI.
Incentivos y riesgos
Los combatientes que se incorporan a las filas ucranianas lo hacen bajo contrato militar, con sueldos que, según distintas fuentes, pueden oscilar entre 600 y 4.000 dólares mensuales, además de compensaciones por riesgo y seguros para familiares en caso de fallecimiento.
En el caso ruso, las promesas suelen incluir salarios, ciudadanía acelerada y beneficios económicos para familias, aunque múltiples denuncias apuntan a que muchos reclutas terminan en condiciones precarias, sin garantías de pago y en unidades enviadas a combates de alta mortalidad.

Mercenarios o voluntarios: un debate abierto
El término “mercenario” se convirtió en un arma retórica en este conflicto. Moscú acusa a los extranjeros que combaten con Kiev de ser “soldados de fortuna”, mientras que Ucrania insiste en que son militares contratados bajo una estructura oficial.
Sin embargo, la frontera entre voluntariado y mercenarismo es difusa. El propio presidente Volodímir Zelenski planteó en 2025 la posibilidad de habilitar empresas militares privadas (PMCs) para dar un marco legal a una práctica que ya existe de hecho, lo que podría redefinir el estatus de estos combatientes en el futuro.

Una guerra internacionalizada
Más allá de etiquetas, la guerra en Ucrania ya funciona como un imán para combatientes extranjeros. Cubanos, norcoreanos y nepalíes del lado ruso; brasileños, polacos o argentinos del lado ucraniano: todos forman parte de un entramado que complejiza la dinámica militar y genera tensiones diplomáticas.
Para Argentina, el fenómeno plantea preguntas incómodas: ¿qué responsabilidad tiene el Estado frente a nacionales que deciden combatir en el exterior? ¿Cuál es el estatus jurídico de quienes mueren o resultan heridos en un frente ajeno? En un escenario donde las fronteras entre ejército regular, voluntario y mercenario se diluyen, las respuestas todavía parecen lejos de estar claras.
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