Ucrania denunció ante el gobierno de la India y la Unión Europea que componentes electrónicos fabricados o ensamblados por empresas hindúes fueron encontrados en los drones Shahed 136 utilizados por Rusia en su ofensiva militar. Esta preocupación fue elevada formalmente en múltiples ocasiones desde 2024. En aquella oportunidad, las autoridades ucranianas identificaron piezas de Vishay Intertechnology y Aura Semiconductor en drones iraníes ensamblados por Rusia. La denuncia forma parte de un esfuerzo de Ucrania por rastrear las cadenas de suministro que estarían alimentando la maquinaria bélica rusa.
Los Shahed y el dilema de los insumos duales
La investigación ucraniana reveló que un puente rectificador modelo E300359 de Vishay Intertechnology, ensamblado en India, se halló en el regulador de voltaje de un dron Shahed 136. Además, un chip AU5426A producido por Aura Semiconductor (empresa con sede en Bangalore, India) fue localizado en el sistema de navegación satelital de estas aeronaves no tripuladas. Estas piezas, según documentos revisados por medios internacionales, se habrían utilizado para reforzar las capacidades de interferencia y precisión de los drones que Rusia emplea contra Ucrania desde fines de 2022.

Las empresas implicadas niegan haber violado leyes nacionales o internacionales. No obstante, las autoridades ucranianas han manifestado su inquietud por la posibilidad de desvíos de insumos tecnológicos a través de terceros países. La situación resalta los desafíos que enfrentan las democracias abiertas como la India. En esta última, el rastreo del destino final de componentes exportados legalmente resulta complejo una vez que cruzan sus fronteras. Esto derivó en una respuesta institucional, incluyendo visitas de agencias de seguridad a fabricantes en Delhi, Mumbai y Bengaluru.
El dron que redefine la guerra aérea
Los drones Shahed 136, también conocidos como drones “kamikaze”, se han convertido en una herramienta central dentro de la estrategia aérea rusa contra Ucrania. De origen iraní y rebautizados por Moscú como Geran-2, estos vehículos aéreos no tripulados destacan por su bajo costo, alrededor de 20.000 dólares por unidad, y su capacidad para operar en enjambres. Aunque tecnológicamente simples y con motores similares al de una cortadora de césped, su efectividad radica en la cantidad y en la capacidad de transportar una ojiva explosiva de más de 36 kilos.

La creciente dependencia de Rusia en estos drones responde a varios factores. Entre ellos se encuentran la prolongación del conflicto, el desgaste de su arsenal de misiles guiados y las sanciones internacionales que han limitado su acceso a tecnología militar avanzada. Su bajo perfil de vuelo dificulta su detección por los sistemas antiaéreos de Ucrania, que no logran cubrir de forma efectiva un territorio tan extenso. Este nuevo patrón de ataque ha generado cortes masivos de energía eléctrica y daños sustanciales en infraestructura civil.
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