La cumbre del Mercosur tendrá lugar en Buenos Aires el 2 y 3 de julio, con el presidente Javier Milei ejerciendo la presidencia pro tempore del bloque regional. Al margen de las tensiones políticas con su par brasileño, la posición oficial de la Argentina apunta a flexibilizar y liberalizar el Mercosur.

En sus propias palabras, ha dicho que el grupo “debe ser blando y maleable” pues de lo contrario su “rigidez lo termina quebrando”. Bajo esta premisa, Argentina llega al encuentro regional con una agenda orientada a remover trabas comerciales internas y externas, a la vez que procura avanzar en acuerdos pendientes, como el de EFTA.
Liberalizar acuerdos comerciales por fuera del bloque
Una primera propuesta que impulsará Buenos Aires es la liberación de acuerdos comerciales bilaterales por fuera del bloque. Actualmente, el Tratado de Asunción de 1991, junto al Protocolo de Ouro Preto de 1994, establece que todos los acuerdos de comercio externo deben negociarse y aprobarse por consenso de los cuatro miembros. Milei sostiene que este requisito impide a Argentina cerrar tratados con terceros países, como el muy buscado libre comercio con Estados Unidos.

En ese sentido, Argentina buscará que la declaración de la cumbre reconozca la necesidad de un régimen más flexible que permita a cada socio acordar bilaterales sin trabas formales, una demanda que comparte con Paraguay, pero que choca frontalmente con la posición de Brasil y Uruguay.
Reducción de barreras arancelarias del Mercosur
Otro eje de cambio es la reducción de las barreras arancelarias del Mercosur. El Gobierno argentino considera excesivo el alto arancel externo común (AEC) vigente, que encarece las importaciones intra-bloque. Milei ha planteado como meta “bajar el arancel externo común” e incluso ampliar las exenciones arancelarias para ciertos productos.
De hecho, en esta cumbre se prevé aprobar formalmente la ampliación de la lista de excepciones al AEC, pasando de 100 a 150 partidas, de manera temporal hasta 2028.

Además, Milei señala que se deben eliminar “las barreras para-arancelarias” internas (cuotas, regulaciones y burocracia) que dificultan el comercio regional. En conjunto, la idea es liberar el “corset” asfixiante que imponen hoy esas normas, tal como él mismo ha descrito, para fomentar la competencia y reducir el proteccionismo dentro del bloque.
Modificar la Carta Constitutiva del Mercosur para “aggionarlo”
Un tercer conjunto de propuestas apunta a modificar institucionalmente el Mercosur para adaptarlo a los nuevos desafíos. Esto implica, en primer lugar, discutir cambios estructurales al Tratado de Asunción y al protocolo de Ouro Preto para actualizar sus reglas, donde la Argentina y Paraguay han acordado presentar una “propuesta conjunta” para modernizar el Mercosur y darle un perfil más pragmático.
Entre los puntos planteados figuran reducir formalmente los trámites burocráticos internos, darle mayor autonomía a los países miembros para definir sus políticas comerciales y revisar la función de organismos comunes.

Milei lo sabe: ha dicho que el Mercosur «como cualquier instrumento» debe poder cambiar sus reglas si estas no rinden resultados, pero también ha señalado que el obstáculo político de falta de consenso (Brasil se opone a flexibilizaciones unilaterales, qué raro) complica cualquier cambio profundo.
En este marco, Argentina buscará discutir mecanismos operativos, por ejemplo, simplificar sesiones, mayor apoyo al FOCEM o nuevos fondos que mejoren la eficiencia del bloque sin esperar reformas constitucionales inviables en el corto plazo.
Introducir la figura de los “Pactos de Preferencias Comerciales”
Como alternativa intermedia a un divorcio total, se evalúa la vía de “pactos de preferencias comerciales” entre algunos socios. En la práctica, se trataría de acuerdos bilaterales o por subgrupos (Argentina-Paraguay, o con Uruguay) que otorguen acceso preferencial a mercados específicos, sin formalmente salir del Mercosur.
Esta fórmula, promovida en despachos gubernamentales, se presenta como una solución pragmática: permitiría a la Argentina avanzar en apertura comercial concreta con aliados, incluso en mercados como EE.UU., mientras se preserva la estructura del bloque.

En definitiva, Argentina podría llevar a la cumbre la idea de pactos de complementariedad selectiva como paso intermedio, enfatizando que una mayor integración sectorial es “más pragmática y no desnaturaliza la esencia del Mercosur”, según portavoces oficiales.
Más realista es presentar mejoras graduales al funcionamiento del bloque. En todos los casos, las propuestas argentinas giran en torno a la idea de que el Mercosur actual “se ha convertido en una carga” para nuestro comercio (lo cual es cierto, ya que las exportaciones al Mercosur han caído a menos del 20% del total en la última década), y buscan revertir esa situación manteniendo al menos formalmente la integración regional.
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