La Casa Blanca confirmó este martes que a partir de la medianoche Estados Unidos elevará los aranceles a las importaciones chinas hasta un 104%, en represalia por las últimas medidas anunciadas por Beijing.

Según la portavoz presidencial Karoline Leavitt, la medida responde a las represalias adoptadas por China, que incluyen un arancel del 34% sobre productos estadounidenses desde este jueves, tras a un incremento inicial del 54 por ciento por parte de la administración Trump, con una advertencia explícita: si Beijing respondía con contramedidas, los aranceles escalarían aún más. Evidentemente, Washington cumplió su amenaza.
Beijing reacciona y promete “luchar hasta el final”
El Ministerio de Comercio chino respondió de inmediato y con dureza: “Si Estados Unidos insiste en ir por su propio camino, China luchará hasta el final”, donde aseguraron que no dudarán en aplicar contramedidas “decididas” para proteger sus intereses, al tiempo que acusaron a Washington de adoptar una postura “coercitiva” y errática.

En paralelo, el gobierno chino ajustó el tipo de cambio oficial de su moneda, el renminbi, a 7,20 unidades por dólar —su nivel más bajo desde septiembre de 2023—, y permitió que su cotización offshore superara el umbral de 7,35 RMB por dólar, apuntando a amortiguar los efectos de los aranceles mediante una depreciación controlada de la moneda, como ya ocurrió durante la primera administración Trump.
Efectos financieros y tensión en los mercados
La tensión comercial ya se refleja en los mercados financieros, ya que los anuncios previos de aranceles por parte de Trump provocaron una caída abrupta de los principales índices bursátiles a nivel mundial, y hoy no fue la excepción. Para contrarrestar el impacto, las autoridades financieras de Beijing intervinieron el martes mediante fondos estatales que compraron acciones estratégicas, logrando estabilizar parcialmente los mercados asiáticos.
Este contexto refuerza la percepción de un desacoplamiento estructural entre ambas potencias, con implicancias de largo alcance para las cadenas de valor globales, los flujos de inversión y la estabilidad monetaria internacional, donde expertos alertan que si se mantienen las represalias cruzadas, el comercio internacional podría entrar en una fase de distorsión crónica, con efectos indirectos sobre socios y bloques regionales.

La retórica del mandatario estadounidense se apoya en un enfoque de presión máxima para forzar a China a revisar su política comercial, industrial y monetaria, y en contraste, la postura oficial de Beijing sugiere que no aceptará ningún acuerdo percibido como una imposición unilateral o una cesión a los intereses de Washington.
A su vez, el acuerdo alcanzado el mes pasado entre la firma estadounidense BlackRock y el conglomerado hongkonés CK Hutchison para adquirir sus operaciones portuarias en el Canal de Panamá, medida fuertemente criticada por China, refleja cómo la disputa arancelaria se entrelaza con otros frentes de fricción geoeconómica.
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