A menos de una semana del ataque en Palmira que costó la vida a dos soldados estadounidenses y un intérprete civil, el Pentágono ejecutó esta madrugada la “Operación Hawkeye Strike”. Bajo orden directa del Comandante en Jefe, el Mando Central (CENTCOM) inició a las 4:00 p.m. ET una ofensiva aérea masiva diseñada para saturar las posiciones del Estado Islámico (ISIS) en el centro de Siria.

La respuesta de EE.UU.
Según el reporte oficial liberado desde Tampa, las fuerzas de la coalición atacaron más de 70 objetivos en múltiples ubicaciones del centro de Siria. La maniobra integró cazas de combate, helicópteros de ataque y artillería pesada.
Un elemento geopolítico clave revelado en el comunicado es la participación directa las Fuerzas Armadas de Jordania. Apoyaron el ataque con sus propios aviones de combate. Esta colaboración subraya que la amenaza yihadista sigue cohesionando alianzas militares operativas, pese a las tensiones políticas de la zona.
El objetivo táctico trascendió la eliminación de individuos para centrarse en la infraestructura crítica del grupo terrorista. El CENTCOM detalló que la operación empleó más de 100 municiones de precisión contra infraestructura conocida de ISIS y sitios de armamento. Los bombardeos priorizaron depósitos de armas y centros de mando en Homs y Raqqa, buscando paralizar la logística yihadista hacia la frontera iraquí.
Análisis del ataque
El análisis del mando militar vincula esta acción punitiva directamente con la seguridad nacional interna, trascendiendo el teatro de operaciones sirio. El Almirante Brad Cooper, comandante del CENTCOM, justificó la escala del ataque como una medida de contención global. “Crítica para prevenir que ISIS inspire conspiraciones terroristas y ataques contra el territorio de EE.UU.” Almirante Brad Cooper, CENTCOM
El Secretario de Defensa, Pete Hegseth, endureció el lenguaje oficial desde el Pentágono. Definió la operación no como un conflicto convencional, sino como un acto de justicia sumaria. “Esto no es el comienzo de una guerra, es una declaración de venganza.” Pete Hegseth (@SecWar)
En su cuenta oficial, Hegseth sentenció una amenaza directa que confirma la nueva doctrina de tolerancia cero: “Hoy cazamos y matamos a nuestros enemigos. A muchos de ellos. Y continuaremos.” Pete Hegseth (@SecWar) Washington perseguirá “implacablemente” a quienes amenacen a ciudadanos estadounidenses, según la advertencia del secretario de Defensa.
La emboscada de Palmira
El detonante fue la emboscada sufrida el pasado fin de semana durante una patrulla conjunta cerca de la histórica ciudad de Palmira, donde un ataque sorpresa acabó con la vida de tres estadounidenses, según confirmó el presidente Trump. El incidente no fue fortuito; reveló una sofisticación alarmante por parte de los agresores.
Investigaciones posteriores expusieron que el atacante, un nacional sirio, logró infiltrarse en el perímetro de seguridad aprovechando su estatus como miembro de las fuerzas de seguridad locales, disparando contra la delegación estadounidense antes de ser abatido. Esta “amenaza interna” evidenció fallas críticas en los protocolos de confianza de la coalición y llevó a las autoridades sirias a arrestar a cinco personas vinculadas con la célula responsable.

Donald Trump, quien prometió durante su campaña “paz con fuerza”, enfrentaba así su primera prueba de fuego real en Oriente Próximo. La administración no podía permitirse una respuesta tibia ante lo que se perfilaba como una crisis de seguridad mayor. La orden ejecutiva priorizó una represalia visible y letal, confirmada cuando fuentes oficiales filtraron que EE.UU. preparaba ataques masivos contra posiciones del Estado Islámico en respuesta directa a las muertes.
Impacto verificado y daño colateral
Sobre el terreno, los resultados preliminares validan la letalidad de la incursión. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), una fuente primaria clave para el monitoreo del conflicto, documentó la muerte de al menos cinco combatientes del Estado Islámico en la provincia de Deir ez-Zor, incluyendo a un líder de una célula operativa.
Sin embargo, reportes de inteligencia citados por el CENTCOM confirman que la destrucción de infraestructura física fue sistémica: los bombardeos alcanzaron depósitos de armas y centros de mando en zonas rurales de Homs y Raqqa. Esta focalización sugiere que el objetivo principal era logístico, buscando paralizar la movilidad del grupo terrorista y cortar sus líneas de suministro hacia la frontera iraquí antes de que puedan reorganizarse.
Reconfiguración regional tras la caída de Assad
Este ataque trasciende la lucha antiterrorista inmediata. La operación fue ejecutada con participación directa de Jordania, reflejando una coalición más que una acción unilateral estadounidense. Sin embargo, su alcance y decisión táctica revelan dinámicas geopolíticas más complejas en un Siria post-Assad que sigue en transición frágil.
Según análisis del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), “Turquía emerge como el principal ganador geopolítico”, consolidando influencia en una Siria que ahora carece de aliados ruso-iraníes tradicionales.
Por su parte, el Instituto de Defensa español (CESEDEN) advierte que “Siria sigue siendo débil, fácilmente instrumentalizada y un escenario de disputas geopolíticas por parte de países más poderosos”, lo que limita drásticamente el margen de maniobra del gobierno de transición en Damasco.
Rusia, desgastada por Ucrania, ha quedado relegada a mantener sus bases militares en Jmeimim y Tartús, perdiendo su posición hegemónica anterior. El CSIS reconoce que “la fragilidad de la transición siria”, evidenciada por episodios de violencia sectaria reciente, subraya que el nuevo gobierno carece de autoridad consolidada sobre el terreno, lo que a su vez justifica intervenciones externas como la operación de hoy.
La administración Trump demuestra que mantiene capacidad operativa autónoma en el Levante, independientemente de las negociaciones con el gobierno transitorio.
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