En el campo de batalla ucraniano, Rusia parece haber dado un giro decisivo en la guerra, imponiendo su supremacía tecnológica frente a la defensa antiaérea de Ucrania. Datos recientes sugieren que la eficacia de interceptación cayó del 37% en agosto al 6% en septiembre, marcando un colapso sin precedentes. Moscú ha modernizado sus misiles Iskander-M y Kinzhal con maniobras evasivas y trayectorias impredecibles que confunden a los sistemas Patriot estadounidenses, debilitando la última línea defensiva de Kiev.
Patriot contra Iskander
La guerra de desgaste en el este de Europa ha entrado en una nueva fase donde Rusia muestra una capacidad de adaptación superior. Los informes más recientes señalan que los misiles rusos de última generación están utilizando trayectorias cambiantes, contramedidas electrónicas y velocidades hipersónicas que reducen drásticamente la efectividad de los interceptores Patriot. Estas mejoras han permitido a Moscú golpear con precisión instalaciones estratégicas, incluidos centros de producción de drones y depósitos militares. Mientras tanto, Ucrania enfrenta una escasez crítica de interceptores.

Analistas coinciden en que el conflicto se transformó en una guerra de adaptación, donde la ventaja pertenece al actor que evoluciona más rápido. Rusia demuestra haber aprendido de sus fracasos iniciales, modificando su doctrina operativa y combinando ataques de saturación con misiles hipersónicos y drones kamikaze. Por el contrario, Kiev y sus aliados occidentales parecen estancados en una estrategia rígida, dependiente de sistemas que ya no ofrecen superioridad.
Europa encuentra dificultades en el financiamiento de Kiev
La discusión europea para respaldar a Kiev con un préstamo de €140.000 millones usando los activos rusos inmovilizados quedó empantanada por objeciones legales y fiscales. Mientras Bélgica exige mutualizar riesgos y blindajes jurídicos, Francia y Luxemburgo pidieron más estudios sobre la situación actual. El resultado práctico es demora. Con 27 votos necesarios, la Comisión difícilmente tendrá una propuesta formal en el corto plazo.

Esta pausa complica la planificación de compras de interceptores, mantenimiento de baterías Patriot/NASAMS y la cobertura de consumo de misiles SAM, justo cuando Rusia estresa el sistema con oleadas mixtas (balísticos y drones) y tácticas evasivas. La falta de tracción en Europa llega mientras el G7 intenta coordinar el uso del valor total de los activos rusos, pero sin resolver el riesgo litigioso ni quién absorbería pérdidas si Moscú no paga reparaciones.
Para Ucrania, cada mes sin definición significa presión de caja, gaps logísticos en defensa antiaérea y mayor asimetría temporal frente a la adaptación rusa. En términos estratégicos, la parálisis regulatoria y el temor a precedentes legales erosionan la capacidad europea de sostener el esfuerzo bélico, alimentando la narrativa de que Moscú dicta el tempo mientras Occidente discute cómo financiar la guerra sin abrir una caja de Pandora jurídica.
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