El ataque de Israel a Hamás en Qatar a principios de esta semana sacudió el tablero geopolítico y generó una ola de reacciones internacionales, principalmente porque el país árabe fue considerado durante años como una “zona vedada” para Tel Aviv y sus ofensivas. Sin embargo, desde el inicio de la guerra el 7 de octubre de 2023, el gobierno de Netanyahu ha reiterado su intención de perseguir y eliminar a todos aquellos dirigentes o “funcionarios” del grupo militante palestino, incluyendo aquellos que se encontraban en países como el Líbano, Irán o la misma Gaza.
La sorpresiva maniobra israelí fue condenada por múltiples países en el mundo, no sólo por el riesgo de desestabilizar a un actor clave en las negociaciones de paz, sino también por el delicado rol que Qatar desempeña en la región. Qatar no sólo ha mantenido relaciones informales con Israel a lo largo de los años, sino que también ha sido un mediador activo entre las partes del conflicto en pos de alcanzar un alto el fuego.

A ello se suma que Doha alberga la mayor instalación militar estadounidense en Medio Oriente, por lo que se creía que un ataque como tal podía tener implicancias mucho más profundas. Específicamente, añade una capa de complejidad porque una maniobra como tal podría haber tensado la relación entre Israel y su principal aliado, generando repercusiones que exceden el conflicto palestino-israelí y alcanzan el equilibrio estratégico regional.
Funcionarios actuales y anteriores han afirmado que el ataque en Qatar muestra la determinación de Israel de “exigir responsabilidades a sus adversarios”, sin importar el territorio en el que se encuentren. Por ejemplo, Yaakov Amidror, un general de división retirado que fue asesor de seguridad nacional de Netanyahu, afirmó que Israel había limitado sus acciones en el pasado para evitar provocar conflictos o alterar las delicadas relaciones con Estados como Qatar.
La estrategia israelí
Desde el inicio de la guerra con Hamás, Israel ha demostrado consistencia en emprender acciones militares contra sus enemigos, aunque progresivamente se han tornado cada vez más agresivas. En el Líbano, el líder de Hezbolá fue asesinado junto a otros altos cargos; en Irán, se bombardearon instalaciones críticas pertenecientes al programa nuclear junto a Estados Unidos, entre otras.
Para múltiples antiguos funcionarios del gobierno de Netanyahu, el ataque de Israel contra Qatar buscó “agilizar las negociaciones con Hamás”. Sin embargo, este accionar podría estancar aún más la ya ralentizadas conversaciones, así como también empeorar las condiciones de los rehenes israelíes aún cautivos en territorio palestino.

Según estos funcionarios, la idea era “tratar de desplazar el centro de la toma de decisiones de los dirigentes de Hamás en Qatar a otras figuras del movimiento”, como los comandantes que quedan sobre el terreno en Gaza. No obstante, el ataque fue presentado por Netanyahu como “parte de la reiterada misión de Israel de vengar el 7 de octubre”.
“Los días en que los jefes terroristas gozan de inmunidad en cualquier lugar han terminado”, declaró el martes por la noche el primer ministro israelí. Al día siguiente, no tardó en afirmar que Qatar daba “refugio seguro” a Hamás, “cobijando a terroristas” y financiando al grupo. En un comunicado hasta afirmó que Qatar “regala suntuosas villas a sus jefes terroristas”, en referencia a Hamás. Por el contrario, funcionarios qataríes han afirmado que acogieron a funcionarios de Hamás a petición del gobierno estadounidense, con el objetivo de facilitar los canales de comunicación con el grupo.
Entre Qatar y las negociaciones por el alto el fuego
El ataque contra su país fue catalogado por el primer ministro de Qatar, Mohammed bin Abdulrahman al-Thani, como “terror de Estado” . También afirmó que Netanyahu debía “comparecer ante la justicia”, ya que la decisión había “acabado con cualquier esperanza” para los rehenes. Desde Hamás afirmaron que ningún dirigente de alto rango había muerto en el ataque, pero sí hubo muertos y heridos.
No obstante, el ataque ocurrió días después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, presionara a Hamás para que acepte una nueva propuesta respaldada por su país. En ella se pedía al grupo palestino que entregara de una vez a todos los rehenes a cambio de un alto el fuego y nuevas negociaciones para poner fin a la guerra.

Si bien el grupo no aceptó, dio una respuesta general diciendo que estaba dispuesto a entablar negociaciones inmediatamente, pero tales conversaciones no estaban progresando. Para expertos como Shalom Ben Hanan, ex funcionario de la agencia de seguridad interna israelí Shin Bet, “había un deseo de hacer avanzar las negociaciones con las únicas herramientas que tiene Israel”, es decir, mayor presión y fuerza militar.
¿Conclusiones? finales
Con este contexto en su totalidad, la estrategia de Israel en eliminar a Hamás como prioridad absoluta parece estar “chocando” con otras realidades de la guerra en la actualidad, como sus facetas geopolíticas o humanitarias. La negativa recurrente de Netanyahu de negociar un alto el fuego permanente con el grupo palestino, en simultáneo con la conservación del poder de Hamás en Gaza, dejan un suspenso latente: ¿qué pasará con los rehenes? ¿cómo se solucionará la crisis humanitaria en Gaza?
La situación social se agrava con cada acción militar, que puede ser interpretada por ambas partes como una provocación. El ataque en Qatar, lejos de debilitar a Hamás, podría incluso reforzar su narrativa de resistencia frente a “el enemigo”; además de que el enfoque israeli podría tener consecuencias diplomáticas de gran alcance.

Se torna cada vez más difícil para las partes insistir en soluciones únicamente militares sin un plan definido y a largo plazo para el futuro de Gaza, más aún en una región donde los equilibrios de poder son frágiles y las alianzas volátiles. Sin una vía política para resolver el conflicto, hasta los vínculos con los países árabes que mostraron disposición al diálogo será complicado para Israel.
Más aún, porque la cultura del sacrificio que impregna la estructura de Hamás, como señala Ibrahim Madhoun, sugiere que la eliminación de líderes no garantiza concesiones. En este contexto, la falta de una estrategia integral que contemple tanto la seguridad como la diplomacia podría seguir prolongando el conflicto, hasta también aislar aún más a Israel en el tablero regional.
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